CAPITULO 1

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Marta

Contuve la respiración unos segundos antes de salir de la angustiosa cola. Solo veía gente, por todas partes y hacia todas las direcciones. Realmente ya me estaba agobiando y apenas hacía diez minutos que había llegado a la capital, fantástico.

Cuando me dieron la oportunidad de venir aquí no dudé un solo segundo. Ha sido una verdadera maravilla que mi madre, tras mucha insistencia, me dejara volar del nido para poder hacer lo que realmente me gusta. Aún sigo sintiendo sus brazos aferrados a mi cuerpo en el aeropuerto de Málaga, se negaba a admitir que su niña se haya hecho mayor. Y es que ni yo misma soy consciente de lo rápido que ha pasado bachillerato y, de un día para otro tienes que elegir tu futuro como si se tratara de una decisión cualquiera...por suerte yo siempre he tenido muy claro lo mío, que fuera fácil de conseguir y fácil de que mis padres lo entendieran es otra cosa.

Me di cuenta de que estaba parada en mitad del aeropuerto de Barajas cuando me dieron un empujón tan fuerte que por poco me caigo. Intenté conectar mi mente a mis pies y les envié señales para caminar hasta un rincón algo más tranquilo.

No hacía tanto calor como en Málaga, pero la cantidad de gente por metro cuadrado provocaba una sensación de agobio que casi era peor que unos grados de más. Definitivamente me iba a costar acostumbrarme.

Vi las cinco llamadas perdidas y los cientos de mensajes de mi amiga según encendí el móvil. No podía culparla por estar tan pesada, es gracias a ella que hoy pueda estar aquí. Cuando se enteró de que tenía intenciones de mudarme a Madrid para seguir estudiando música y artes escénicas, movió Roma con Santiago para que mis padres me dejaran. Me matriculó en su misma academia para darle a mi madre la seguridad de que estaría bien, pues es un sitio de confianza. Su dueños y fundadores son íntimos de sus padres, y ella lleva estudiando ahí desde pequeña, me aseguró que me iría genial.
Al igual que me aseguró que mudándome a su piso solo les hacía un favor a ella y a su compañera, al parecer no iban muy bien de dinero y hacía tiempo que buscaban a alguien más para compartir el piso.

–Nat? – dije al teléfono sin intentar ocultar la ilusión que me rebosaba.

–Marta! ¿Has llegado ya? ¿Por qué no me coges el teléfono? Estaba más nerviosa que ocho nerviosas, si te pasa algo tu madre me mata y me entierra y me...

–Nat!– la frené, cuando entraba en ese bucle no había quien la parara– tranquila, estoy bien, ya estoy en el...– paré de hablar de repente cuando el móvil comenzó a emitir unos pitidos como si se tratara de una bomba.
Mierda, no, no, no...la batería.

-Illo, ya empezamos mal- hablé conmigo misma tratando de no estampar el aparato del diablo contra la pared. La había cargado. Tenía batería...
<Respira Marta>

Después de evitar el ataque de ansiedad al verme sola e incomunicada en un sitio desconocido, recogí mi maleta de la cinta para coger mi cargador de ahí. A pesar de mi mala orientación, podría intentar apañarmelas para ir sola hasta mi nuevo piso sin necesidad de que Natalia me recoja, pero también tenía la dirección apuntada en mi inservible móvil. Dios, debía estar histérica llamándome.

Volví rápidamente al sitio tranquilo de antes para abrir la maleta y solucionar las cosas.
Ilusa, mi mala suerte no acababa ahí. Lo primero que encontré al abrir la maleta fue una cantidad de ropa desordenada y tan negra que me nubló la vista unos segundos. Rebolví un poco entre ese caos, sacando alguna camiseta que rezaba porque se me hiciera familiar, pero no, desgraciadamente esa maleta no era mía, tan solo una idéntica.

Tuve que contener el grito de frustración que luchaba por salir de mi garganta mientras seguía rebuscando entre las cosas de alguna desconocida. Con suerte tendría un cargador que pudiese utilizar hasta solucionar mis problemas. Pero no, solo eran montones desordenados de ropa, un neceser vacío y... ¿eso era...? Dios.
Solté rápidamente la caja de aquel aparato al leer lo que era en unos de sus laterales. Debía ser idiota, quien me viera en el suelo del aeropuerto con una maleta abierta y un vibrador en las manos no iba a tardar mucho en alejarse.

Don't  ||  MARTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora