quinque

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  La imagen del ángel que salvó su vida se volvió una hermosa costumbre de ver casi a diario. JiMin le sonreía siempre al verlo, se acercaba, e incluso si no podían tocarse para no causar daño al otro, lo sentía. Podía sentirlo a un nivel tan distinto y único. Pero JiMin estaba allí para él.

   —¿Ves eso, YoonGi? —murmuró el arcángel en una ocasión.

  Ese día se habían reunido en una pradera, hablando de cosas triviales hasta que el arcángel se había levantado de un salto, corriendo mientras llamaba al demonio para que lo siguiera.

  JiMin podía llegar a actuar como un niño pese a tener poderes suficientes como para acabar con él. Pero su actitud, lejos del personaje y de ser Uriel, arcángel del arrepentimiento, era JiMin. Un ángel curioso que había logrado dar calidez al frío corazón del demonio sin que se diera cuenta.

  JiMin había corrido, deteniéndose de un momento a otro mientras apuntaba hacia arriba entusiasta.

  YoonGi había mirado con una mueca por el sol pegando en su cara, subiendo una ceja confundido al ver sólo un par de mariposas revoloteando cerca de ahí.

   —¿Qué se supone que debo ver? —preguntó molesto.

  JiMin rió, sonriendo al ver a algunas mariposas irse quedando una pequeña mariposa de colores viajando del naranja al amarillo.

   —Son hermosas...de todos los animales de la creación, las mariposas son mis favoritas ¿sabes? Son tan hermosas, sus alas son tan preciosas y delicadas. La muestra y contraste de la creación de Dios.

  Para YoonGi se había vuelto normal escuchar al arcángel hablar tanto de su creador, incluso cuando habían acordado tratar esos temas lo menos posible. Era algo tan natural en JiMin que no podía evitarlo, algo que ya no le molestaba.

  El arcángel tapó su boca avergonzado, sus alas caídas como si fuera un perro bajando sus orejas deprimido. —L-lo siento, a veces olvido lo que acordamos y no puedo evitarlo.

   —Está bien —había dicho YoonGi, su rostro carente de emociones mirando al arcángel—, me he acostumbrado.

  JiMin respiró tranquilo, subiendo su mano para llamar a la mariposa que bajó hasta aterrizar en el dedo índice del arcángel. Admirando con mayor detalle el delicado cuerpo del insecto con hermosas alas.

   —Es hermosa ¿no? ¿Quiere tocar?

  YoonGi había negado cruzado de brazos. —Si toco apenas a esa mariposa, morirá.

  El arcángel lo miró sorprendido, cambiando su expresión alegre por una triste. Si YoonGi llegaba a tocar a alguna creación divina y ésta era muy débil, perecería en sus manos. Incapaz de tocar la belleza de la luz, incapaz de acercarse a cualquier cosa celestial.

  Incapaz de tocar a JiMin.

   —Lo siento, de nuevo lo olvidé.

   —No te preocupes angelus, no puedo sentirme mal por algo que nunca he experimentado.

  Día tras día y a medida que pasaba el tiempo ambos comenzaban a convivir más y más. Conociéndose y descubriendo más del mundo del otro, creando una conexión en donde el cielo y el infierno se tocaban.

  La dulce pureza y el amargo poder de un ángel y un demonio, conviviendo sin matarse el uno al otro.

  Incluso cuando YoonGi seguía sin dejar sus hábitos como demonio el arcángel era incapaz de alejarse. Anhelando cada vez más la compañía del contrario, conocer más y dejarse caer por la melodía del demonio.

Divina Peccatum──⋙YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora