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3. Lasaña incinerada.

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—¿Ser amiga de Shelsy es parte de algún plan macabro para llegar a Roscoe? —interrogó Mason, echado de espaldas en la cama de Melanie, jugando con uno de los almohadones esponjado de su cama.

—No, no lo es —Melanie se cepillaba el cabello en el espejo—. Es verdad que me agrada… creo que sería una gran amiga ¿tú no lo crees?

—Sí, pero…

Mason se quedó pensándolo. Él sabía de sobra que Shelsy estaba enamorada de Roscoe, porque había estado mirándola, a ella y a Roscoe. Claramente era atracción mutua y él lo sabía. Era lo suficientemente perceptivo para notarlo… sin embargo no se lo dijo a Melanie. Se reservaba sus razones.

—Pero ¿qué? —inquirió Melanie, volteándose a verlo.

—Nada —negó con la cabeza—. Nada, tranquila. Tú… ve por él.

—Lo haré —Melanie se rió como una pequeña.

Unos nudillos se estrellaron contra la puerta de la habitación de Melanie. Ella vociferó un “adelante” y el señor Sumpter Duncan entró en la habitación. El padre de Melanie era grande, alto, vestido de traje, con una mirada fría e intimidante. Daba miedo, incluso a sus propios hijos. Tenía tres hijos; un varón de veinte, Melanie, de diecisiete y una pequeña de ocho años, todos rubios y cada uno con un gran intelecto, muy bien educados. Se había asegurado de criarlos el mismo y formarlos para un gran futuro.

—Son las seis —anunció él—. La cena está servida, Melanie. Mason, ¿te quedarás a cenar?

—Muchas gracias, señor Duncan, pero mamá me espera —se levantó de un salto de la cama y cogió su mochila de la silla—. Adiós, Mel, nos vemos luego.

Se retiró, dándole una leve palmada al señor Duncan en la espalda. A veces le irritaba que Mason se tomara tanta confianza con él, pero se habían conocido desde que él era un bebé, así que no hay excusas para no hacerlo.

El señor Duncan miró a Melanie y trató de sonreírle, pero jamás lo hacía. A veces ella quería que lo hiciera, se sentiría más como un padre que como su cuidador. Él miró sobre el tocador de Melanie y frunció el ceño. Caminó hasta ella tomó la fotografía que descansaba sobre la mesa. La miró detenidamente antes de ver a Melanie, quien contenía el aire. Era la fotografía de la fiesta de Halloween del año pasado. Estaban Mason, Melanie y Jolene, la hermana menor de Melanie, pero también estaba Diego, con Jolene sobre su regazo y ofreciéndole una mirada hermosa a Melanie.

—Pensé que ibas a deshacerte de todo lo que te recordara a él —interrogó su padre, con aquel tono frío de siempre—. Aun guardas esto.

—Sí… —Melanie la arrancó de sus manos y la abrazó a su pecho—. Es que está Jolene y Mason… quiero conservarla, si me dejas.

Su padre pareció pensarlo por un momento.

—Apresúrate, tenemos que cenar ya —fue lo único que dijo antes de retirarse.

Melanie suspiró y dejó la foto en su lugar.

***

Para cuando Roscoe llegó a casa, Lorena lo esperaba emocionada, para preguntarle cómo había estado su primer día. Le preparó unas galletas y lo sentó en la mesa de la cocina para que le contase. Él le dijo las cosas más importantes; como que tenía un montón de clases junto a Shelsy y Noah, el gracioso hecho de que el entrenador gay de futbol lo había interceptado para pedirle formar parte de su equipo, el otro hecho gracioso de que ahora las chicas lo miraban demasiado.

—Bueno… eres un chico guapo —le dijo Lorena—. ¿Por qué te sorprende tanto?

—Las chicas no me notas a menudo —se encogió de hombros—. Melanie jamás me había hablado. Hoy extrañamente me invita a un baile e insinúa que está “disponible” ¿qué quiere de mí? Esa es la verdadera pregunta.

Escapando de la popularidad [LVDDLP #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora