29💎. Secuestro II.

877 88 6
                                    

MARATÓN 3/3

1 mes después.

Ya me estaba cansando de este infierno, Ignacio se volvió un loco, siento que voy a morir. Solo puedo ver 3 veces a la semana a las nenas y eso me está volviendo loca.

Aproveche la puerta media abierta y trate de salir, cuando me encontré abajo escuche unos suspiros y respiraciones agitadas. Al verlo ahí, encima de Melisa me dio asco.

Arcadas se hicieron presente, él levantó la vista y se puso la ropa interior, corrí trate de entrar en la habitación, por lo menos eso, pero antes de entrar me agarró de los pelos haciendo que suelte un gemido de dolor.

—¿Q-qué quieren de mi? —pregunte caminando a fuerzas. Él soltó una risa y me tiro sobre la cama.

No otra vez...

—Nada, todavía. —habló con vos ronca, salió de ahí pero antes me miro. —la próxima te mato. —y cerró con llave.

Era una estupidez lo que hacían, y más él, después de todo fuimos algo. En este mes que estuve acá, por suerte solo llegó a sobrepasarse 3 veces, las otras parecía que recapacitaba pero siempre que venía borracho se desquitaba conmigo.

Agarre la ropa que me dejaron y me fui a bañar, primero me mire al espejo, estaba lastimada, mi cara demacrado, mis labios secos y rotos, mis ojos tenían un gran color morado abajo.

Se me quebró la garganta y sentí mis ojos arder cuando de ellos salieron lágrimas, necesitaba a mis hijas y estar en mi casa. Me senté contra la puerta mientras tapaba mi cara con mis manos. Me bañe temblando, aunque haya gritado más de 3 veces que calienten el agua me ignoraron.

Me sentía inútil en estas 4 paredes.

—¡Traigan a mis hijas! —pedí gritando en la puerta de la habitación, las escuchaba llorar. Sentí impotencia al quinto grito, cuando la puerta se abrió lo más fuerte que podía. Esta vez era Micaela, me dejó las nenas con paciencia.

—Deja de gritar. —agarró de las mejillas, apretando mis puños deje que se vaya. Me sobe mi cara y me acerque a las nenas. Las abrace y dejé que algunas lágrimas salieran. Ellas no tenían nada que ver.

Paulo:

—¿Hay noticias? —pregunte con la voz quebrada, no podían ser más lentos.

—Estamos haciendo lo posible. —trató de tranquilizarme. —Vimos a la señorita Micaela ir para una carretera desierta. Nuestro próximo objetivo sería ir detrás de ella. —dijo. Los padres estaban muy mal, se notaba por el notorio cambio que tenían.

—Yo quiero ir con ustedes. —me metí, negaron mirándome fijamente.

—No. Estamos haciendo una investigación a fondo, sus movimientos, últimamente estuvo muy en su casa y eso no nos ayuda. —soltó mirando a todos.

—¿Quiere decir que no es sospechosa? Pero no se quien más podría hacer eso. —habló la mamá dubitativa.

—¿Encontraron a Melisa? —pregunte con el entrecejo fruncido. Negaron. ¿Cómo no se me ocurrió antes? —¿En ningún momento se le paso por la cabeza que ella tiene que ver con esto? —espeté mirándolos mal.

—Calmate. —me pidió el oficial. —La tuvimos en cuenta, pero hubo gente que dijo que la vio en otros países, descartamos que pudiera estar por aquí. —agregó tratando de tapar el semejante error.

Suspire, me levante de donde estaba sentado y salí de ahí escuchando como me pedían que me quede.

Me subí a mi auto y fui para la casa de las amigas de ella. Tenía que conseguir ayuda, y quienes más que ellos, mis amigos.

Se habían enterado y estuvieron al tanto, la idea de que me ayuden les va a gustar.


¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯
-6

Casada a los 17 • Paulo Londra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora