Su sonrisa, su simple e inocente sonrisa me transmitía paz, e incluso lograba hacer que me olvidara del dolor que sentía en los labios. ¿Por qué una chiquilla de apenas veintiún años lograba eso? No quería mas dudas, necesitaba certezas, y lo único certero en ese momento eramos nosotras dos, en aquella banca solitaria en el parque.
Ella se había arriesgado a confiar en mi nuevamente, le había confesado que me gustaba y se sentía bien, demasiado bien. Me gustaba mucho.
—¿Puedo abrazarte? —pregunté no se bien la razón,pero lo necesitaba, necesitaba un abrazo, y no cualquiera.
—¿Por qué preguntas? ¡Claro que puedes! —sonrió y acorté la distancia entre nosotras hasta quedar unidas. Su corazón con mi corazón, palpitando unidos. Me permití cerrar los ojos unos segundos, ¿o quizá fueron minutos? Como sea, me dediqué a aspirar levemente ese perfume que tanto me gustaba de ella.
Al cabo de un rato me separé para admirarla una vez más, admirarla sin necesidad de reprocharme nada, sin necesidad de dudar.
—¿Ya desayunaste? —pregunté—. Podríamos ir a comer algo por aquí cerca, te invito.
—Me encantaría, pero dejé mi dinero en casa así que...
—Aún te cuesta entender el concepto de "invitar", ¿cierto? —pregunté sonriendo.
No dejé que respondiera y la tomé de la mano para levantarnos ambas hacia un pequeño restaurante cercan al parque. Me sentía llena, me sentía bien. Quizá solo era una sensación temporal antes de que el pasado atacase de nuevo, pero quería disfrutarlo.
Volteé a ver a Danielle que iba con la cara agachada y notablemente apenada.
—¿Sucede algo? —pregunté extrañada.
No dijo nada y se limitó a bajar su mirada hasta nuestras manos. Entonces caí en que desde que la tomé para levantarnos de la banca no la había soltado, y entonces sentí un ligero rubor en mis mejillas. Sin duda, a mis veintiocho años, me sentía como una adolescente, pero no la solté, no quería hacerlo, por el contrario, la apreté un poco mas, se sentían tan suave, tan juveniles y llenas de vida...
Llegamos hasta el restaurante, menos mal había cargado dinero antes de salir de mi apartamento. Entre mi trabajo y las muy generosas cantidades que me daban los padres de Danielle, me iba un poco mejor.
Un mesero nos pasó hasta una mesa y nos pidió que esperáramos. Danielle se sentó frente a mi y pude observar su cara aún ruborizada, ese nerviosismo tierno que tenía. Así era ella, así me gustaba.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? —rompí el silencio, a lo que ella me miró—. Me gustaría saberlo.
—El veinticienco de diciembre —dijo en voz baja—. Falta poco realmente, ¿y el tuyo?
—¡Vaya! Pero si naciste en navidad —me sorpendí—. El mío es el catorce de enero, ya sabes, por si quieres regalarme otro de tus tantos libros. Tienes buenos gustos.
Entonces el mesero llegó y ordenamos. Volvió a retirarse una vez mas solo para volver al cabo con lo que habíamos pedido, luego, con una sonrisa, se retiró.
—Y dime... —dije tomando con el tenedor un pedazo de fruta picada ¡Diablos! Aún dolía demasiado al contacto—. ¿En que semestre estás? Creo recordar que nunca lo mencionaste, o cosas como porque elegiste esa carrera, no sé, me gustaría conocerte mas a fondo.
Así que básicamente me contó acerca de su pasión por la producción, que iba en cuarto semestre y le quedaban otros cuatro por completar. Me contó como eran sus padres, un poco de su día a día y otras tantas cosas mas que sin duda recordaría. Prefería abordar esos temas antes que algo de lo que me había sucedio. Lo haría, pero a su tiempo.
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NO ME PIDAS QUE TE AME || Lesbian
Teen FictionLorena y Danielle tenían vidas completamente distintas. No estaban destinadas a mezclarse, pero sucedió. Lorena pasa la mayor parte de su tiempo atormentada por los recuerdos de su pasado. Danielle trata de vivir su día a día con calma y buscando pa...