Capítulo X

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—Me alegra el hecho de conocer a tu mamá —me dijo, justo antes de recorrer la puerta de la sala de espera, con un tono que noté alegre.

—Gracias, sé que le agradarás.

—Pero, claro que le agradaré, soy un amor —bromeó.

—Ah, por favor Joe, compórtate —le dije, bromeando también.

Entramos, y esperamos a Lucy.

—Hola, Rosse, ¿lista?

—Listísima. Mira, él es mi compañero a quien le doy asesorías de matemáticas. Bueno, a decir verdad incluso creo que ahora sabe más que yo —me reí —su nombre es Joe.

—Me alegra que te haya servido mi ayuda, ¿y, cuándo es tu competencia, Rosse?

—El día de mañana, ya casi —le respondí con emoción.

—Te irá bien, mi niña, ya verás —me dijo Lucy, y me estrechó el hombro —ya pueden pasar.

Lucy, desde que la conocí se había referido a mí como "mi niña".

Entramos.

Todo el ambiente estaba oloroso con el perfume de mamá. Yo le había comprado un quinto perfume, luego de que se acabaran los demás. Siempre que iba con ella no me olvidaba de rociarle dos atomizaciones.

—Mamá siempre renegaba con papá, porque él se echaba incluso hasta cinco atomizaciones. "Te acabas un pomo con una puesta", siempre le decía —a pesar de que estaba riendo, meneé la cabeza inclinándola hacia abajo para evitar llorar —el olor que hay..., era el perfume que desde que tengo memoria ella utilizaba —me quedé callada —por cierto, el olor no es tan intenso como a ella le hubiera gustado —saqué el envase del cajón y le coloqué sus dos merecidas atomizaciones, una en cada hombro, como ella lo hacía cada mañana.

—Ella luce bastante bien —me dijo con sinceridad.

—Por suerte no fue un derrame o algo por el estilo, solo... Fue un bloqueo, en la zona del lado derecho. Los doctores lo catalogaron como una herida cerebral traumática severa, lo que produjo un estado de coma. Sin embargo, su sangre sigue en bombeo, su corazón, todo... Mamá no se rinde —dije con tristeza.

—Y tu tampoco lo hiciste —me dijo feliz.

Nos quedamos callados un rato que se extendió hasta media hora, entonces Joe rompió el silencio advirtiéndome que era hora de marcharnos.

—Dicen que mejoró mucho cuando escuchó mi voz. A pesar de que no pude venir hasta más o menos un año después —le dije mientras cerraba la puerta del dormitorio de mamá.

Estuvimos callados por un rato, él contemplando a mamá desde una ventanilla que me dijo, estaba en el dormitorio de ella, y yo la imaginaba, recostada en esa camilla en la cual yo alguna vez estuve.

—Hemorragia intracraneal —por fin lo dije, aunque demasiado rápido.

—¿Hemorragia intra qué?

—Intracerebral. Eso fue lo que me ocurrió. Aunque también tuve hemorragias externas, pero esas fueron curadas rápidamente comparado con el verdadero problema. Luego de eso fui sometida a cirugía, y, bueno, ya sabemos la otra parte de la historia..., desperté un mes después, pero creía que no era consciente del todo, para empezar, porque veía todo oscuro, así que dormía más que otra cosa. El color negro, ¿qué te puedo decir de él? —inhalé hondo, y también agarré valor para contar algo que nunca había relatado, era muy difícil para mi describir aquello —invadía a cualquier parte que yo volteara, y más tarde: veía luces, luces por todas partes. Eso me llegó a animar para creer que vería de nuevo, sentía que mi cerebro trataba de decirme que ya casi lograba hacer a mis ojos funcionar, o que era como un falso contacto con el cable correspondiente, pero no, no creo que el cerebro tarde más de 5 años en arreglar un cablecito, ¿o sí? —reí con ironía —. Llegué a pensar que todo lo del accidente había sido un sueño, la música que escuché justo con el ruido de los metales del auto, y, como no recordaba la gran cosa de mi pasado, ni siquiera mi nombre... De verdad que lo creía producto de mi imaginación. Descubrí todo lo ocurrido prácticamente un año después. Me lo dijeron cuando mi situación era estable —callé por unos segundos —desde luego que estaba furiosa porque no me lo habían dicho, y, sé que solo querían que me recuperara, y eso yo en aquél entonces no lo comprendí.

Una estrella que no se apagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora