Requiem para dos

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(Hace seis meses)

— Te dije vistieras decente ¿notas lo que hace un poco de jabón?

— Si, si, pero no me dijiste que me presentarías a un chico tan lindo, me hubiera esforzado más en cómo luzco.

— No seas tonto, te veías muy bien… mientras le coqueteabas.  

— ¡No mientas anciana! ¡¡¡Tu eres ciega!!!!

Cuando lo vi por primera vez, Al lo noto de inmediato, "no tienes remedio, un romántico hasta la médula" decía y aún así no se negó a decirme todo sobre Peter Parker, estudiante de química de la universidad estatal, con una beca de excelencia académica, capaz de hacer cualquier cosa por sus amigos y familia, acababa de pasar por una pérdida muy grande, llegué a compararlo con a quién yo perdí, en un inicio pensé que sólo me sentía identificado con su historia, pero no, en verdad él me gusta, me gusta mucho, poco a poco me fui enamorando de su forma de ser, de su capacidad de concentración, de su dulzura, su humanidad y su inteligencia, de cómo brillaban sus ojos al mirarme y de cómo temblaba sonrojandose cuando lo tocaba un poco.

Hace mucho que no sentía eso, estuve en la correccional durante cuatro años por matar a un hombre que merecía morir por haber matado a mi primer amor, al que creí que era el amor de mi vida; sino hubiera sido por Al yo seguiría hundido en la cárcel, mi vida dio un giro de ciento ochenta grados cuando la conocí, no sabría cuanto me apasiona la música de no ser por ella, y no sería ni tendría lo que tengo hoy de no ser por que ella me apoyó y creyó en mí, la amo como si fuera mi propia madre.

Pero ni la fama ni la fortuna que amase por cinco años fue suficiente, me sentía vacío y me terminaba acostando con cualquier persona que me gustará un poco, después les abandonaba, ese era el tipo de vida que llevaba, supe que algún día el universo me haría pagar todo eso y así fue hace unos meses.

(Hace cuatro meses)

— Bañate, rasurate, peinate, perfumate, hace años que te lo he dicho, pero no, hasta que aparece este niño lo haces, gracias Al.

— Cállate, me quiero ver guapo para él.

— Eres un idiota.

— Ya lárgate Al.

— Si claro, aprovéchate de una anciana y deja que regrese a su casa SOLA.

— Vives cruzando la esquina.

— Ya me voy ya me voy.

Cuando llegaba de las clases previas a la de Peter odiaba verme mal para él, así que tomaba una ducha y cambiaba mi ropa, realmente no quería que conociera esa parte vaga de mi, por lo general ni siquiera me rasuraba, casi nunca. Pero aquel día llegó más temprano que de costumbre, yo acababa de llegar de la última clase porque mi alumna quiso hablar más tiempo conmigo, me fastidiaba tener que tratar con chiquillas como ella, pero era parte del trabajo. En cuanto salí de bañarme sonó el timbre, deseaba que fuera él, mi adorable Peter, pero caí en cuenta de la situación en la que estaba, no podía hacerlo esperar afuera, así que tuve que abrir y hacerlo pasar, la vergüenza me mataba, hubiera preferido tirarme por la ventana a que me viera así, pero ya era tarde, él ya estaba parado frente al piano negro y yo obtuve una repentina erección pensando en desvestirlo ahí mismo, así que prácticamente corrí a mi habitación tratando de tranquilizarme, seque de inmediato mi cabello, me vestí y comencé a recitar mentalmente las partituras de "Canon" de Johann Pachelbel, salí de ahí y volví a ver a Peter, tan ansioso como siempre, me senté a su lado, la melodía que tocaba debía ser tomada con una velocidad baja, el se escuchaba desesperado por salir del lugar, así que pensé que quizás su tía volvería a estar mal, él contestó que no y se fue casi de inmediato, pensé que tal vez habría dicho algo incorrecto, hasta que comprendí lo nervioso que yo me pondría si lo viera a él medio desnudo, fue una reacción en verdad dulce y no lo podía culpar de huir de esa manera.

La melodia de tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora