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El vidrio de aquel florero se regaba por el piso, acompañado del agua y las flores ya muertas que había en él.
La casa estaba oscura, silenciosa luego del escalofriante sonido del vidrio rompiéndose. Podías perderte en aquellos pasillos desde lejos, podías oír tu respiración, podías oír tu corazón. Y para tu mala suerte, podías oír tus pensamientos.
La sensación de ardor en los pies puede llegar a ser placentero, algo tan dañino capaz de ser tranquilizante, mirando como la sangre de los pequeños cortes fluía con el agua, y se mezclaba con las hojas de las flores muertas que volvían a ser blandas por la humedad.
Quitando la mirada de la sangre, mirando nuevamente el pasillo, ahora había una figura, alta, de ojos brillantes.

Ojos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora