El tiempo se desteñía en un degradé violáceo. Las oleadas de hojas secas, por el incipiente otoño, eran el perfume de las 7:23 p. m.; y los postes eléctricos, contrastando con las obras en construcción, creaban la ilusión de estar en un comercial de baja calidad, musicalizado por un par de guitarras ligeras, suaves redoblantes y una voz grunge en sus auriculares. El atardecer procuraba retrotraer a Alma a una adolescencia lejana y olvidada, una a la que apetecía regresar para remendar sus viejos errores, aunque eso significara perder sus aprendizajes de vida. Por eso caminaba cada vez más despacio, pensando en cada paso, con el miedo a equivocarse como en aquellas épocas.
Como fuera, le gustaba eso, la simpleza de la rutina y de aquellas calles que conocía de memoria. Era un grácil gusto masoquista por la tristeza del paso irrefrenable del tiempo, un sentimiento de pérdida y vacío constante. Congelar el tiempo, o guardarlo en un VHS era su sueño, salvo que no lo haría esa tarde. La vida sin tropiezos no era vida.
En las desoladas calles en donde se oían algunos televisores de las casas, entre murmullos de los vecinos, un automóvil negro perlado salió de quién sabe dónde, acelerando hacia ella con el mero propósito de matarla.
La paz se quebró. El ruido blanco se transformó en un chasquido de neumáticos raspando el asfalto. Alma sintió su cuerpo enfriarse y sudar en un segundo, una ventada de aire la cacheteó de frente. Iba a vomitar su corazón y morir del susto antes que del golpe. Peor aún, sintió su muerte más cerca cuando, en vez de aplastarla, los frenos del susodicho rechinaron a sus pies y los golpes secos de las puertas, abriéndose, le indicaban solo una cosa: no tenía escape.
Una fuerte mano ahogó sus gritos de auxilio. Un brazo fornido la metió dentro del vehículo.
Alma desapareció del escenario dentro de aquel auto negro.
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Sociedad centinela INCIACIÓN -Parte I-
Fantasi7:30 p. m. Alma es raptada a pocas calles de su casa. 2:32 a. m. regresa a su hogar sin un rasguño. Algo ha cambiado para siempre. Ahora lleva a cuestas una verdad que hubiese deseado no saber. A pesar que lo grita a los cuatro vientos nadie le cre...