Rumores.

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Caminar por los pasillos del cielo era un desafío auditivo. Michael tuvo que reprender a algún que otro ángel por no prestar atención a las clases. Todos murmuraban y se detenían a hablar en cualquier parte. Mucho más que algunos ángeles ya estaban realizando tareas de vigilancia y administración, el cielo era un escándalo.

Castiel esquivó a sus hermanos, intentando no quedar desubicado al escuchar sus conversaciones. Pero las pequeñas frases que lograba captar sin querer, formaron un rumor entero. Gabriel se había marchado para siempre del cielo.

Procesar cada palabra de esa idea, le costó y dolió como mil puñaladas. Gabriel no podía irse, no podía dejarle así... prometió que no lo haría.

Corrió entre sus hermanos con un solo lugar en mente. Las puertas de la biblioteca chocaron con fuerza al abrirse. Raphael estaba allí, con mucho más tiempo libre ahora que los ángeles hacían su trabajo.

- ¡Dime que no es cierto!

- Oh, ya te llegó el rumor. – Fingió muy mal la sorpresa. – Es cierto.

- ¡¿Por qué?!

Raphael dejó de lado su libro, y se acercó al ángel.

- No lo sé, Castiel. Gabriel es un rebelde igual a Lucifer, es todo lo que necesitas saber. –

El arcángel salió, cerrando las puertas con un simple movimiento de mano. Castiel estaba paralizado allí, en medio de todos esos libros.

Gabriel era su hermano mayor, su amigo, su protector. Se había ido así, sin decirle nada. Y sentía que era su culpa.

Se percató de que lloraba cuando Balthazar le abrazó, se acurrucó contra el rubio, rogando despertar de esta pesadillo.

- Está bien, Cassie. – Susurro contra su oído. –

- Es mi culpa, discutí con él. – Sollozó.

- No, por supuesto que no es tu culpa. Gabriel tenía sus propios problemas, Cassie.

Balthy obligó al menor a sentarse, a descansar de tantas emociones, no le importaba que Michael se enfadará por faltar al entrenamiento.

- ¿Quieres que haga algo más por ti?

- Solo quédate un minuto más. – Pidió el ángel.

Cas recostó su cabeza contra el hombro de su hermano y calmo su angustia.

- Me quedare todo el tiempo que necesites.


Esa noche, Cas se quedó solo en el jardín que solía ser para los bebés. Donde Gabriel se escabullía para verlo y pasaban tardes enteras jugando. Ahora estaba acurrucado contra sí mismo, como el niño que era hace unas semanas, rememorando lo perdido.

Alguna vez había caído, y aunque el pasto verde era muy suave, se había raspado las rodillas apenas enrojeciéndolas. Gabe fue a su auxilio, le alzó prometiendo que todo estaría bien, y desapareció el dolor de un solo roce. Ahora mismo sentía su corazón a carne viva, y no estaba seguro si un roce lo sanaría, pero tal vez un abrazó serviría.

- Gabriel. – Susurro, esperando que donde fuese que estuviese le escuchara. – Vuelve... Te necesito.

Luego, rompió en lágrimas. 

La caída del cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora