3. Al aire libre

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¿Cómo no se le había ocurrido antes? ¡Un día de campo era una de las ideas más relajantes que necesitaba llevar a cabo!

— Agarra la bolsa de ponquecitos que está en la alacena de la cocina— HoSeok le ordenó a su esposo. Estaba muy emocionado por pasar una jornada en contacto con la naturaleza y respirando aire puro.

— Ya revisé ahí y no hay nada— el mayor respondió con notable flojera a lo que Ho le miró con burla.

— Si yo voy y los encuentro te daré un golpe.

Jung caminó hasta el sitio donde se supone que estarían las esponjosas golosinas, siendo seguido por un YoonGi que explicaba una y otra vez que ya había revuelto el sitio y no había dado con nada, tal como si fuera un niño que se quejaba ante su madre porque no conseguía determinada cosa.

— ¿Y esto qué es?— el menor enseñó la bolsa, la cual se podía ver con solo abrir la alacena.

— Te juro que eso no estaba allí. Esto ha de ser brujería— Min no daba lugar a que eso apareciera por arte de magia.

— ¿Ah sí? ¿Qué más?

Yoon adoptó una expresión de terror, sabiendo que su esposo en verdad le golpearía por su poco cuidado a la hora de buscar lo encomendado. Por un instante pensó que Ho sería misericordioso y lo dejaría pasar; sin embargo, aquel pensamiento se evaporó con rapidez al vislumbrar cómo el trigueño se quitaba una de sus chancletas.

— Bebé, no es necesario llegar a la violencia— YoonGi mostró las manos en son de paz, retrocediendo paso a paso.

— Te lo advertí muy bien.

HoSeok trataba de poner una cara furiosa pero que en cambio resultaba adorable a los ojos de su marido, quien se esforzaba por no reírse con tal de no ganarse el chancletazo.

— Corre si no quieres que esto te alcance— sacudió el zapato en el aire.

El pálido obedeció sin musitar sílaba alguna, temiendo por su integridad, pues conocía a la perfección que su chico tenía un buen brazo para lanzar objetos.

Luego de empacar todo lo requerido y terminar de prepararse con sus trajes de baño (pues sabían que habría un lago en la zona de campo), se encaminaron al auto de su propiedad para así disponerse a viajar hacia el destino que les proporcionaría un gran despejo a sus mentes.

Fueron cuarenta minutos de viaje hasta el sector rural en el que las familias y parejas solían compartir sus tiempos libres fuera del estrés de la ciudad. Un extenso terreno con árboles, abundante césped, brisa fresca y un bello lago; los mejores componentes al estilo de un parque natural e ideal para olvidar los trabajos y responsabilidades cotidianas.

Un grupo de niños corrían sin cesar a las orillas del cuerpo de agua mientras que varios adultos se encontraban dispersos por el campo, cada quien concentrado en sus asuntos. Unos realizaban parrilladas, otros comían de envases que se notaba que habían llevado desde sus hogares y otros compraban snacks en el pequeño kiosco situado a lo lejos del espacio de recreación.

— ¿Dónde nos sentamos?— quiso saber HoSeok al no visualizar algún sitio con sombra. —No quiero quedar tan pegado a los demás.

Ambos caminaban mientras observaban los lugares disponibles, los cuales eran pocos y tras de eso eran iluminados por los rayos del sol. Sentarse ahí significaba una insolación segura y ninguno de los dos pensaba cargar con ardor en la piel.

— Oh, tengo una idea— anunció Min.

— ¿Qué tienes en mente?

— Cuando venía con mi papá y mi hermano siempre nos íbamos a un pequeño círculo de tierra que hay al otro extremo del lago; era como nuestro secreto, pero no sé si todavía esté o si el aumento del nivel del agua por los arreglos a lo largo de los años lo habrán cubierto.

Una semana para probar [YoonSeok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora