lago;

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BamBam era tailandés, vivir en Tailandia era una de las mejores opciones, al menos por ahora. No había ningún cargo con respecto a los asuntos relacionados a la guerra y eso lo hacía sentir seguro, relativamente hablando, porque tropas japonesas invadían el territorio, a montones, convirtiéndose en el punto clave del país.

Aunque ese no era un problema propiamente suyo, es decir, tenía dieciséis, lo más importante para él era no reprobar alguna de sus materias, llegar a casa y ayudar en la panadería familiar, todas las cosas sencillas para un adolescente del siglo XX, además de que si no te metías con ellos, podías seguir con tu vida normalmente.

Tailandia no estaba siendo una fuente de soldados en ese momento, aunque la preocupación de que ello fuese así aumentaba, tener una alianza con Japón en ese momento había sido lo más viable, claro, con un peligro latente de querer ser dominado al cien por ciento.

La madre de aquel joven vivaz era demasiado consciente, y cada día se levantaba con el terrible temor de que algo le sucediera a su incontrolable hijo.

—Má, ¿puedo ir al campo en la tarde?—preguntó el joven mientras pasaba el costal de harina a la mesa central dónde su hermana esperaba impaciente para poder hacer más mezcla.

—¿Llegaras noche?— preguntó la mujer mientras sacaba los panes del horno, de aquellas maquinarias viejas pero que a palabras de la mujer tenían un mejor sabor.

—No, sólo serán un par de horas.—respondió, con los ojos ilusionados, quería ir al lago, meterse a nadar y admirar el atardecer, hacía varias semanas que llevaba ansiado por ir.

Debido a la situación en la que estaba el país, poder relajarse y hacer que su vida tuviese un poco de sentido cada vez era más difícil.

Sabía que la posibilidad de una respuesta negativa era muy cercana, pero necesitaba intentarlo, incluso usando todas sus armas posibles como sus ojos, y un puchero en los labios, quizá así podría convencerla.

Se miraron el uno al otro por un segundo, su hijo tratando de lucir convincente y la mujer tratando de mantener una pose molesta, que denotase autoridad, pero nadie podía resistirse a la adorabilidad natural que desprendía aquel muchacho, ganándose un quejido que afirmaba su victoria en la batalla.

—Llegas muy noche y no vuelves a salir Kunpimook.— advirtió la mujer.

BamBam sonrió como un niño pequeño que acababa de ser recompensado, volviéndose de la nada mucho más amable, ayudando a su madre y tomando el pan caliente que esta llevaba hacía los mostradores, haciendo que su hermana se burlase de él.

—Eres tan ridículo.

—Oh deberías callarte la boca...

—No le hables así a tu hermana.— le advirtió la mujer desde lo lejos haciendo que BamBam se notase ofendido y su hermana burlona sacara la lengua, llena de victoria, burlándose del mayor.— por cierto, recuerda, si ves algún coreano o japonés, alguien vestido como las fuerzas armadas, debes regresar a casa, esos animales pueden llegar a matarte.— habló preocupada la mujer.

—Sé hablar coreano y japonés, seguro puedo llegar a un acuerdo.— tranquilizó en forma de broma, aludiendo a sus habilidades con los idiomas.

—Escúchame bien.— la mujer detuvo sus deberes.— si te escuchan hablar coreano o japonés no dudaran a llevarte a ese país, recuerda que nos están invadiendo con esa estúpida guerra, cualquier cosa te puede pasar ¿me escuchas? Que estemos en una "alianza" no implica que estés seguro.

—Si...— bajó la vista, mordiéndose los labios.— tendré cuidado, no llegaré tarde.

Al salir de la panadería de su madre, el joven pareció olvidar aquella pequeña conversación, dado que el chico saltaba de lado a lado sin importarle nada en realidad, pero nadie podía culparlo, tendría un poco de tiempo para descansar.

ilje sidae; jinbamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora