Capítulo 4

459 48 5
                                    

La Cámara de los Secretos

Llegó octubre y un frío húmedo se extendió por los campos y penetró en el castillo. La señora Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos. Su poción Pepperup tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas. Ella misma había tenido que ir a la enfermería, pero no por un catarro. El cansancio de Adelya había llegado a tal punto que se vio obligada (sobretodo por Hermione y Daphne, que prácticamente la arrastraron a la enfermería) a pedir ayuda a la enfermera. La señora Pomfrey le había dado un par de pociones cuyos efectos instantáneos, pero no muy duraderos, habían conseguido que su salud mejorase lo suficiente.

Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos. Adelya, friolera como era, deseaba con todas sus fuerzas que llegase ya la primavera. Se encontraba en la Sala Común junto a Hermione y Ron, haciendo deberes de Pociones mientras esperaban a que Harry volviese de su entrenamiento de quidditch. A Adelya le daba mucha lástima su pobre amigo.
— Anda que tener que entrenar con este tiempo —mencionó al acabar su redacción, pasándosela a Ron antes de que éste se la pidiera para "inspirarse"—. Oliver Wood está mal de la cabeza.
     A su lado Hermione, quien iba ya por su tercer pergamino, asintió a la vez que le fruncía el ceño a Ron por copiar sus deberes tan descaradamente. El pelirrojo se limitó a devolverle el pergamino bajo la atenta mirada de Hermione.

     A última hora de aquella tarde de sábado Harry llegó empapado y con los zapatos cubiertos de barro. Tras un saludo breve, fue a cambiarse de ropa y luego regresó a la Sala Común, donde les explicó lo que le había ocurrido de regreso a la torre de Gryffindor.
—¿Un cumpleaños de muerte? —dijo Hermione entusiasmada— Estoy segura de que hay muy poca gente que pueda presumir de haber estado en una fiesta como ésta. ¡Será fascinante!
—¿Para qué quiere uno celebrar el día en que ha muerto? —dijo Ron, que iba por la mitad de su deberes de Pociones y estaba de mal humor— Me suena a aburrimiento mortal.
— ¿En serio, Ron? —cuestionó Adelya ante su chiste malo.

     La lluvia seguía azotando las ventanas, que se veían oscuras, aunque dentro todo parecía brillante y alegre. La luz de la chimenea iluminaba las mullidas butacas en que los estudiantes se sentaban a leer, a hablar, a hacer los deberes o, en el caso de Fred y George, a intentar averiguar qué es lo que sucede si se le da de comer a una salamandra una bengala del doctor Filibuster. Fred había "rescatado" aquel lagarto de color naranja, espíritu del fuego, de una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y ahora ardía lentamente sobre una mesa, rodeado de un corro de curiosos.
     Adelya estaba a punto de ir a mirar, cuando de pronto la salamandra pasó por el aire zumbando, arrojando chispas y produciendo estallidos mientras daba vueltas por la sala. La imagen de Percy riñendo a Fred y George hasta enronquecer, la espectacular exhibición de chispas de color naranja que salían de la boca de la salamandra, y su caída en el fuego, con acompañamiento de explosiones, hicieron que Adelya olvidase por un momento su persistente cansancio y se riese más fuerte de lo que lo había hecho en lo que llevaba de curso.

***

     El día de Halloween, Adelya estaba más agotada de lo normal y tenía un ligero dolor de cabeza que no hacia más que aumentar con el alboroto a su alrededor. El resto del colegio estaba preparando la fiesta de Halloween; habían decorado el Gran Comedor con los murciélagos vivos de costumbre; las enormes calabazas de Hagrid habían sido convertidas en lámparas tan grandes que tres hombres habrían podido sentarse dentro, y corrían rumores de que Dumbledore había contratado una compañía de esqueletos bailarines para el espectáculo.
—Lo prometido es deuda —recordó Hermione a Harry en tono autoritario cuando éste mencionó que tal vez sería mejor ir al banquete en vez de a la fiesta de Nick Casi Decapitado—. Y tú le prometiste ir a su fiesta de cumpleaños de muerte.
     Así que a las siete en punto, Adelya se despidió de Harry, Ron y Hermione, disculpándose por no ir con ellos.
— No te preocupes, tu quédate descansando —la tranquilizó Hermione—. Tienes muy mal aspecto, mañana deberías ir a la enfermería de nuevo.
— Sí, creo que iré. Pasáoslo bien en la fiesta, y felicitad a Nick de mi parte.

Adelya y la Cámara de los Secretos - Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora