Capítulo VII

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—No puede ser, ya incluso puedes sustituirme en las olimpiadas —le dije, no era juego. En realidad estaba asombrada. Había podido responderme, sin resolver previamente en papel, una ecuación cinemática de las leyes estáticas en física.

—Rosseeeee, basta, no juegues así con mi corazoncito —me respondió Joe.

—Pero si no es broma, ¿ves que si podías?, las olimpiadas son en 13 días y... En serio confío en ti, has estudiado duro

—Pero esa no era la intención, me da miedito —se excusó Joe.

—¿Miedo?, ¿acaso pronunciaste la palabra miedo? —le dije, riéndome, con la intención de recordarle la manera en que me había animado.

—Miedo, sí, pero en diminutivo —se quedó pensando —ah, ya, con que venganza... Mmm, no me queda más que aceptar, que conste que es por compromiso —me dijo con sarcasmo.

—Yo también tengo miedo —le dije al fin —no tengo el mismo tiempo de los demás ¿sabes?, por lo regular lo que hacen es decirme lo que hay que resolver, y entonces yo comienzo a escribir...

—13 días ¿eh?, lo que necesitas es diversión, Rosse. No seas tan aburrida —vaciló, y lo supe por la manera en que rió

—¿De qué hablas? —quise saber.

—Ya verás. Te invito a el parque Levilfton, mañana, después de clases.


Una estrella que no se apagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora