1. Arcoíris

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La noche anterior, casi sentía la muerte llegar. Pensaba que Tweek tendría la amabilidad de acompañarlo hasta la salida, pero una vez le dio la extraña y estúpidamente exigente nota, lo sacó de la habitación y que se las apañara solito para salir de ahí con vida.

Esperaba que los guardias siguieran entretenidos con los sujetos, pero no. Ya todos se encontraban en sus posiciones iniciales. 

Craig no sabía que podía correr y escalar tan rápido, hasta ese momento. De haberlo sabido, se hubiera apuntado al club de atletismo cuando iba en la preparatoria, y quizás ya hasta sería medallista olímpico, y no tendría que estar en una maldita isla tratando de averiguar cómo cumplir los caprichitos de un omega mimado.



Ya con la mañana del día siguiente, Craig se encontraba sentado en una de las bancas del paso tan bellamente decorado con lirios y algunos girasoles que guiaban a la Mansión Tweak, justo en el límite para que los de seguridad no le reclamaran nada. Aunque por supuesto, ya se había ganado a pulso el ser vigilado, pues una persona que lleva estático en un lugar más de dos horas, ya resulta muy sospechosa.

Se estaba quemando el cerebro pensando. Si quería cumplir todo lo de la nota, tendría que realizar una tarea cada día para regresar a casa antes de la boda de Wendy.

Miró al cielo, estaba muy nublado, ni un solo rayo de sol que se asomara de entre las nubes, por lo cual, aunque lloviera, un arcoíris no podría formarse.

"Y aunque se formara un arcoíris, ¿de dónde carajos conseguiría el tesoro?, ¿¡de un duende!?" -Meditó, al tiempo que pasaba sus dedos por los mechones de su negro cabello, en señal de desesperación y cansancio mental.

Volteó un segundo hacia la gran casa, y logró divisar una figura de cabello rebelde subir por la barda. Ahogó su risa, cuando vio al chico pelear con una rama pues el yukata que vestía se había atorado, una vez solucionó su problema, corrió hacia el bosque que rodeaba a la construcción.

Dudó en informar a los de seguridad, pero al percatarse de que estaban coqueteando con las "señoritas" que ayudaban en la mansión, prefirió callarse y seguir él mismo al muchacho, tal vez podría presentarse una oportunidad.

Había pasado ya un rato desde que inició su seguimiento, pero una vez el chico dejó su desvió del bosque y pasó al pueblo, lo perdió de vista. Craig sólo había parado un segundo a mirar una vitrina de juguetes, que tenía expuesto en su escaparate figuras de colección de Red racer que nunca había visto, y si no fuera porque estaba ahorrando dinero como loco, esas figuras ya serían suyas.

Llevaba un rato dando vueltas, juraría que incluso ya había recorrido todo el pueblo varias veces (exagerado, por supuesto que sí), de pronto sintió una gota mojar la punta de su nariz, luego otra en su hombro, hasta que poco a poco el piso se pintaba de tonos más fuertes gracias a las gotas de lluvia y el aroma a tierra y vegetación mojada inundaba el ambiente.

Le gustaba ese olor, le causaba bastante tranquilidad y una sensación de libertad. Estornudó, tenía que regresar a su motel lo más pronto posible, o se enfermaría.

Miró por última vez a sus alrededores, esperanzado de poder divisar al chico de piel tan pálida. Tenía clara la idea de que el chico era sin duda fuerte, el dolor de huesos que tenía de la paliza que le había dado la noche anterior, se lo recordaba. Pero, con su complexión, de seguro se enfermaba con gran facilidad, por ello, se sentía ligeramente preocupado.

No logró ver nada, más que algunos negocios levantando sus cosas para retirarse a sus casas. Así que alzó los hombros restando importancia a su búsqueda, pero antes de dar la vuelta y regresar a la modesta habitación en la que se hospedaba, un aroma que él jamás podría olvidar, invadió sus fosas nasales. Esta vez, era mucho más fuerte y como una corriente eléctrica que recorrió toda su espina dorsal, sabía que Tweek estaba en peligro.







Lucky kiss - CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora