Capítulo 7

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-Estás espléndida en ese vestido. Deja de quejarte.
-Parezco una bola de disco, Gómez. Y me asfixia es demasiado apretado.
-Así realza tus pocas curvas.
-Busca otro.
-Eres una cliente complicada.
Nadia mastica una de sus uñas mientras que Julio sigue buscando entre los estantes de la tienda.
-Bulsara, es el mejor entre los económicos. Recuerdas ese azul oscuro de allá delante. Es perfecto.
-Estoy ahorrando para un coche. No puedo soportar viajar todos los días en uno con tu perfume. No puedo permitírmelo.
-Cuando te compres tu querido coche extrañarás mi esencia masculina- Dijo y se volteó hacia los estantes- Mira este negro, no está nada m…
-Decidido iré con este y mis botas.
- ¿Botas? Pues claro y yo con un sombrero cowboy.
-No son ese tipo de botas, idiota.
-Igual, este necesita de unos buenos tacones. Por allá vi unos que…
Me alejé hacia la joyería. Ya tenía todo lo que iba a utilizar en mi closet. Beneficios de tener una hermana loca por la moda. Pero quería alejarme un poco de las discusiones de esos dos. Comienzo a observar un bonito colgante rojo con letras plateadas en japonés que se encontraba en el mostrador. Venía junto con uno similar, solo se diferenciaban en las letras.
-Ese que tienes en la mano significa sol, aquel es luna.
Unos ojos grises me observan divertidos.
-Sabes japonés, una nueva cosa que agregar a tu lista.
- ¿Lista? - Susett abriendo la bocota y dejándose en ridículo desde el principio de los tiempos.
-Lista de cosas que sabes hacer bien.
-Me interesaría saber algún día que cosas contiene esa lista-Me regala una sonrisa de actor de telenovela, otra cosa que agregar- Pero el japonés no es una de esas, el significado lo dice en aquel cartel de allá, al parecer son el nuevo furor entre las jóvenes parejas.
Vale Quinn decidido, eres tonta. Y mucho más cuando comienzas a reírte a carcajadas. ¿Por qué? No tengo idea, estas cosas pasan cuando estoy nerviosa.
-Eres muy gracioso, Fabio.
-Otra cosa que agregar a tu lista. Aunque es una facultad que nunca antes había visto resultara tan bien.
-No te lo tomes como trofeo, me río de cualquier cosa.
-Dañas mis sentimientos, Susett. Pero igual me hace sentir bien hacerte reír.
Siento mis mejillas calientes mientras miro hacia abajo y sonrío. Mi teléfono suena y veo que Julio me está llamando.
-Debo irme, Fabio. Hasta mañana- Me volteo, pero él toma mi mano.
-Espera ¿Irás mañana a la fiesta?
-Sí, vamos los tres. Por cierto, gracias por la invitación.
-No debes agradecerme, tú y tus amigos me caen muy bien. Tienen que ir. Nos vemos, Sett- ¿Sett? ¿En serio? Como si fuera un chico más de su pandilla.
-Hasta luego.
Me giro a la salida aun pensando en cómo me llamó. Pero lo olvido, al ver a las dos figuras que se encuentran fuera de la tienda. Si ahora mismo tuviera un refresco, lanzaría la bebida por la boca como en las películas cuando algo sorprendente pasa. Pero la vida no es una película y yo tenía que encontrarme con las personas menos indicadas. Me quedo paralizada mientras observo como Fabio los saluda y tengo la leve impresión de que estos dos también van a la fiesta.

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Antes de llegar puedes escuchar la música salir de la mansión. Retumban en tus oídos y la visión de un grupo de jóvenes bebiendo y charlando es lo primero que encuentras. En el grupo dos chicas ríen de los chistes de uno de los más guapos, ves como una comienza a acercarse al chico y con confianza se pega a su hombro mientras que él la abraza por la cintura. Ya se sabe qué pasará con estos dos.
- ¿¡Podemos salir ya del coche!?
-Paciencia, que el aire movió mi cabello de sitio.
-Está igual, las cinco veces que te lo has arreglado se ha mantenido igual.
-Bulsara, tú no entiendes de estas cosas.
Nadia pone los ojos en blanco y yo ya cansada de ver a los dos tórtolos listos para buscar una habitación abro la puerta del coche y salgo.
Julio deja de tocarse el pelo y sale también, le sigue Nadia. Y nuestra imagen épica sería así:
Julio en el medio y más adelante, líder de la manada, con una camisa gris remangada hasta los codos y ese caminar suyo de súper modelo. Le seguimos Nadia y yo a los lados. Nadia con un vestido azul marino, ajustado y largo, dejando la espalda al descubierto y sin ningún adorno y yo con un vestido beige, corto y de falda con vuelos que va en conjunto con unos tacones del mismo color.
Pasamos al lado del grupo y varios se nos quedan mirando. El chico de antes se queda fijado en Nadia mientras que la chica furiosa se va de su lado. Al parecer no terminarán usando la habitación.
Pero si nos creímos formar mucho show, no fuimos nada a la llegada de los Gabbana y su acompañante. Ya estábamos dentro de la mansión. Bailando y con un par de copas de más cuando abrieron la puerta.
El primero en entrar fue Fabio Gabbana, con su sonrisa arrebatadora. Un abrigo de piel y un suéter gris que se ajustaba en puntos específicos, pudiéndose notar fácilmente los músculos de sus brazos y su espalda ancha. Giulia entró más tarde, sonriente y saludando a los de su alrededor, con una blusa esmeralda con gran escote y unos pantaloncillos blancos. Lindo espectáculo ¿cierto? Todo hubiera quedado perfecto si no hubiera sido por un cuerpo alto y desgarbado, enfundado en un abrigo de cuero y una camiseta de cuello en V negra. Un pelo castaño perfectamente desordenado y una mirada ambarina que mirándote fijamente (como me miraba ahora) podía hacer que se te erizara la piel, a algunas chicas por atracción, yo más bien por odio.
Una lucha de miradas en medio de la fiesta, mi vaso pidiendo socorro para no ser totalmente asfixiado por mi mano. Una atmósfera extraña que nos envuelve pero que nadie la nota. Sonríe de lado, asciende la cabeza y levanta la ceja. Me mira divertido y me recuerda a su salida en la moto. ¡Maldito! No creo que mi vaso aguante más. Pero no dejo de mirarlo, no puedo dejar que gane esta batalla silenciosa. Aunque el silencio no existe cuando nos quedamos observándonos, hay tantas palabras que no necesitan ser dichas. Él sabe lo que siento y le divierte, a mí me molesta su actitud. Pero aun así le sonrío, retándolo a acercarse, levanto mi barbilla e igual que él levanto mi ceja. Sonríe descarado y alza su bebida, saludándome. Alzo la mía, siguiéndole el juego, pero antes de que quede como un saludo, me la llevo a la boca y me la tomo de un trago. Hace mucho que no sentía el alcohol deslizarse así en mi garganta, me trae demasiados recuerdos. Él toma también, mirándome divertido y desenfad…
-No sé a quién quieres engañar con ese vestidito de princesita-Esa maldita voz en mi oído, susurrando. Cierro los ojos fuertemente esperando que sea una idea mía- No cierres los ojos esperando que me vaya, no sabes cuánto he esperado este reencuentro-Una mano acaricia mi hombro desnudo- Esta fiesta comenzó a ponerse divertida ahora.

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