Capítulo 5

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Vale, necesito saber qué es lo que me pasa. Empiezo a sudar como si acabara de correr una maratón, y se me seca la boca tanto que me cuesta hasta abrirla. Por no hablar de que no creo que sea posible alcanzar un color rojo más intenso que el de mi cara ahora mismo.

- C...Cc…Cccoo… ¿Cómo? – me doy una torta mental, va a pensar que soy tartamuda.

- Quiero decir que necesito que vengas conmigo a la habitación del paciente, si no te importa.

Decido no decir nada más, ya que por mi boca no ha salido nada coherente hasta el momento. Simplemente me levanto y empiezo a caminar hacia la habitación de mi paciente. Intuyo que ella pilla el mensaje porque la noto caminar detrás de mí. Entro en la habitación y sonrío a mi paciente y su mujer, que está sentada en una silla a su lado. Ella entra detrás de mí y cierra la puerta. Veo como se gira, la miro, y de repente me doy cuenta de que no sé su nombre. Debo hacer algún tipo de gesto con la cara porque ella me mira con una expresión divertida, o al menos bastante menos seria que antes.

- Hola de nuevo pareja, ¿qué tal va todo? – se dirige a ambos, mi paciente y su mujer.

Intuyo que ya les conoce, porque que les habla con una naturalidad sorprendente. También con amabilidad. Ellos contestan casi al unísono y ella sonríe. Y ahí, así de repente, mi mente deja de pensar en nada más que no sea esa maldita sonrisa. Sé que siguen hablando, pero yo no estoy escuchando nada de nada.

- Alba, eh, Alba, ¿estás bien? – la mujer de mi paciente se ha acercado a mí y de no ser porque me está agarrando el brazo yo seguiría perdidísima en Sonrisa-landia.

- Sí, yo… Lo siento muchísimo, ha sido un día muy largo – noto como ella me mira de nuevo con esa expresión indescifrable – de verdad que lo siento.

En realidad me siento fatal. No es el momento de montar numeritos cuando es de la vida de este pobre hombre de lo que hemos venido a hablar. No sé qué me pasa pero no me gusta nada cómo me estoy comportando. Estoy nerviosa, casi al borde de un ataque, y no puedo concentrarme en mi trabajo, cosa que no suele pasarme nunca. Me tengo a mi misma como alguien bastante profesional. Incluso los días que estoy triste, o que ha pasado algo que podría afectar mi comportamiento, siempre mantengo la compostura en el trabajo. No me permito que lo personal afecte a lo profesional porque aquí, mis pacientes son lo primero, y bastantes problemas tienen ellos ya. Y dicho esto, aquí estoy, con cara de idiota y sin poder concentrarme en una simple conversación porque tengo mi mente a mil revoluciones por segundo y ni siquiera sé el porqué. 

- No te preocupes cariño – dice la mujer de mi paciente – todos tenemos días de esos.

Me sonríe y yo hago todo lo posible por prestar atención a lo que está pasando. Entonces, ella habla otra vez.

- Decía, que si por parte de enfermería no ha habido más problemas que un episodio aislado de fiebre, quizá podamos hacer la operación mañana, pero tendríamos que trasladarle al hospital a que pasara la noche allí, ya que la clínica cierra.

- ¿No puedo irme a casa y volver mañana? – se nota que está asustado, pero en el fondo ya sabe la respuesta a su pregunta.

- Lo siento mucho, pero es más seguro si se queda aquí, así podemos monitorizar la temperatura por la noche, y sacarle otra muestra de sangre antes de la operación – el tono de voz que está usando no se parece en nada al prepotente y autoritario que me tenía acostumbrada a oír. No puedo apartar mis ojos de ella, es como un maldito imán – Además, le prometo que allí también tenemos buenas enfermeras, no tanto como las de aquí, pero casi.

Veo como le guiña un ojo al paciente mientras éste ríe, y después se gira y me mira. Y noto de nuevo como el calor me invade por dentro, y esta vez ataca con fuerza a mi pecho, y me agobia tanto que hasta duele. Siento la necesidad imperiosa de salir de aquí, pero a la vez no puedo apartarle la mirada. Acaba haciéndolo ella, y le da al paciente algunos detalles más de lo que va a pasar durante la noche.

- Alba preparará los papeles ahora y en un rato un celador les acompaña, con suerte pasará buena noche y yo mañana bien tempranito les veo.

Acaba de decir mi nombre. Y lo ha hecho usando ese tono de persona maravillosa que opera corazones. Y el calor en mi pecho se hace un poquito más grande y pienso que lo mismo tiene que acabar operando también el mío.

Mientras mi mente divaga de nuevo, ella se despide y se marcha de la habitación. Respondo un par de preguntas más que mi paciente me hace sobre el traslado y salgo yo también. No tengo esperanzas de que siga allí porque indirectamente ya me ha dicho lo que quiere que haga, pero cuando llego al control de enfermería me la encuentro sentada en el “Trono de la Mari”, tecleando algo en el ordenador.

Intuyo que Sabela ya se ha ido porque no se ve nada de movimiento alrededor. Miro mi móvil rápidamente y en efecto tengo un mensaje suyo diciendo que nos vemos mañana en el cambio de turno. Le contesto rápidamente y me acerco al teléfono para llamar a los celadores cuando de repente oigo su voz de nuevo.

- Gracias por informar de esto – lo dice como en un susurro, de nuevo ni rastro de su tono autoritario - si lo hubiéramos pasado por alto, la operación podría haber sido peligrosa.

- Ya… - digo sin mirarla – bueno, es mi trabajo.

- Sí, ya, supongo.

Increíble conversación Alba. Eso es lo que pienso mientras descuelgo el teléfono y hago unas cuantas llamadas. Ella sigue aquí y no entiendo por qué. No alcanzo a ver lo que mira en el ordenador, pero dudo que tenga algo que ver con este paciente. Estoy en espera en la llamada y aprovecho para admirar su perfil. Sí vale, es guapa, muy guapa. Y tiene un rollo misterioso que me intriga mucho. Me encantaría sentarme a su lado ahora y hablar con ella, pero a la vez me aterroriza. Provoca sensaciones en mí que nunca he sentido y que por tanto no entiendo. Lo único que sí sé, es que daría mucho por volver a ver esa sonrisa si pudiera.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por alguien que llama mi atención al otro lado de la línea. Termino todos los trámites necesarios y cuelgo el teléfono. Me dispongo a preparar a mi paciente para el traslado y me doy cuenta de que necesito mandar con él toda su documentación, y que ésta se encuentra justo al lado de su mano tatuada. Me armo de valor y abro la boca, rezando por no tartamudear esta vez.

- Si has acabado con los informes, ¿te importa que me los lleve? – le digo señalando los papeles que están a su lado – el celador viene de camino y quiero que esté todo preparado.

- Claro, claro – los coge y los extiende en mi dirección - todos tuyos, Alba.

La manera en la que su voz pronuncia mi nombre hace que me recorra un escalofrío por todo el cuerpo. Ya me sonó bonito dentro de la habitación, pero esta vez es diferente, ha sonado íntimo, personal. Y yo me he puesto muy nerviosa. Me está mirando fijamente y estoy segura de que está intentando interpretar todas mis reacciones faciales y el por qué me comporto como una gilipollas. Yo la ayudaría encantada pero aún no sé qué fuerza oculta ha tomado posesión de mi cuerpo.

- Eh, gracias – me doy cuenta de que aún no sé su nombre y siento una tentación increíble por preguntárselo.

Por suerte para mí, y para la de mi mal manejo con la formulación de preguntas, no me hace falta hacerlo.

- Yo soy Natalia, Natalia Lacunza.

Clava sus ojos en los míos mientras lo dice, de nuevo con esa expresión imposible de descifrar, y tras unos segundos, suspira, aparta la vista de mí, y se marcha, dejándome aquí de pie embobada mirando la puerta por la que acaba de salir.

Pronto llegan un par de celadores a la unidad, les doy las gracias mientras les entrego el papeleo y le deseo suerte a mi paciente, pero en realidad en lo único que puedo pensar es en lo bien que suenan en mi mente esas dos palabras.

Natalia Lacunza. 




Me ha encantado escribir esto, espero que a vosotrxs también os guste 😘

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⏰ Última actualización: Jun 09, 2019 ⏰

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