La verdadera bestia.

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Una distracción. Tan solo un minuto, un segundo. Lucifer estaba dentro. El cielo se encendió en alarmas rojas y sus soldados se pusieron en marcha para frenar la ira del arcángel.

Castiel y Samandriel estaban entrenando. Al verse en peligro, Cas solo tenía un objetivo inmediato, sacar a Sammy de ahí. Tomó de la mano al joven y corrió por los pasillos. Algo a su derecha explotó, desatando llamas feroces. El mayor protegió al rubio acogiéndolo entre sus alas.

- ¡Vete al recinto de ángeles! – Ordeno al joven, liberándolo de su escudo.

- Puedo luchar. –

Cuando Cas se volteó hacia el fuego. Vio el celeste incandescente de su hermano mayor brillar entre el humo, acercándose a ellos.

- ¡AHORA, SAMANDRIEL!

El chico corrió por el pasillo a su derecha, desde donde venían tres de los Doble AA, ya preparados con sus armaduras.

Cas desenfundó su espada.

- ¡Mi pequeño hermanito! Nos vemos seguido últimamente. – Sonrió bromista. -

Lucifer retorció sus puños y los ángeles detrás de Castiel se retorcieron también, derramando sangre por cada orificio de su rostro.

- ¡Ops! Te quedaste sin amiguitos. – Se burló.

De todas formas, el ángel lo enfrentó. Dos golpes y Cas estaba en el suelo, desangrándose. Lucifer jugaba con la espada del ángel, mientras este se arrastraba lejos de él.

- ¿Ya no quieres jugar conmigo, hermanito? – Fingió tristeza en su voz. – Eres tan cruel.

Las manos del morocho temblaban y dejaba un camino de sangre detrás, Lucifer seguía ese camino lentamente. Y sin previo aviso, piso con fuerza sobre la espalda del ángel, justo entre sus alas. Castiel apretó los dientes para no gritar.

- ¡Ups! ¿Te pise? – Rio.

- Aléjate de él, Lucifer. –

La voz de Michael fue un grito de salvación para el ángel. Con su visión borrosa, aun intento verle. Parado en el portal del trono, Michael había sido liberado del freno de su padre. La verdadera bestia fue liberada.

Dos ángeles más apartaron a Castiel lejos de la guerra de miradas entre los arcángeles.

- Arrepiéntete y serás perdonado. – Ofreció el primogénito.

- Púdrete y tendré un poquito de piedad. – Se burló el rubio.

Castiel fue llevado al área de curaciones y eso fue lo último que escucho de sus hermanos. Sin embargo, todo el cielo temblaba y las luces parpadearon como nunca antes. Había hombre de la Doble AA protegiendo el recinto de ángeles, el área de curaciones y Raphael resguardaba las almas humanas. Pero la batalla entre Lucifer y Michael no fue interferida.

Silencio después de horas.

Los ángeles salieron de sus escondites. Castiel revisó que sus hombres y el resto de sus hermanos estuvieran bien, siendo muy pocas las bajas. Entre el fuego y los escombros, Raphael y Cas fueron los únicos en atreverse a buscar a Michael.

Parado en medio del humo gris, frente a un símbolo extraño en el suelo, Michael estaba ensimismado en sus propios pensamientos.

- Michael. – Llamó Raphael.

El primogénito volteó a verles. Una pequeña línea roja surcaba su rostro y su brazo sangraba con más fuerza en una herida más profunda.

- Estoy bien. – Dijo.

Mike se percató de la herida en su brazo y tocó la sangre con su mano, extrañado del color carmesí. Probablemente nunca había sangrado desde el día de su nacimiento. Raphael se acercó a curarle.

- ¿Está muerto? – Pregunto Cas, sin poder evitarlo.

- Encerrado. – Dijo Mike, observando con tristeza el símbolo a pasos de él. – Por el tiempo que necesite estarlo. 

La caída del cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora