amigos;

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—Creí que no volverías.— se mofó el hombre mientras miraba la llegada del menor.

Jinyoung había llegado horas antes que él y en ese preciso momento estaba dentro del conocido lago, tomando un merecido descanso, sintiendo la suave y fresca sensación del agua rozar contra su piel.

Desde hacía unos día había encontrado ese lago y no dejaba de ir para tomar una ducha y alejarse de sus deberes como soldado, era un pequeño escape de la horrible pesadilla que estaba viviendo.

La guerra, era horrible, como una pesadilla sin fin, miles de muertes, todo por un objetivo sin sentido, más las que provocaron esta segunda guerra mundial, era como un ciclo sin fin.

—No estaba en mis planes.— acotó molesto, rodando los ojos, realmente no sabía que era lo que lo impulsó a ir de nuevo al lago.

Todo había pasado muy rápido y se había visto a si mismo volviendo a convencer a su madre para dejarlo ir, no estaba pensando, por ende no sabía si debía esperar verlo o simplemente rezar para que no estuviese en su lugar especial.

—Bien, ¿a qué debo tu llegada?— elevó una de sus cejas y observó curioso el lenguaje corporal del menor, quién lucía molesto y renuente a estar si quiera ahí parado.

—¿Por qué?— escupió como respuesta.

—¿por qué?— parecía confundido el hombre.

—Sí, vamos necesito respuestas.

—Sino me dices de que carajos estás hablando no puedo dártelas— aclaró alzando una ceja, mientras miraba al menor debatirse entre hablar o no.

—El... beso...— susurró, sintiendo sus mejillas sonrojarse.

Sentía vergüenza de si quiera decirlo, era como un horrible martirio pensar en eso, no había podido dormir la noche entera de solo pensar en aquel obsceno acto, en que no pudo hacer nada.

Se había reclamado un millón de veces por no poder reaccionar a tiempo y haber dado un buen golpe a su bien formado rostro, se reclamaba, y era obvio, cualquiera con sentido común se auto—reclamaría por no haber accionado ante un acto contra su voluntad.

JinYoung sonrió para sí, se acercó nadando hasta dar con la punta de los pies del castaño, sus brazos se acomodaron sobre la orilla y elevó su rostro, mirando directamente a ese joven.

—Digamos que me pareció apropiado para guardar un secreto.— sonrió burlón.

—¡Claro que no es un modo! ¡Somos hombres! ¡Los hombres no se besan pedazo de genio!— gritó como si de ello dependiese su vida.

Quizá no dependía de su vida, aunque de ello dependía su propio estatus, era obvio que nadie se había enterado, pero el solo pensar en que alguien se enterase lo hacía volverse loco.

Seguro sería la burla del pueblo, seguro le lanzarían miles de insultos peor aun sabiendo que no fue con cualquier chico, sino con un soldado del ejército japonés.

—Claro que se besan— respondió— ¿te recuerdo lo de ayer?

—Eres repugnante, maricón— hizo una mueca de asco, al tiempo que le enseñaba el dedo medio.

—Además no es malo, me han contado algunos amigos que en USA ocurre muy seguido.— habló tan naturalmente, omitiendo la ofensa del menor.

—¿en serio?— el soldado asintió, despertando la curiosidad del otro.

—Me han contado al punto que sería obsceno para un chico como tu...

—Pero eso no responde mi pregunta— su ceño volvió a arrugarse, haciendo que JinYoung pensase que era realmente adorable.

ilje sidae; jinbamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora