Ya era 1 de julio, lo que significaba que no había pasado ni un mes desde que Adelya regresó a casa. Aún así, la chica anhelaba la llegada del 1 de septiembre con toda su alma. A pesar de todos los accidentes y peligrosas aventuras que la habían acompañado durante su primer curso, Adelya contaba los días para volver a Hogwarts. Echaba de menos practicar hechizos junto al Lago Negro, el delicioso zumo de calabaza que preparaban los elfos domésticos, las partidas de Snap Explosivo junto a la chimenea de la Sala Común... Quería ver a sus amigos de nuevo, unas pocas cartas no eran suficiente.Ya era 1 de julio, lo que también significaba que el día anterior Adelya había cumplido 12 años. Había recibido cartas y regalos de sus amigos por lechuza. Le gustó especialmente el kit de artículos de broma de parte de "Gred y Feorge", no esperaba recibir nada de los gemelos. Pero lo importante es que todos se habían acordado de su cumpleaños.
Excepto Harry.
Por algún motivo, el chico no había contestado a ninguna de sus cartas, y tampoco a las de Hermione o Ron, según le habían comentado. En principio, Adelya no le había dado mucha importancia. Harry estaría ocupado con otros asuntos o algo. Pero que ni siquiera la felicitase por su cumpleaños le dolió un poco. Es decir, después de todo por lo que habían pasado juntos durante el curso anterior, cualquiera esperaría un simple "Felicidades", ¿no?
Esa era la razón de su mal humor durante el desayuno. El día era estupendo, sin ninguna nube en el cielo y el sol brillando alegremente. Hacía calor, pero no era insoportable, y una suave brisa movía las hojas de los árboles, entonando una melodía veraniega. Pero nada de eso conseguía animar a Adelya mientras untaba mermelada en sus tostadas. La chica sabía que estaba siendo un poco infantil e inmadura, pero no podía remediarlo. Por fin había conseguido hacer amigos y estos —solo uno de ellos— no se acordaban de su cumpleaños. Decaída, le dio un mordisco a su tostada. Justo después su hermana entró en la cocina.
— ¿Dónde está mamá? —preguntó Dianne, nada más abrir la puerta.
— Se ha ido a hacer unos encargos, dijo que volvería en un par de horas.
Su hermana asintió con la cabeza y comenzó a prepararse su propia comida. Tras diez minutos en silencio, cada una con su desayuno, Dianne volvió a hablar.
— ¿Qué te pasa?
— ¿Qué me pasa?
— Llevas más de diez minutos callada con el ceño fruncido.
— No es nada —contestó Adelya. Relajó las cejas, no quería que le saliesen arrugas tan joven.
— Nunca he visto a alguien enfurruñarse por "nada" .
— Pues ahora sí, y no estoy enfurruñada —respondió tajante, percatándose al instante de la contradicción en sus palabras. Notó cómo sus cejas volvían a juntarse.
— Ahora que tienes doce años eres muy mayor para enfurruñarte, ¿eh? ¡Venga, alegra esa cara!
Ante la mención de su actual edad, Adelya frunció aún más el ceño. Dianne se quedó callada unos segundos, observándola. Finalmente, se levantó mientras recogía su desayuno.
— Cuando estoy enfadada o deprimida suelo escribir en mi diario.
— ¿Tienes un diario? Eso es tan... —empezó a decir Adelya.
— Sí, sé que suena cursi —la cortó Dianne—, pero realmente ayuda. Después de soltar todos mis sentimientos y preocupaciones en el papel siempre me siento más calmada. Tal vez deberías intentarlo.
Adelya la miró durante unos segundos, pero tampoco debía pensárselo tanto, muchas chicas de su edad tenían diario (intentó no pensar en que esas chicas eran como Parvati y Lavender).
— Está bien —dijo—, miraré a ver si encuentro alguna libreta o cuaderno que sirva.***
Llevaba un rato buscando, pero Adelya no encontraba ningún cuaderno vacío o del tamaño adecuado. Y, definitivamente, no iba a ir a comprar uno sólo para escribir sus lloriqueos en él. Se tumbó en su cama soltando un suspiro. No podía dejar de pensar en el tema. ¿El diario realmente ayudaría? Dianne parecía convencida de su efectividad, pero Adelya no estaba tan segura. Miró el bolígrafo que tenía en la mano., recordando lo mucho que había querido utilizar uno en Hogwarts, en lugar de plumas y tinta. También se acordó de lo horrible que era su caligrafía con dichos utensilios. Con un nuevo objetivo en mente, se levantó de la cama y se agachó junto a su baúl, rebuscando entre libros, túnicas e instrumentos mágicos para encontrar lo que quería.
Pero sus dedos hallaron algo que no esperaba.
En sus manos, aparte de una pluma un poco doblada y un frasco de tinta medio lleno, había un pequeño cuaderno de tapa negra y páginas amarillas. La chica no sabía de dónde había salido aquel objeto, no recordaba haberlo comprado y tampoco parecía ser ningún regalo. Hasta que le dio la vuelta. Las letras grabadas en la parte de atrás, por algún motivo, refrescaron su memoria. Aquel diario pertenecía a un mago alto de cabello rubio platino, y Adelya lo había obtenido cuando al hombre se le cayó en la estación, frente al expreso de Hogwarts. Viendo el aspecto que tenía, la chica dudaba de que fuera muy valioso, por lo que supuso que al mago no le importaría que Adelya se lo agenciase como propio.
Cerró el baúl y se sentó frente al escritorio. Mojó la pluma en el tintero y luego la colocó sobre el papel. Lo primero que debería escribir tendría que ser su nombre, ¿no?«Adelya Allistwood»
Al levantar la pluma del papel, una gota de tinta cayó sobre su nombre, sin llegar a manchar su apellido. Adelya maldijo en su cabeza mientras retiraba el exceso de tinta de la pluma, pero algo hizo que se quedase congelada frente al diario. La tinta que había sobre el papel se desvaneció, apareciendo otra palabra en su lugar. Si eso no la había asustado aún, lo que leyó a continuación definitivamente lo hizo.
«¿Martine?»
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Adelya y la Cámara de los Secretos - Harry Potter
FanficVolvió a mirar el cuerpo moribundo de Ginny. Apenas respiraba, pero seguía viva. Se giró hacia Tom, que permanecía con sus ojos clavados en ella. - ¿Me vas a matar a mí también? -preguntó Adelya - ¿Matarte? -el joven soltó una risita grave. A...