Todavía estaba perplejo, tratando de asimilar el panorama desolador que tenía frente a mí. Los cuerpos esparcidos por el suelo, la sangre seca cubriendo cada superficie visible, los vehículos accidentados, incluso vehículos militares, desbordados por el caos. Era la visión del colapso absoluto.
Debía abrirme paso hasta el muelle, con la esperanza de encontrar alguna forma de escapar de ese infierno. Miré hacia atrás y vi que un grupo de ellos venía tras de mí.
El miedo me atenazaba. Había tantos cadáveres, en tan diferentes estados de descomposición, que el hedor y el temor de que alguno de ellos se levantara de repente para atacarme me mantenían petrificado. Pero si quería sobrevivir, debía moverme. Apreté los dientes y, cerrando los puños, comencé a correr, sorteando los obstáculos mientras las escenas más macabras y horrendas desfilaban a mi alrededor. Dejé de mirar al suelo y seguí avanzando. Afortunadamente, entre el caos de vehículos, los que me seguían perdieron mi rastro. Entonces vi una tiendecita náutica junto al muelle, donde apenas quedaban navíos. Sabía un poco de navegación, y si lograba hacerme con uno de ellos, podría ser mi vía de escape.
Rodeé el edificio para llegar a la entrada, y allí me encontré con un cuerpo tirado justo frente a la puerta cerrada. Entre arcadas y muecas de asco, vacié el poco contenido que quedaba en mi estómago. No pude soportarlo.
Forcejeé con la puerta unos segundos, pero no conseguí abrirla. Fue entonces cuando noté el cartel de la tienda y reconocí el nombre; lo había visto en algún sitio antes. Me volví hacia el cuerpo que yacía en el suelo. En su camiseta desgarrada y manchada de sangre seca se veía el mismo logo. Con el aire contenido en mis pulmones y una angustia punzante, traté de meter las manos en sus bolsillos, buscando las llaves. Tras revisarlos sin éxito, me decidí a intentarlo una vez más. Con el pie volteé el cadáver y revisé los bolsillos traseros. Encontré su cartera, y, ¡voilá! Las llaves. Por un instante, casi me olvidé de que acababa de tocar a un cadáver, pero una pequeña inhalación me lo recordó al instante.
Abrí la puerta con prisa y entré. No había electricidad, así que la única fuente de luz era la que entraba por la puerta. Sin embargo, temiendo que mis perseguidores me acorralaran, me apresuré a buscar una linterna y cerré la puerta detrás de mí. Después de unos segundos intensos, encontré un par de linternas y respiré hondo, tomando un momento para pensar.
—¿Qué necesito ahora? —murmuré, mientras me rascaba la parte trasera de la cabeza.
Decidí que debía "tomar prestado" uno de los dos barcos que quedaban fuera. Necesitaba una carta de navegación, un dispositivo GPS, un arpón, algunos virotes, un traje de buceo, otra linterna, y quizás una caña de pescar...
Cogí rápidamente todo lo que necesitaba. Solo me quedaba encontrar los virotes. Buscando por la tienda, encontré una puerta cerrada que parecía un almacén.
En ese momento pensé dos cosas:
Podría ser un almacén y, con suerte, encontraría lo que me faltaba. Quizás también habría algo de comida.
Con el cuchillo en una mano y la linterna en la otra, me acerqué a la puerta, giré el pomo y la empujé suavemente. Entonces ocurrió. En el fondo de la habitación, una figura humana me observaba, inmóvil. Fue un instante, pero sentí como si el corazón se me detuviera. Sin pensarlo dos veces, cerré la puerta de golpe. La figura comenzó a gemir y a golpear la puerta. El pánico se apoderó de mí, igual que cuando había salido de casa. Sin perder más tiempo, di una vuelta rápida y logré encontrar los virotes. Cogí tantos como pude y, además, tomé otra mochila.
Salí de la tienda y corrí hacia el muelle, donde me encontré con dos embarcaciones. Uno era un hermoso velero llamado "Nautilus", enorme y largo, pero como no tenía experiencia con barcos a vela, me decidí por un yate Astondoa 66 GLX que estaba al lado, un navío de lujo de tamaño moderado. Sin pensarlo dos veces, salté a la plataforma trasera, subí las escaleras y llegué a la puerta corredera. Estaba cerrada, y no quería romperla. Saqué el cuchillo, desencajé la parte inferior de la puerta y logré introducir mi mano para desbloquearla desde dentro.
Ya era todo un criminal. El interior del barco era asombroso; el equipamiento de lujo me dejó impresionado. ¿Quién necesita una casa? Afuera, en la parte superior, había sofás, una pequeña piscina, la cabina de navegación exterior y una cocina oculta bajo un mueble. En el interior, había un salón totalmente equipado, y unas escaleras que llevaban a una planta inferior con camarotes, varias habitaciones y una despensa. ¡Bingo! Además, había un segundo puente de mando. Lo único extraño era que los depósitos de agua parecían estar depurando solos.
Una vez asegurado de que no había nada que quisiera matarme a bordo, fui directo a los motores para arrancarlos, pues no tenía las llaves. Usé un trozo de metal para conectar los polos positivo y negativo del motor de arranque, y después de un par de intentos logré ponerlo en marcha. Deje mis cosas en una mesa, subí al puente de mando, moví la palanca y comencé a navegar hacia el mar abierto.
Después de dejar atrás el puerto, detuve el barco y traté de pensar en el siguiente paso. Sentía un hambre voraz, así que bajé a la despensa para buscar algo que comer. Fue entonces cuando escuché un ruido debajo de mis pies. Había una escotilla. Helado de miedo, la abrí lentamente y retrocedí hacia las escaleras, listo para escapar en caso de que algo saliera de allí. De repente, una figura de color gris saltó de la escotilla y se abalanzó sobre mí. Caí en las escaleras y me golpeé la cabeza. El hedor de la criatura fue lo último que percibí antes de perder el conocimiento.
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52 Días
Fiksi UmumDe un día para otro, la humanidad se enfrenta a la extinción total. Miles de millones de vidas son arrancadas, amigos, parejas, hijos... todos desaparecen. En su lugar quedan miles de millones de monstruos sedientos de sangre que, darán caza a todo...