tribus

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  YoonGi sabía que si quería que su plan funcione, debía mantenerlo oculto. Debía esconderse y no delatar lo que estaba haciendo. De lo contrario podría terminar mal, muy mal para él.

  Por eso la primera vez que volvió lo hizo en silencio, buscando no llamar la atención de nadie. Pensó que lo había logrado, que se había salido con la suya y no correría riesgo.

  Pero ese era el infierno, las cosas no eran perfectas.

   —Si un demonio se mete en los asuntos de otro ¿es buen demonio o mal demonio?

  Detuvo sus pasos que hasta ese momento iban seguros hacia su sala, deslizándose para darse la vuelta y encarar a la figura femenina frente a él.

   —¿Qué estuviste haciendo, Amon?

  YoonGi hizo un gesto con sus brazos, mostrándose confiado como si no tuviera nada que ocultar. —Zalir, vamos, ¿acaso te interesas en mi?

   —Me intereso en saber si puedo sacar provecho de algo, querido.

  La contraria le sonrió cínica, su largo cabello rubio cayendo por sus hombros. Su figura era esbelta, y tenía labios pronunciados que resultaban en su rostro perfilado. Acompañado de la vestimenta que se acentuaba a su cuerpo y tacones altos.

   —Cuéntame ya, YoonGi. Tú no eres del tipo que sale al mundo humano por diversión. Y no intentes engañarme, he pasado por tu sala hoy y no estabas. Tus amigos tampoco sabían donde estaban. Parecían más interesados en seguir cogiendo como conejos.

  El contrario se acercó a la más baja y colocó sus manos sobre los hombros de esta. Acariciando estos para calmarla. —Vamos, Lalisa, no hay nada que te interese en saber. ¿No deberías estar tú en el mundo humano y seducir a alguna mujer?

   —Esas cosas pueden esperar —respondió Zalir, tomando las manos del contrario para alejarlas de su cuerpo—. Cuídate, YoonGi, yo no diré nada. Pero no seas descuidado en lo que sea que estés metido.

  YoonGi no quería admitirlo, pero sabía que Lalisa tenía razón. Por ello durante sus siguientes salidas era minucioso con lo que haría.

 

   Del primer encuentro le siguieron otros más. En los que el arcángel y el demonio comenzaron a convivir más tiempo uno cerca del otro, tratando de convencer al contrario que sus opiniones eran las que debían seguir.

  Sus lugares de encuentro tendían a variar, siendo la mayoría de las veces praderas o bosques donde la naturaleza abundaba si era elección de JiMin. El cual sonreía y se divertía como un niño al hablar con el demonio.

  YoonGi no podía evitar divertirse al ver al arcángel en tal estado. El mismo ser que lo había derrotado la primera vez, y que de querer enfrentarse a él tendría al menos una posibilidad de derrotarlo, actuaba igual a un infante en sus encuentros. JiMin reía, rodaba por el suelo y de vez en cuando extendía sus alas para volar cerca de allí. Irradiaba luz, irradiaba pureza. Era inocente.

  No obstante, no siempre era así. Habían oportunidades en donde era YoonGi a quien le correspondía elegir dónde se encontrarían, deleitándose con las expresiones que hacía el arcángel al ver los lugares.

  JiMin caminaba inseguro, su gran espada con llamas doradas en sus manos preparado para cualquier cosa. Era un lugar oscuro, estaban en el mundo humano y la civilización cada vez se volvía más inteligente. Avanzando con pasos lentos hacia el futuro. Olía a alcohol, y una mezcla de sangre y excremento de animales que lo mareo.

   —Kali spera, angelus (Buenas noches, ángel) —Murmuró la voz grave, sorprendiendo como era costumbre al arcángel.

Divina Peccatum──⋙YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora