Parte Ocho : Dangos

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Una cita perfecta. ¿Debería serlo? Claro que sí. Aunque en realidad no me importa si para ella no lo es, siempre que esté a su lado, me conformo con solo mirarla y apreciarla. Tiene sus pequeños encantos.

Chouchou me invitó a pasar la tarde con ella el fin de semana. Me dijo que me llevaría a una tienda de dangos para probar uno de los nuevos sabores. Me gusta verla entusiasmada cuando decide qué comprar y qué no. Boruto se sorprendió cuando se enteró que iría a una cita con ella, creo que no esperaba que estuviéramos juntos en tan poco tiempo, debo admitir que me costó mucho llegar a esta instancia. Chouchou no es una chica fácil de convencer.

No sabía adónde iríamos, así que me vestí casual. Me gusta usar yukatas tradicionales y mi color preferido es el azul, pero no estaba seguro si era buena idea usarlo. Así que decidí ponerme una camisa desabotonada y una camiseta azul lisa abajo, un jean de color negro y unas zapatillas de vestir. Sería nuestra primera cita por lo que supuse que ella también se vestiría acorde. Al terminar de bajar las escaleras de casa, sentí que mi corazón latía con fuerza y un rubor tiñó mis mejillas. No sé por qué, últimamente, me sonrojo por todo y sobretodo si tiene que ver con ella. Mi padre estaba en la sala de estar y cuando apartó la vista de la computadora, me saludó de manera fría, yo hice un gesto desinteresado y me retiré.

—Saldré con una amiga—mentí.

En teoría era mi novia, me daba vergüenza admitirlo delante de mi padre, no me gusta que se meta en mi vida privada. Mi padre aceptó sin rechistar y cerré la puerta a mis espaldas, me dijo que nos veríamos en el colegio porque la tienda a la que me quería llevar quedaba por esa zona. Por lo que tomé el primer tren que salió y le envié un mensaje avisándole que iba en camino. Chouchou me respondió enseguida: Yo también ya salí.

Durante todo el trayecto me pregunté qué ropa usaría, qué colores combinaría y cómo estaría peinada, no sé por qué pero imaginé que Sarada le dio una mano con algunos consejos. Reí al imaginar semejante escena y sonreí mientras mi vista observaba el paisaje de la enorme ciudad de Konoha. Al detenerse en la estación, bajé apresurado y envié otro mensaje indicando que estaba cerca del colegio. No me respondió. Estaba ansioso. Y tal vez ella también.

Al llegar a la esquina del colegio, recibí su respuesta: Me atrasé unos minutos, ya estoy llegando. Sonreí al notar lo cuidadosa que era. Doblé la esquina y me topé con el colegio, por supuesto, todo cerrado y ni un alma cerca. Me apoyé sobre uno de los postes de luz y esperé tranquilo, para pasar el tiempo me quedé viendo las redes sociales, al parecer los rumores seguían ahí y cada vez eran más. Resoplé. Odiaba a esas niñas mimadas. ¿Qué pretendían? Me detuve en seco, cuando la vi llegar, crucé miradas con ella.

Tenía puesto un hermoso vestido de color amarillo claro, escotado y que le llegaba a la mitad de sus rodillas. Se veía hermosa. Sus cabellos estaban atados hacia atrás de una manera delicada, creo que tenía una trenza cruzada, y sus labios tenían un labial suave, casi no se notaba. En los pies calzaba unos tacos chinos. Sin dudas estaba preciosa.

—Oh...—tartamudeé sonrojado—. Qué hermosa te ves.

—Ah...—articuló negándolo—. Sarada me obligó a hacerlo. No quería vestirme así, ahora siento que llamo la atención. No es que me moleste, solo que...—se detuvo al ver mi rostro mirándola, apartó la vista—. ¿Por qué miras tanto?

—Nada, es que en serio Sarada hizo un buen trabajo—sonrió contento. Extendí mi mano y ella la miró confundida—. ¿Puedo...?

Chouchou levantó el mentón y me miró avergonzada, resopló y aceptó sujetar mi mano, le sonreí y empezamos a caminar. Me pregunté a dónde iríamos hasta que me guió, bajando la colina y llegando a la zona de comercios, donde había varios negocios de comidas rápidas. No entendí adónde iríamos hasta que nos detuvimos en una tienda de Dangos, era pequeña y acogedora, nada extravagante. Además vendían otras chucherías. La miré asombrada sin entender nada, no entendía qué tenía de especial, hasta que escuché que una voz gruesa la llamó por su nombre de manera cariñosa, volteé hacia la voz, me quedé quieto, sin saber cómo reaccionar. Eso lo explicaba todo.

—¡Chouchou! Así que trajiste a tu ...—me miró un hombre, un poco corpulento, con cabellos castaños iguales a los de ella y una sonrisa amigable.

—Papá, él es Mitsuki del que siempre te hablo...—sonrió tímida.

Volteé hacia ella y luego miré a su padre, en cierto modo se parecían, solo un poco. Sonreí encantado y me presenté. Enseguida comprobé que era enérgico y bondadoso, tenía su misma esencia, de él había sacado parte de su personalidad. Eso me sorprendió. Chouchou pidió varios Dangos con diferentes sabores y pidió también para mí. Al sentarnos en una parte de la barra, comenzó a comer los suyos. No soy amante de los dulces, me incliné sobre ella y la contemplé en silencio, con una curvatura en mis labios. Mis ojos se posaron en sus cabellos que caían en punta y acto seguido en sus dangos, me mordí el labio inferior y me lancé hacia ella para arrebatarle un pedazo. Chouchou se sorprendió y me miró disgustada, pero cambió de parecer, cuando besé sus mejillas con cariño.

—¡Ey! ¡Eso fue injusto...!—dijo molesta y me robó mis dangos.

Reí divertido y la sujeté de la cintura, para darle otro beso, está vez en la comisura de sus labios, se movió y trató de forcejear, entonces nos quedamos viendo, como si nos dijéramos todo a través de los ojos. Dorado con dorado se mezclaron. Y segundos después uní mis labios en un tierno y dulce beso. Ella siguió mi ritmo, avergonzada, con las mejillas rojas. Acaricié su rostro y profundicé el beso. No me importó que su padre nos estuviese viendo, aunque seguro no estaba allí. Solo la besé.

Al soltarla, le sonreí divertido y ella apartó el rostro más roja aún. Se molestó y comió el resto de los dangos con una expresión de puchero. Después de comer los dangos decidimos dar un paseo por el parque, ella siguió hablando de cualquier cosa y de los lugares a los que había ido con su familia cuando era más pequeña. Me sorprendí que viajaran tanto y de saber que su familia no era de Konoha. Cuando terminara la facultad, probablemente, se mudaría a Kumo para estudiar allí. Eso me entristeció un poco.

—¿Qué estudiarás?

—No lo sé—dijo terminando de comer unos pocky's.

Bajé la mirada y miré el piso. ¿Era correcto sentirme mal? La apoyaba. Quería que hiciera lo que de verdad quería, solo que sería problemático para nuestra relación. Sin embargo el hecho de que faltaran tantos años, me hizo tranquilizar. Intenté sonreír.

—Tu padre es un gran hombre.

—Sí, él quiso conocerte, me insistió en que te llevara a nuestra tienda. Disculpa si no es gran cosa...

—No te preocupes, está bien.

Decidí acompañarla hasta su casa, no quería que fuera sola, a pesar de que no era demasiado tarde. Al principio se negó, no tuvo otra opción cuando se dio cuenta que éramos pareja y era lo que hacían. Le sonreí en señal de victoria y la acompañé de regreso a casa. El viaje fue tranquilo y seguimos conversando de diferentes cosas, como siempre lo hacíamos, hasta que mencionó el viaje escolar. Me había olvidado por completo. Sería en dos semanas y sería en el país de las Aguas. Mi padre no quería que fuera y yo costeé los gastos para poder ir, no iba a perderme ese viaje por nada del mundo, era una ocasión perfecta para viajar al exterior.



NOTA:

Este capítulo fue corto, lo sé :c 

Es que debo arreglar algunas cosas antes de continuar, 

Y quizá lo resuelva en el viaje escolar que seguramente durará algunos capitulos, 

es más que todo porque debe tener conexión con la otra historia y si no queda floja la relación 

Espero que les esté gustando

Disfruten!  

Ojos Almendras  (MitsuChou)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora