Capítulo 1.

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Acababa de terminar la jodida selectividad, logrando así esa libertad que mi alma ansiaba desde que estas tortuosas semanas de estudio empezaron, siendo lo primero que pensé en emborracharme hasta no acordarme ni de mi nombre, mientras quemaba una a una, todas esas puñeteras hojas que me habían arrastrado por el camino de la más absoluta amargura durante un año.

Así que decidí emprender mi gran idea y llamé a mi amigo Miki.

- Acabo de terminar, y solo pienso en una cosa, alcohol; N

- Joder mucho has tardado Natalia, pero no te preocupes sabía que lo ibas a querer ya lo tengo todo preparado tu solo estate lista a las nueve, que si no me voy y te dejo en tu puta casa y lo sabes; M

- Vale perfecto, luego nos vemos; N

Miki era mi mejor amigo desde que tengo memoria, siempre habíamos sido la peor de las combinaciones, logrando destrozar cualquier cosa que a nuestro alcance llegara, creando auténtico pavor entre nuestras madres, al no saber nunca cuál había sido nuestra última brillante idea.

Cuando terminé de hablar con Miki me tumbé en mi casa y empecé a idealizar lo que iba a ser mi verano, lo tenía todo pensado, no quería que se me escapara ni el más mínimo detalle, queríamos hacer de este verano el verano de nuestras vidas, y lo íbamos a hacer. Luego de fantasear un rato, me senté en mi cama y vi en una esquina de mi habitación mi guitarra, la cual estas últimas semanas tenía más que olvidada, me acerqué y la cogí, para posteriormente sentarme en mi cama, y rasguear un poco las cuerdas y escuchar ese tan familiar sonido.

La música era mi mayor pasión en esta vida, junto la pintura, y tocar mi guitarra hacía que todo lo que sentía se centrara en esa canción, siendo muchas veces las canciones que tocaba y cantaba composiciones mías, que dejaban fluir todas esas emociones que guardaba dentro de mí. Y que no podía dejar que nadie viera por temor de lo que fueran a decir.

Decidida me puse a tocar una de mis canciones favoritas, mientras que sentía que todos esos sentimientos se me agolpaban, haciendo que rebosara en forma de lágrimas, pero no paraba de tocar, sabía que necesitaba esto, sino lo sacaba me acabaría consumiendo y no lo iba a permitir.

Nada más terminar la canción solté mi guitarra de la manera más rápida que pude y me tumbé en mi cama, mientras que mis lágrimas salían con más intensidad, y se me escapaban sollozos, imposibles de contener.

Poco a poco intenté serenarme, hasta que solo se me escapaban pequeñas lágrimas, que intentaba quitar con el dorso de mi mano, esto era algo normal en mi tocar una canción con tanto significado y ponerme a llorar, solo esas lágrimas sabían lo que guardaba, y no pensaba dejar que nadie pudiera leer mis secretos en ellas, por lo que siempre intentaba mantenerme fuerte, así nadie sabría lo que escondía.

Mis pinturas estaban cargadas de tristeza, desesperación, cosa que a todos extrañaba ya que no era típico de mí no verme feliz y sonriente descolocando a todo aquel que las viera y me conociera lo más mínimo, muchas veces había intentado pintar cosas más alegres pero mis manos como de si vida propia tuvieran volvían a recrear escenas cargadas de dolor, siéndome imposible cambiarlo.

Me sentía una total y absoluta incomprendida, un barco a la deriva que espera ser rescatado y que lo lleven al puerto, cada día mis secretos pesaban más y como si cadenas fueran oía su ruido al moverme y su presión ejerciendo en mí provocando un dolor indescriptible.

Mi secreto no era otro que mi sexualidad, me gustaban las chicas, y como si fuera el mayor pecado de todos lo tenía que esconder, y cada día me cansaba más, nadie sabía de ello, debido a que el lugar donde vivía tenía una mente un tanto retrógrada, haciendo que sus prejuicios fueran como rocas, que me aplastaban sin dejarme respirar.

El problema era es que no solo el pueblo donde vivía era así sino mi familia también, ellos tan perfectos y majestuosos la familia cristiana perfecta, donde un hombre y una mujer engendran varios hijos, rodeados del resto de su familia.

Lo nuestro era solo puras apariencias, la imagen tan pura y angelical solo era una mera falsa para esconder lo que pasaba de puertas para dentro, mi padre estaba lejos de ser el fiel esposo, o por lo menos hasta que dejara de meter a su amante debajo de su mesa en su despacho, podía sonar muy cliché pero, mi familia lo era totalmente, mi madre era una buena persona, ella era muy cariñosa y sonriente, todos decían que mi sonrisa la había heredado de ella, pero me daba pena que estuviera bajo la figura de aquel ser que era mi padre, porque el no solo engañaba a mi madre, sino que era una persona jodidamente mala, guardaba un odio y asco que podían hacer enfermar a cualquiera.

Era homófobo, racista, machista, el en sí era mi peor pesadilla, mi infierno personal, que no me dejaba respirar ni un segundo, tenía todo aquello que yo odiaba, y yo sin el saberlo tenía todo lo que el odiaba también, había visto y escuchado de la manera de la que hablaba de los gays, y yo porque no lo sabía, pero por que fuera su hija no iba a ser menos de eso estaba segura.

Y por último estaban mis hermanos, tenía dos una chica y un chico. Elena tenía 14 y Santi 16.Y junto a mi madre eran toda mi vida, eran las personas más maravillosas que podían existir, haciendo que la existencia de mi padre valiera algo la pena, ya que gracias a él en parte ellos estaban allí.

Pero ni el amor que le tenía a esas dos personitas y a mi madre, hacía que me quisiera quedar allí, necesitaba salir de ese pueblo cuanto antes y así poder vivir mi vida, sin tener que preocuparme de lo más mínimo del que dirán, haciendo que mis notas marcaran mi destino agobiándome aún más que cualquier persona.

Aunque hoy no era día de pensar aquello, era día de celebrar que mis años en el instituto habían acabado y estaba más cerca de la vida que siempre quise vivir, y por eso iba a empezar a disfrutar desde ese momento.

Tu y yo una historia inacabadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora