Era una mañana fresca de domingo. Tras un frugal desayuno, Michael se había dedicado a jugar un rato con su mascota, el chimpancé Bubbles, y algunas de sus llamas. Aunque sabía que le esperaba un ensayo más tarde, estaba un poco aburrido y quería hacer algo diferente. Pensó en invitar a almorzar a algunos de sus amigos, pero descartó rápidamente la idea: era un día de asueto y seguramente todos tenían sus planes para disfrutarlo. Entonces, pensó en una persona que le había agradado; una sonrisa acudió a sus labios.
- Creo que no perderé nada si la llamo- dijo en voz alta.
[*****]
A pesar de ser su día libre, Maxine despertó temprano aquel día debido a la molestia de las picaduras de los mosquitos. Pese a que ella se esforzaba por mantener la perfecta higiene de su apartamento, los alrededores de ese barrio no eran muy limpios, por lo cual los insectos pululaban por doquier.
La joven se miró en el espejo de su minúscula habitación. Se veía hecha un desastre: los cabellos revueltos, los ojos pegajosos, unas ojeras innombrables y el contorno de la boca ensalivado; y es que, admitámoslo, por mucha belleza natural que posea una persona, acabado de levantar nadie es bonito.
Sin perder tiempo, acudió al baño y se lavó a conciencia la cara, usó el sanitario y se aseó. Después de peinarse y cambiarse el pijama, salió de la habitación, notando que Tanya aún no había vuelto de su salida con su novio. Maxine preparó diligentemente el desayuno mientras miraba a Mustache jugar con una bola de estambre y al cachorro ladrar por obtener algo de comida. Aunque le importaban muy poco las reglas que prohibían tener animales en los apartamentos, Maxine nunca dejaba salir a sus mascotas para evitar problemas con los vecinos. Luego de darle de comer a los animalitos y tomar su desayuno, Maxine se cepilló los dientes y decidió llevarles algo a Marisa y sus hijos. Sabía que el niño herido ya había sido dado de alta y estaba en casa, por lo que agarró una bolsa, echó golosinas y conservas y se dirigió al descarnado apartamento de la mujer.
- Buenos días, Marisa- saludó alegremente.
- Buenos días, señorita Maxine- dijo Marisa, bajando la mirada.
- Vamos, ya pierde la costumbre de llamarme "señorita". Hace tres años que somos vecinas- dijo Maxine en tono de broma- Mira, traje chucherías para los niños- agregó, levantando la bolsa que traía.
La cara de Marisa se iluminó y abrió más la puerta para dejarla pasar.
- Los niños se pondrán felices- dijo.
En ese momento, los chicos se asomaron y, al ver a Maxine, se apretaron a su alrededor entre exclamaciones de alegría y salutación. Sonriendo y acariciándolos, la joven reportera les entregó lo que traía para ellos. Los niños saltaron de felicidad y le agradecieron efusivamente; no demoraron mucho en devorar las golosinas con un gusto agradable de ver.
- Ronald está en su cuarto. Ve a verlo, se alegrará- dijo Marisa sonriendo.
Maxine pasó a la estancia indicada y se encontró con el niño herido, quien aún guardaba reposo acostado en su camita.
- Hola, Ron- saludó con dulzura.
- Hola, Max- dijo el niño con sus ojos negros aún brillantes de temor- Ven, acuéstate aquí y hazme un cuento- pidió, señalando un lado del lecho.
Maxine lo complació. Se acostó en la cama y le relató un cuento clásico. Sus hermanos, al darse cuenta de lo que sucedía, invadieron el lugar y se apretujaron en la cama para escuchar la historia.
[*******]
Tras pasar toda la mañana con los hijos de Marisa, Maxine se sentía estupenda. Volvió a su apartamento para almorzar un poco; Marisa le había ofrecido almuerzo, pero ella no iba a quitarles a esos niños una comida que no tenían. Al entrar en su hogar, escuchó el timbre del teléfono.
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Price of fame [Michael Jackson- Fanfic]
FanficMichael Jackson, el artista más exitoso del mundo, también ha tenido que pagar el precio más alto de todos por una fama y riqueza que nunca fueron imprescindibles para él, puesto que lo único que han traído a su vida ha sido soledad y dolor. Pero, ¿...