Capítulo 1

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Mi hermana está lejos de mí, siendo abrazada por su novio Jack, su soporte, él único que no permite que se derrumbe delante de la multitud. Es increíble que cuando alguien muere se acercan personas que hace mucho no veías, te hablan del fallecido como si hubieran estado hasta el último minuto allí, como si la persona fuera indispensable para su buen vivir y en ese momento lo convierten en un mártir. Uno siempre fue el mejor cuando muere. Es increíble cómo se acercan todos y te hablan como una niña pequeña y cuando ya estás un poco mejor vuelven con palabras de “apoyo” que no hace más que volver a repetir en tu mente los momentos felices que no volverán a ocurrir, los dolorosos que soportaron juntos, los atormentados que no pudieron pasar, las culpas de todo. Muchos están con la mejor intención y se lo agradezco, pero también están esos que solo quieren saber la historia para después compartirla en los salones de belleza o en las tardes de té cuando chismorrean sobre otras vidas ajenas a la suya.
-Debe ser muy difícil- Una mujer mayor me toma las manos y mira hacia la tumba.
-Lo siento que decía.
-Que haber perdido dos padres debe ser muy difícil. Siendo tan joven…Ellos están con nosotros hasta que ya somos lo suficiente adultos para avanzar solos sin su ayuda. Pero bueno, el Señor lo quiso así…
-Si Dios así lo quiso pues odio al Señor
No me importó ser descortés. Le di la espalda y caminé hacia mi hermana. No me consideraba una persona religiosa, pero le tenía respeto a cada una de las religiones, en especial a la cristiana por mi mamá. Todos llegamos a ser religiosos en algún momento, yo lo fui hace apenas unos meses. Cuando le rezaba a un Dios por la vida de mis padres, que si bien existe no escucha a los más jóvenes o le gusta el dolor de los humanos. Estuve una semana rezando por los dos, luego solo por mi madre. Hace una semana decidí dejar la fe. Mamá estuvo toda su vida entregada a un Dios que en el momento de ser benevolente no lo fue. Mi hermana se abraza fuerte a mí y me impide casi respirar.
-Solo nos tenemos la una a la otra, Susett.
-Con eso nos basta- Se aleja y me mira. Un intento de sonrisa que más bien parece una mueca sale de sus labios.
-Sabes bien que no. Pero somos fuertes ¿Cierto?
-Tenemos que serlo, Alba.
Nos largamos del entierro, con las manos tomadas, a iniciar una nueva etapa de nuestras vidas. Solo las dos luchando contra el mundo, sin guías que nos ayuden.
Adiós papás, los quiero.

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