Finnick estaba mirándome con los ojos abiertos de par en par, sin poder asimilar lo que yo había hecho. Seguro esta era la primera vez que una mujer se ponía en esa actitud con él y al parecer él no terminaba de entender el por qué de mi reacción.
Bajé mi mano y lo miré hecha una furia, mis ojos verdes deberían de estar resplandeciendo como decía mi mamá que lo hacían cada vez que estaba molesta. Sentí como la mano de Darren se posó en mi brazo y me atrajo hacia él, como si temiera que volviera a repetir mi atrevimiento de hace un instante. Y como era de esperarse, la primera en pronunciar una palabra después de lo sucedido fuí yo.
—Eres asquerosamente falso, Finnick Odair— escupí las palabras con desprecio, tenía otra imagen del joven mentor y hace unos minutos la había pisoteado él mismo.
-—Annie, no lo entiendes... No lo decía en un mal fijó su mirada en la mía, sus hermosas obres verdes mirando a las mías.— Tenía una mirada tan bonita que casi se me olvida que seguía molesta con él.
—¿No lo entiendo? En la mañana dijiste que sería una lástima que saliera elegida... ¡y ahora me estás felicitando!— dije alzando la voz y sentí como mi mejor amigo aferró su mano a mi brazo, apegándome más a él demostrándome de que era cierto que temía que volviera a atreverme a pegarle a Finnick y yo opté por morderme el labio para no abrir mi bocota de nuevo y así darle una oportunidad de explicarse al joven mentor.
-Te dije eso no para molestarte, sino para darte una lección... El modo en el que yo te hablé será el modo en el que te hablará toda la gente en el Capitolio, y si abofeteas a alguien allá no te irá tan bien. - me explicó con voz tranquila, mirándome a los ojos y pude notar como esa sonrisa divertida ya no estaba en su rostro, solo estaba su mirada sincera.
—Oh, claro— apenas pude responder, estaba bajando la mirada y sentí como mis mejillas ardían, seguramente estaban teñidas de un carmín intenso. Estaba avergonzada por mi comportamiento, nunca debí de hacer eso, tenía que respetar a mi mentor. —Lo siento... No debí... —murmuré y un instante después sentí que la mano de Finnick alzaba mi mentón y me obligaba a que lo mirase mientras Darren soltaba el agarre de mi brazo, y juro que pude escuchar un bufido de molestia.
—No hay problema, querida. Supongo que ese no fue el mejor modo de darte una lección... — dijo mientras me miraba a los ojos y volvía a dedicarme esa irresistible sonrisa, espera... No, irresistible no, es mi mentor, nada de él tiene que ser irresistible.
—No, no... Fue mi culpa. Lo siento, en verdad... Esto no volverá a pasar. — negué rápidamente, un poco nerviosa además de apenada por la situación. Pero mis nervios se calmaron cuando sentí como las yemas de los dedos de Finnick acariciaban mi mejilla con suavidad y delicadeza, me volví a sonrojar y me maldije a mi misma en mis adentros.
—Ya, tranquila. Eso no importa. — un instante después dejó caer la mano y a mi me daban ganas de volverle a tomar la mano y ponérsela en mi mejilla pero sólo desvíe la mirada y me acerqué a mi mejor amigo para tomar su mano, él me la sostuvo pero no con su habitual fuerza que tenía siempre que nos tomábamos de la mano. Suspiré y alzar mi mirada vi que el semblante del ojiverde había cambiado, ahora era más serio. —Lo que importa es que yo los ayudaré a sobrevivir en la arena, haré que puedan defenderse por si mismos— se mordisqueó el labio inferior mientras nos miraba, como si estuviera analizándonos, yo sólo me acerqué más a Darren y recargé mi cabeza en su hombro, cerrando los ojos para disfrutar de el calor tan familiar que emanaba de su cuerpó. —Tendrán que estar listos para lo que sea...— Finnick se interrumpió a si mismo, abrí los ojos y me encontré con la mirada de ella.
Era una persona mayor, con una sonrisa cálida y unos ojos cafés que te hacían sentir que podías confiar en ella, sabía su nombre sin que ella me lo dijera: Maggs, la primera vencedora del distrito 4, había participado en los novenos Juegos del Hambre. Intenté devolverle la sonrisa con la que nos miraba a mi y a Darren.
—Hola, jóvenes— hablaba lento como si midiera sus palabras, supongo que debía de ser porque se habría encontrado con muchos tributos que podrían alterarse con la más insignificante palabra. Pero al vernos a mi mejor amigo y a mí, tomados de la mano, su expresión se suavizó y sonrió de nuevo. —Lamento lo que está sucediendo, Finn y yo ya pasamos por esto, podemos ayudarlos en todo lo que quieran.— sotó un leve suspiro al mismo tiempo que colocaba una mano en el hombro de Finninck, parecía diminuta y frágil a su lado. Pude notar como la sonrisa que Finnick le diriguía a Maggs era dulce y sus ojos reflejaban un cariño como el de un hijo a una madre. Ojalá yo pudiera mirar a alguien de ese modo.
