Capítulo 15: Gatas ácidas

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El clima tempestuoso no les daba tregua; parecía traer consigo una maldición

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El clima tempestuoso no les daba tregua; parecía traer consigo una maldición. Los truenos y relámpagos rebotaban en los techos del campo en dónde se encontraban los chicos, esta vez sin Alma.

Debían entrenar para lo que se avecinaba, una batalla incierta. Esta vez no contaban con nadie que los pudiera contener. Estaban solos en el país, y se sentían solos en el mundo. Ellos eran los líderes ocultos que nadie percibía, tenían en sus manos un poder que apenas podían valorar como para responsabilizarse como era debido.

Todo hubiese marchado sobre ruedas, si tan solo el supuesto conflicto con la Orden de Salomón no hubiese existido. Los jóvenes habrían aprendido las enseñanzas de la sociedad a su tiempo, y se habrían hecho cargo de los trabajos administrativos. Ahora, el mundo se les venía encima.

Reunidos en la sala principal, la División Alfa era acompañada de un triste silencio, casi en penumbras, carentes de palabras de aliento. La borrasca hostigando los ventanales con furia, parecía cómplice de las malas energías.

Sobre la pequeña mesa, frente a una gran chimenea recubierta de piedra, los esperaban sus tótems listos para el entrenamiento: la espada de Mao; la ballesta de Yaco; las manoplas de Luca; las navajas de Gary y el látigo de Lisandro. Las tomaron en silencio dirigiéndose al cuarto más grande, el mismo que Alma había llenado de nieve. Lucía impecable, tal vez gracias al buen servicio de limpieza que poseía la Sociedad, pero ese era otro tema.

Enfrentados, quedaron Gary y Luca contra Mao; y Yaco contra Lisandro, se disponían a usar sus siddhis entre ellos. Su mirada decía todo lo que sus labios no pronunciaban, darían todo en esa pelea, como aquella vez en El Antro.

Una energía descomunal fluyó de cada uno de los cuerpos, como si de magia ancestral se tratara. El fuego que rodeaba a Luca era visible por el ojo mundano, un aura gigantesca, caliente y asfixiante era contrarrestada con el aura incolora y volátil de Mao, que provocaba remolinos en toda la sala, haciendo danzar a sus largos cabellos negros como serpientes. Gary se protegía a sí mismo con una electricidad que chispeaba en su cuerpo; tonos azulados y blancos lanzaban centellas y lo elevaban centímetros sobre el suelo. Aproximarse a Yaco era un problema, cuanto más cerca, más fuerte era la turbulencia que surgía desde sus pies, con ello una polvareda se elevaba dificultando la visión. Lisandro podía neutralizarlo con la humedad de su aura, con sus tonos azulados mojaba su entorno.

Con la espada Jian envuelta en un tornado, Mao lanzó el primer golpe a sus oponentes. Luca expulsó sus puños en llamas, sin miedo a la filosa arma. Gary, el chico piadoso, saltó para lanzar cortes eléctricos hacía los dos jóvenes, sin oscilar, el impulso eléctrico y las llamas esparcidas por el viento alejaron a los tres jóvenes por el aire. Las flechas lanzadas por Yaco, se convertían en otras diez hechas de tierra. Con su látigo cubierto de agua, Lisandro, golpeaba las flechas que caían, pero no era demasiado rápido, y Yaco no estaba lejos del rango del peligro, ambos eran golpeados por los ataques del otro. Todos ellos eran sus propios oponentes. Todos contra todos.

Sociedad centinela  INCIACIÓN -Parte I-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora