Durante la creación, tan perfecta como lo dibujan, hubo un pequeño error. Lucifer había retado a su Padre para luego ser desterrado hacía el abismo y la perdición. Él, al sentirse rechazado y traicionado, decidió hacer su propio camino, donde crearía y alzaría su reino.
En aquel siglo, en algún punto del tiempo, Lucifer había logrado su cometido. La guerra entre el bien y el mal comenzaba.
Durante la época oscura, los horrores inimaginables habitaban entre los humanos, atormentando a almas inocentes y llegando poco a poco a cada rincón del mundo.
Ellos, al ver todo el desastre, relataban las más horrendas historias para así crear miedo y poder cuidar de los más pequeños y que estos no abandonaran sus hogares por la noche.
Así fue el pasar de la historia, hasta que la aparición de la Iglesia formo de nuevo la fe, expulsando a toda criatura maligna de la luz y enviándolas nuevamente a la oscuridad.
La humanidad fue olvidando aquellos tiempos; sin embargo, las historias se volvieron leyendas y estas, en culturas. Muchos formaban festivales de celebración en homenaje a todo lo sucedido, trayendo risas y muchas más anécdotas a la población.
Los más ancianos, aquellos que aún recordaban dichos sucesos, temían de vivir en el bosque o en las montañas ya que las criaturas podrían volver a aparecer por ende, se aplicaron reglas a toda la población para así evitar más tragedias.
Muchos fueron advertidos sobre las sombras que podían habitar en las cuevas, demonios por el bosque y criaturas extrañas en las praderas. Dejaron claro que nunca se debía pasar los límites o explorar los caminos que aún no eran permitidos.
A pesar de las advertencias, los Anaya, provenientes de Alemania, sabían bien que las mejores cosechas se daban en las zonas boscosas o en los grandes claros, haciendo caso omiso a las advertencias, se instalaron a unos cuentos kilómetros del pueblo.
Hécate, la hija menor de la familia, era la más curiosa, su cabello era rojo y sus ojos eran tan negros cual carbón, su piel era blanca como la leche mientras que su cuerpo comenzaba a resaltar. Una joven así en aquella época era toda una bendición.
Lejos del bosque, en un mediano pueblo, vivía Krame. Un joven proveniente de una familia pobre, de ojos color miel, piel blanca y su cabello no era nada especial.
Mientras que Hécate ayudaba en casa e iba al pueblo para vender las cosechas que recolectaban; Krame se dedicaba a trabajar herrería en los pueblos vecinos. Él tenía dieciséis, ella quince.
Eran tiempos duros pero ambos buscaban la manera de poder vivir mejor.
Una noche, Hécate sale de casa en busca de la famosa flor lunar, pensaba que serían un regalo hermoso para el altar de su abuela.
La leyenda contaba que la Diosa Lunar tenía el poder de juntar a las almas, almas que estaban destinadas a compartir toda una vida. Pero, ¿aquello sería cierto? Esa noche había luna llena...
Luego de haber viajado hasta la pradera de dichas flores, Hécate se dedicó a caminar por la carretera de tierra.
Krame venía montado en su carreta, su caballo de color negro y su pequeño faro era quienes le hacían compañía. De pronto, este pudo divisar a una espléndida melena roja con una capa de color olivo. Aceleró el paso del caballo, ¿que hacía una joven como ella en ese lugar?
-Buenas noches. -Pronuncio. -¿A donde se dirige señorita?
Hécate se giró, posando sus ojos en los de aquel forastero al igual como hizo él. Krame se sorprendió por tan espléndida belleza, su espesa cabellera era como el fuego y llegaba a la altura de sus caderas, sus ojos eran del color de la noche y sus labios cual carmín.
Ella le dedico una gran sonrisa.
-Voy a casa, mi señor.
Esa noche, la Diosa Lunar hizo de las suyas. Junto a dichas almas, flechándolas de por vida.
Con el pasar de los años, el amor de ambas almas se hizo más fuerte y juntos crearon a una nueva vida, la pequeña Camila. La niña era adorada por toda su familia, decían que la pequeña reflejaba el brillo del sol en sus ojos y el fuego del mismo en su cabello. Con su nacimiento, trajo alegría, amor y mucha prosperidad en la familia.
Eran tiempos muy felices, no existía el miedo o la oscuridad. Pero, ¿podría siempre ser así?
Esta es una historia de cómo un amor inocente nace en medio de una guerra, la tragedia y el veneno. ¿Estas listo para leer?
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Luz de luna ©
FantasíaAunque Dios hubiese creado el mundo en 7 días y hubiese otorgado el poder de profetizar, de poder hablar sobre lo que sucedió y posiblemente sucederá, no había sido lo suficiente... Había un pasaje que hacia falta, algo que se perdió en el tiempo, ¿...