—Gracias, se que usted sí entenderá por lo que estamos pasando....— esta vez el que habló fue Darren, el tono con el que hablaba era amable pero yo sabía que las palabras eran como un veneno para Finnick, algo que le indicaba que Maggs si era amable y él no, o lo que sea que estuviera pensando mi amigo al decir eso.
—Oh, lo entiendo creéme. — hizo una mueca de dolor, como si se le vinieran algunos recuerdos a la mente y después continuó hablando. — Pero saldrán adelante, ya lo verán... son fuertes, lo puedo ver. — nos miró a mi y a Darren con una cálida sonrisa y después centró la mirada en mi. — Tu debes de ser Annie, ¿cierto?... — me sonrió de nuevo y yo asentí, volvió a mirar a mi mejor amigo. — Y tú, jovencito, eres Darren. —le sonrió de igual modo que a mi anterior mente y la anciana suspiró. —Oh, mis pobres niños... — bajó la mirada y por un instante creí que estaba a punto de llorar pero volvió a mirarnos y recuperó la compostura. — Quiero hablar con cada uno a solas, Darren... ¿puedes acompañarme? — le sugirió ella y él le ofreció su brazo para que caminaran sin pensarlo dos veces, él era así de caballeroso y más con las personas que le agradaban, Maggs era fácil de querer. Los dos salieron de el vagón en el que estaban y fueron al otro, dejándonos a mi y a Finnick Odair a solas.
Él me miró por un instante hasta que yo me dejé caer en un sofá individual y me cubrí la cara. Y desde que escuché mi nombre; por primera vez, me permití llorar de verdad. Llorar por los padres que perdí, llorar por mi mala suerte, por mi amigo que valientemente se había ofrecido voluntario para ir a los Juegos y también porque moriría en la arena o viviría sin Darren, y ambas cosas eran tan terrible como la otra.
Sentí una mano en mi hombro y me tensé, dejé de llorar. Cuando me guiré hacia él para verlo, parecía preocupado y una mueca de angustia adornaba su rostro. Yo debería de verme horrible con mis ojos hinchados y mis mejillas rojas y llenas de lágrimas.
—Puedes llorar todo lo que quieras, Annie. Llorar también es de guerreros, ¿lo sabes?— me dijo mientras se ponía enfrente de mi y se incaba para mirarme, llevó el dorso de su mano a mi mejilla y limpió mis lágrimas. Era un gesto cariñoso, pero él no debía hacerlo... y yo debía de detenerlo, pero no quería, en esos momentos solo quería un abrazo y una palabra amable.
—No quería que él me viera así... él fue muy valiente al presentarse voluntario. —puse mis manos en mi regazo y me les quedé mirando con la mirada vacía, me sentía avergonzada y triste, no había nada que pudiera hacer para salir de esto y lo peor es que arrastré a mi mejor amigo hacia su perdición.
—Tú también eres muy valiente... se lo que pasó con tus padres y como has salido adelante, todos en el distrito lo saben. — alzó mi mentón con una de sus manos, su manos eran callosas y duras, eran las manos de un guerrero. Lo miré a los ojos, sus palabras eran sinceras, él lo decía de verdad... no era como esas personas que me decían ese tipo de cosas porque sentían pena por mi.
—Gracias... — susurré sin saber que más decirle y lo siguiente fue, al igual que lo de la bofetada, un impulso: me acerqué a él, que seguía incado en el suelo, y lo abracé con fuerza. Finnick me correspondió el abrazo en un segundo, estrechándome contra él con la intención de reconfortarme. Y sí, funcionaba. Me estaba sintiendo mejor con ese abrazo, me sentía protegida aunque apenas conocía a ese hombre, él me inspiraba confianza y protección.
—Annie, ve hacia la derecha, en la ventanilla. — susurró cerca de mi oído y yo me levanté lentamente para hacer lo que él me dijo. La ventanilla me mostraba una gran metropolí llena de edificios y tecnología, lujosa a más no poder. Escuché como mi mentor se levantaba también y caminaba hacia mi. — Bienvenida al Capitolio, Annie Cresta.
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She crept up on me.
FanfictionEsta historia comienza cuando Annie, una dulce chica de 16 años sale elegida para formar parte de los 70° Juegos del Hambre. Y en el proceso conoce a Finnick Odair, el que sería su mentor. Juntos tendrán que enfrentar muchos problemas, dentro y fuer...