—¡Primer día de escuela! —gritó Lo al abrir la puerta de la habitación de Roscoe.
Roscoe se removió en su inmensa cama, solo sus pies estaban fuera de la sábana. Había crecido demasiado y ahora sus pies sobresalían de la cama si se estiraba demasiado. Su cabeza se levantó entre todas sus almohadas y lanzó un suspiro al aire. Tenía dos problemas.
Uno: la tienda de campaña en sus pantalones.
Dos: el inicio de clases.
Ambos problemas comunes con una misma solución: una ducha fría para aceptar las realidades del día.
Se levantó arrastrando su cuerpo hacia la derecha, hasta acabar en el borde de la cama, puso sus pies embutados en sus calcetines de Yoda en el piso y bostezó. Tenía el pelo hecho un desastre; los mechones color azabache le caían en la frente, la posterior de su cabeza parecía que había sido soplada con un sopla-hojas. Roscoe carraspeó para arreglar su voz e impulsó su cuerpo hacia adelante, se puso de pie y se estiró, sus ojos azules al fin se abrieron, acomodándose a la luz del día, lanzó un gruñido de protesta al aire cuando los huesos le crujieron.
—Mírate… —murmuró Lo desde la puerta, con un paño de cocina sobre el hombro y usando un delantal de cocina—. Mi último bebé Rain en su primer día del último año de colegio —Lorena empezó a abanicar su cara con su mano para tratar de retener las lágrimas que la amenazaban con salir—. Estás tan grande, Roscoe… —murmuró ella limpiándose una lágrima con la mano.
—Lo, no otra vez… no llores. Sabes que no sé qué hacer cuando las chicas lloran —se quejó caminando hacia ella—. Sabes que no te librarás de mí hasta los veinticinco.
—¡Tú sabes que no es así! —lo acusó ella—. Eres tan independiente, ni cuando eran un bebé me necesitaste tanto como tus hermanas o tu padre.
—Lo…
Roscoe suspiró. Era un poco cierto, sabía cómo valerse por sí mismo desde mucho antes de cumplir los diez… aun así quería a Lorena como su propia madre, aunque pudiese independizarse fingiría que no sabía cómo cocinar una tostada solo para hacerla feliz.
—El desayuno está listo, apresúrate —Lo terminó de limpiarse las lágrimas y le dio una última sonrisa antes de retirarse—. ¡Necesitas un corte de cabello! —gritó cuando él ya no podía verla.
Roscoe se rió y se pasó una mano a través del pelo desordenado, luego lo sacudió como si intentara deshacerse de los nudos de esa manera.
—No sería Roscoe Rain si no necesitara un corte de cabello —murmuró él irónicamente—, y definitivamente no lo sería si me corto el cabello. Van a tener que obligarme de nuevo.
Roscoe se dio una larga ducha, estaba esperando que fuera un día tranquilo. Ryan vendría por él, pasarían por Shelsy y luego por Noah para ir al temido instituto Midwood. Esperaba poder pasar la tarde con Shelsy, aunque sabía que ella tenía entrenamiento de ballet, al menos acompañarla a su entrenamiento. Cada minuto que pudiera pasar con ella valía la pena.
Había estado enamorado de la chica desde que ella le dio un golpe en clase de artes en la primaria y luego estampó su cara cubierta de pintura azul contra el lienzo para su proyecto de artes (en el cual sacó un diez), desde entonces también se habían convertido en amigos inseparables. Antes de eso a Roscoe le parecía que nadie era lo suficientemente bueno para tener su amistad, nadie compartía tantos gustos con él como para eso. Sin embargo, Shelsy era tal vez demasiado buena para ser su amiga. Roscoe la quería, pero había estado reprimiéndolo porque sabía que jamás sería su tipo de chico.
Cada vez se hacía más obvio; Lorena lo sabía, su padre lo sabía, Noah, su otro mejor amigo, lo sabía… incluso los hermanos de Shelsy lo sabían. A lo mejor la misma Shelsy lo sabía, pero sabía que él no quería arruinarlo y simplemente ignoraba ese hecho. Era una duda existencial para Roscoe.
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Escapando de la popularidad [LVDDLP #2]
Teen FictionRoscoe Rain tiene todo para ser popular: un físico envidiable, un buen auto, dinero, un puesto asegurado en el equipo de futbol, una fila de candidatas al puesto de novia, buenos contactos, un montón de chicos queriendo ser sus amigos y un gran inte...
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