Capítulo 8: El fantasma del pasado

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Los ojos de Alma se abrían, y no por la alarma de su teléfono, o por un llamado, ni siquiera por una pesadilla

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Los ojos de Alma se abrían, y no por la alarma de su teléfono, o por un llamado, ni siquiera por una pesadilla. Se despertaba sola, su ciclo de sueño concluía de forma natural, borrándole de la memoria cualquier mal sueño que hubiese tenido en la noche. Ella rodó un par de veces en su cama hasta comprender que seguía siendo temprano, por lo que aprovechó a darse el baño que merecía tras el día anterior.

—¡Achís!

Era un mal momento para enfermarse, sin embargo los chuchos de frío no se hicieron esperar al momento de salir envuelta de toallas del baño.

—¡Qué mal te ves! —exclamó Cathy, al cruzarse a su sobrina semidesnuda por los pasillos.

De inmediato, Cathy le tomó la temperatura con su mano. La piel de Alma se volvía amarillenta y contrastaba con enormes manchones rojos, al igual que sus ojos irritados y la punta de su nariz, la cual no dejaba de gotear.

—Con un antigripal estaré como nueva. —Alma decía esto a pesar que los chuchos de frío la invadían—. Ayer tomé algo de frío.

—Necesitas reposo. —Cathy asintió segura de lo que decía—. Acuéstate en la cama y te llevaré un té de limón y el antigripal.

Alma hizo caso, no se negaría, aún no recibía noticias de los centinelas. Haber pasado todo el día con el cuerpo húmedo, mientras desgastaba el físico, tenía sus obvias consecuencias.

En ese instante de relajación el teléfono sonó. Alma ahogó sus insultos para ver de quién se trataba.

"Estoy en la puerta de tu casa, ¿tomamos el tren juntas?"

Era Jazmín.

<<Bendito alivio>>, pensó.

Olvidaba que de vez en cuando podían viajar en compañía, charlar y compartir galletas. Como buenas vecinas y mejores amigas, acostumbraban a ir a todos lados juntas, aunque eso se había cortado un poco desde que sus horarios de estudio no coincidían.

"¿Puedes pasar a saludarme? Estoy en la cama con fiebre".

Sin pensarlo dos veces, Jazmín golpeó la puerta y Cathy la atendió de manera amable. La joven, era parte de la familia.

—¡Qué horror! —exclamó la morocha, abriendo la puerta de un azote. Su energía era exuberante para la mañana, siempre alegre, con ganas de vivir—. ¿Por qué pareces la representación del suicidio?

Alma, en cambio, era un pan mojado. Sus niveles de endorfinas estaban por el piso.

—Quizás lo sea. —Alma se sentó en su cama y abrazó a Jazmín—. Ayer tuve un día fatal. Casi me muero cuatro veces.

Jazmín carcajeó escupiéndole la cara, a pesar que no se trataba de un chiste.

—¡Siempre tan exagerada! —Jazmín le golpeó la espalda—. Pero te entiendo, así es la universidad. ¿Qué tienes que leer? Puedo ayudarte a repasar, tengo resaltadores nuevos, huelen exquisito.

Sociedad centinela  INCIACIÓN -Parte I-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora