24-¿Adaptarse?; Victor.

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La noche había sido muy dura. Después de haber comido con Brad, éste le enseñó dónde sería su cama y le explicó unas cuantas cosas sobre el lugar, además le dijo que si se ofrecía podía salir de vez en cuando con los dos soldados a buscar provisiones al exterior.

Tras ducharse se pasó gran parte de la tarde hablando con las demás personas del recinto, explicándoles lo que había visto en el exterior, dándoles detalles de cómo eran los zombis, y con lágrimas en los párpados les explicó también lo que había sucedido con su familia.

Habló un poco sobre a lo que se dedicaba y escuchó con atención las anécdotas de las otras personas, era muy bueno escuchando, el trabajo de toda su vida consistía constantemente en escuchar a las personas.

Todas las historias de sus nuevos compañeros de hogar eran diferentes unas de otras, cada uno había sufrido a su manera y cada uno tenía sus propios problemas en los que pensar...

Una mujer relató que cuando el misil pasó por encima de ella se encontraba en un parque con su bebé de tan solo nueve meses. Con lágrimas en los ojos y con la voz entrecortada dijo que mientras corría tropezó y su bebé se le cayó de las manos, cuando alzó la vista vio cómo un zombi frente a ella comenzaba a devorarlo. Entre los gritos de su hijo y los suyos, un hombre la tomó por los hombros y la ayudó a irse del lugar, no sin forcejear, morder y tirar patadas para que la soltaran y así pudiera volver corriendo hacia su bebé...

Otro hombre relató que estaba en una cafetería con sus dos hijas cuando ocurrió el atentado. Cuando todas las personas comenzaron a convertirse en zombis, lo primero que hizo fue tomar a sus hijas y entrar corriendo a su auto, cuando estuvieron andando, las criaturas se les atravesaban enfrente y se lanzaban hacia ellos, dijo que literalmente no se le ocurría en ese momento a dónde ir, todo era un caos, gente corriendo por todos lados, gritos, rugidos, chillidos, sangre derramada por todos lados, cadáveres, sirenas de ambulancias, policías, autos pasando a una gran velocidad frente a ellos, fuego y humo...

Lo inevitable pasó y se estrellaron, en el choque la menor de sus hijas falleció, pero no instantáneamente, murió esa misma noche ya en el recinto de Brad, tras el choque, corrió con su hija en brazos y la otra por un lado un par de cuadras hasta que Brad abrió la puerta y se asomó gritándoles que se dirigieran hacia él, lo demás es historia.

Víctor estaba muy agotado, lo cual era extraño, ya que durmió 48 horas, todo el día del atentado y el día siguiente hasta haber despertado el tres de noviembre. Se recostó en su cama y comenzó a pensar en qué iba a ser de su vida; rápidamente a su cabeza vino Seattle, anhelaba llegar ahí y dejar de pensar al menos un poco en que corría peligro, así como en su familia...

Aunque puede que lo único que lo mantenga vivo era tener un objetivo... ¿Qué haría de su vida una vez en Seattle? ¿Adaptarse? Pero ¿a qué? A una vida llena de zombis, a una vida llena de tensión siempre pensando en que en cualquier momento podrían las criaturas traspasar la barrera que habían colocado en la ciudad... Aunque bueno, según escuchó, Washington en su totalidad estaba casi libre de infección ahora mismo... Pero de igual manera sería una vida llena de preocupaciones.

"Adaptarse" sólo era una palabra de consuelo para aquellos que tenían la esperanza de una vida normal en la ciudad, pero nada sería normal hasta que la mayoría del planeta estuviera libre de infección, cosa que sería imposible, había escuchado también que había países completamente infectados.

Todo se había ido al carajo, el hecho de que algunos países grandes no estuvieran infectados no significaría que estuvieran a salvo... Ni mucho menos que ellos podrían salvar al planeta entero... Una cura es lo único que podría salvar a todo el mundo. Tal vez si la derramaran de la misma manera que Flamante derramó la bacteria... Así habría mayores posibilidades de "Curar" al planeta. Tras horas pensando, tratando de imaginar qué podría hacer de su vida, finalmente se rindió y dejó que el sueño lo consumiera en su totalidad para así dormir, por fortuna, sin ninguna pesadilla. La mañana en el recinto era helada, las paredes de concreto hacían que existiera un ambiente frío y gélido.

Victor miró el techo y se quedó pensando en qué debía hacer, tenía como objetivo llegar a Seattle, pero al parecer el lugar donde se encontraba no estaba tan mal y las personas eran muy amigables.

Era una decisión difícil, además, puede que en el trayecto muera, ocurra algún incidente, etcétera. Quedarse allí parecía la opción más tentadora y segura al parecer, aunque puede que de cierta manera no quedaría conforme pues no había cumplido su objetivo. Eso lo irritaba bastante.

Recordó el día treinta y uno de octubre y la impotencia lo embargó de nuevo; había perdido el caso en el que trabajó por un mes completo, aunque claro que eso ya no tenía importancia. Perder le causaba una ligera depresión de cierta manera, por muy estúpido que parezca. Y cuando eso pasaba era necesario que se tomara dos tabletas, una especial para que sus pensamientos se "acomodaran" y otra para dormir, y que así la pastilla tuviera efecto rápido y eficaz. Aunque había veces que su esposa le daba las dos para dormir, eso había causado que Victor no despertara para huir con su mujer a tiempo. Al recordarlo, sintió ganas de golpear en la cara a alguien.

Se levantó lentamente y descalzo comenzó a caminar en dirección al pequeño cuarto que había en una esquina, donde parecía que Brad dormía. Se acercó a la puerta y se detuvo a escuchar, el sonido que procedía de adentro era desconsolador; Brad estaba sollozando y parecía que lloraba.

—¿Brad? —llamó Victor mientras daba un par de golpecitos a la puerta.

—Adelante, Victor —dijo. Al entrar, notó que se estaba secando las lágrimas y volvía a poner un par de fotografías en una pequeña pizarra—. Mi hijo... Hoy será el cuarto día que no sé nada de él, no quiero imaginarme lo peor, pero es lo más seguro, puede que incluso en este mismo momento este mirándome desde el cielo brindándome las fuerzas que necesito para poder continuar.

—Te entiendo, amigo —dijo Victor mientras le ponía una mano en el hombro—. Mi familia está en el cielo también, me está cuidando, y me mantiene vivo para algo, yo lo sé, me da fuerzas para cumplir un objetivo, y por ello no me he rendido.

En verdad la postura religiosa de Victor era agnóstica, de vez en cuando le gustaba creer que había una fuerza de superior que jugaba los dados por él. Sentía que le quitaba responsabilidad de encima, pero, además, también su formación lo orillaba a querer basar toda la existencia a las explicaciones científicas, a que todo era movido por su propia mano, a que lo bueno y malo que le pasaba era por su propia culpa. Le daba paz y a la vez tormento.

—Mira afuera. —Señaló la puerta del cuarto—. Este es mi objetivo. Ahora estos son mis hijos, ellos son los que me necesitan aquí, a mí, a Steve, a Roger e incluso a ti ahora Victor. Nunca se habían comunicado tan bien desde que llegaron. Sólo tu pudiste hacer que esto se sintiera como un hogar, todos sentados juntos, platicando y comiendo. Al principio tristes, pero después de tan devastadoras anécdotas sólo vi en sus rostros paz y tranquilidad, necesitaban desahogarse... Gracias, Victor.

—Descuida, Brad. No hay absolutamente nada que me debas de agradecer, sino al contrario, debo yo de darles las gracias a ustedes por haberme acogido aquí y haberme abrigado con su hospitalidad.

Justo ahí, en ese preciso momento, después de las palabras de Brad, Victor supo qué debía hacer y así tomó la decisión que creía que buscaba.

No era necesario adaptarse en una ciudad, en una nueva vida donde probablemente la gente peleaba un pedazo de pan por lo sobre explotada que estaría. Necesitaba un lugar donde fuera bien recibido, un lugar donde se sintiera como en casa... Y estaba justo allí.

En ese sótano estaba lo que necesitaba. Y adaptarse nunca le pareció tan atractivo.

Día Z; Apocalíptico IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora