Café a las once

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Jaehwan me dio palmaditas y yo volví al mundo. Mis sobrinos y Park nos contemplaban. 

Hice lo primero que se me vino a la cabeza: llamar a Sunjin y evitar el gran desastre que supondría tener a mi cuñado en casa.

Todo  resultó bien, excepto por el hecho de que mi hermana me llamó "Seokkie bebé" lo suficientemente alto como para que todos en mi casa lo escucharan. 

— No te olvides, Seokkie bebé. Mañana a las nueve de la mañana en la tumba de la abuela. Lleva lo necesario.

— Vale, te veo allí.

— Cuidate. Hara te manda saludos.


Ken me miró angustiado.  Park me tomó la mano — ¿Todo bien?

Volví a la tierra y dejé el mundo de los problemas a un lado. Aunque usualmente la tierra es el mundo de los problemas, ¿No? — Así es. Hoy tengo que ir a la cafetería. 

— Ah, bien. 

Quedamos en silencio por quizá diez segundos que se sintieron como una eternidad. — Yo hoy voy a salir con Jungkookie, — dijo Park sonriendo — vamos  a pasar el rato en el arcade.

—Oh, me alegra escuchar eso.

Park buscó mi mirada, puso su estúpida sonrisa — No te pongas celoso, Jin. Recuerda que tienes mi corazón.

Le hubiera contestado con una grosería de no ser porque hoy me tocaba entrar temprano a la cafetería. 


...



Pasé las siguientes tres horas maldiciendo a la mera existencia del celular de mi cuñado. Me había bombardeado con mensajes.

                                                                                                                      — ¿Cómo has estado Seokjin?

Jamás pensé en odiar tanto un aparato. Ni siquiera las fiestas de Park las había odiado tanto como  los mensajes de Hara.

Para colmo le había mandado mensajes a Taehyung y el infeliz no me había contestado ninguno. Ese hijo de su mamá me estaba evitando y yo ya suponía porqué. Bueno, en este caso, por quién.

Quizá me hubiera pasado todo mi turno renegando y pensando en lo desgraciado que era él o Taehyung; sin embargo, algo más interesante que Hara pasó a las, justamente, once de la mañana:  Kim JongDae llegaba con su usual bolso marrón. Y se sentó cómodamente a esperar su café. Obviamente que salí corriendo a atenderlo.

— Café cargado y dulce — lo coloqué en la mesita — Y croissants recién horneados 

Jongdae sonreía y despedía su típico olor a naranjas — Excelente servicio, ¿Podrías traerme una taza de mocaccino? 

Eso era nuevo. Jamás, Kim Jongdae me había pedido un mocaccino — ¿Te gusta?

— A él no — Cho Kyuhyung se sentó de una manera elegante. Dejándome helado de pies a cabeza. Me sonrió de manera dulce — Pero a mí, sí.

Volví a la cocina con el buen ánimo por los suelos y envié a Emma, quien obviamente se quejó todo lo que pudo. — Pero es el chico de las once... ¡Tu supercliente! ¡Siempre le atiendes!

Al otro lado - JinminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora