Capítulo XVII

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—...y, para eso había estado trabajando, creí que no lo lograría, pero aquí estamos —me dijo feliz —¿quieres ir con ella? —me propuso con entusiasmo —se supone que esta sorpresa era hasta la cena, pero nos demoramos mucho platicando tu y yo, y nada salió como lo planeamos —se detuvo —además, Lucy nos dijo que quizá ya lo sabías, o al menos lo sospechabas. Así que solo me quedaba decírtelo ahorita porque sentimos que te estábamos traicionando.

¿Cómo habría podido mi imaginación sospechar esto?

—Eh, no, no. Yo tan solo olí el perfume, y... Solo pensé que quizá habías roseado un poco.

Joe había estado trabajando para llevar a mamá a casa, conmigo. Me lo dijo luego de bajar de mi cuarto, no sabía qué responder, ni las gracias podía pronunciar. Para mi suerte (que conste que creí que no tenía), la mamá de Joe avisando que ya estaba listo el almuerzo me salvó de buscar palabras que no me hicieran romper en llanto.

—Vengan o me lo como todo yo —advirtió —hambre no me hace falta.

—Mamáaaa, huele delicioso —le gritó Joe.

—Pueden sentarse —nos dijo alegre —en cada lugar ya están colocados los platos.

Hacía tanto que no me sentaba en ese comedor.

Me dirigí hacia allá, y noté que Joe comenzó a seguirme. Una parte de mi quería platicar con él de lo que fuese, pero la otra parte no quería sentarse a un costado suyo.

No te sientes a un lado mío.

No lo hagas.

Lo hizo.

—Oigan, ¿y Lucy? —no había escuchado su voz desde que llegamos.

—Está instalando todo lo que tu madre necesita, Rosse. Justo le acabo de avisar para que venga a comer en cuanto termine —me respondió la madre de Joe.

Pero tal pareciera que Joe me leía la mente, no habló en todo lo que estuvimos comiendo.



Una estrella que no se apagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora