O.5

254 29 36
                                    


"Un mismo latido."

——————————

——————————

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

——————————

Aquella noche no pudo dormir con la tranquilidad que esperaba tener, se limitaba a girar en la cama buscando una forma en la cual quedar dormida, obviamente aún no era capaz de conseguir nada, la ansiedad la estaba molestando. Era cierto que por fin estaba al lado de Shaoran y tendría la posibilidad de acercarse al muchacho, más eso no quería decir que no extrañase a su familia.

Tampoco se arrepentía, ni por irse de casa, por llegar allí o por perder la voz, no.

Miró sus piernas con detenimiento, recordaba la amenaza de la bruja, pero no había podido comprobar la verdad de sus palabras, Shaoran no le había permitido levantarse para nada, decía que debía recuperarse, no importando cuanto insistió con gestos la chica.

¿Debería levantarse? Tal vez sería lo mejor, no tenía conocimiento de la sensación, y si era tan mala como presentía... O más... Al menos sabría a qué atenerse y como disimular su dolor frente al príncipe. No quería preocuparle o ser una carga todavía más grande.

Se sentó en el borde de la cama, y mirando aquellas extrañas extremidades se preguntaba cómo aquello podría causar a su persona tanto pesar.

Suspiró con algo de temor antes de poner un dedo en el suelo, sintió una pequeña punzada, capaz de hacerle cerrar los ojos ante la sensación de dolor.

Más vale ahora que nunca, y más vale sola que a su lado; con este pensamiento se levantó dejando caer todo su peso en los nuevos pies que poseía, el dolor le hizo caer y tener que ahogar un grito de dolor mientras sentía humedecer sus ojos y el dolor lacerante se posaba en sus pies.

Sintió profundas ganas de gritar y llorar, era tal vez peor de lo que había considerado, tal como si puntas filosas se clavaran con ganas de llegar a lo más profundo, le dejaba aquella horrible sensación aun cuando ya no estuviese de pie.

Calmó su inestable respiración y secó las lágrimas que brotaban de sus ojos, tenía que acostumbrarse a aquel dolor en cada paso que diera, pues cada paso era el que la acercaría al muchacho ambarino, y soportaría el dolor, tampoco tenía alguna otra opción.

Inhaló tratando de obtener algo de valor y se levantó nuevamente, las punzadas se presentaron al mismo tiempo que sus pies siquiera rozaron el suelo, esta vez se limitó a dejar rodar sus lágrimas, pero nada más.

Aquella noche, entre plañidos, caídas y con la luna que iluminaba la triste escena, Sakura aprendió a andar sin caer tanto, a contener un poco las ganas de gritar o al menos quejarse, caminando por toda la habitación durante horas, hasta poco antes del amanecer.

Para la mañana siguiente apenas si había dormido, y eso no impidió sonreír con ternura al castaño que procuraba cuidarla lo más que le fuera posible.

Mi bella sirena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora