-Prólogo-

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Fue una tarde tranquila y fresca, el sol se ocultaba tímidamente detrás de algunas cuantas nubes obscuras que indicaban la presencia cercana de lluvia o tal vez de una tormenta.

España se encontraba sentado en su trono con tranquilidad, apoyando su barbilla sobre la palma de su mano fingiendo todo el desinterés posible. Frente a él estaba nada más y nada menos que su viejo amigo Portugal; erguido con una sonrisa arrogante a pesar de estar en territorio ajeno, ese tipo de reuniones no eran extrañas entre ambos imperios, siempre procuraban verse al menos una vez al mes para hablar sobre trivialidades o a veces a tomar un poco de té mientras disfrutaban de la vista de sus nuevas adquisiciones.

Pero esa reunión era diferente a las demás; no era para comercio o para pasar el rato, no, esa era una reunión especial, una que significaría un futuro próspero para ambos imperios, esa era una reunión para una alianza, pero no cualquier alianza.

-Espero que me traigas un buen candidato viejo amigo- La serena voz del español rompió el silencio, tan suave y cálida que casi parecía una caricia para los oídos -No permitiré que mi hermoso hijo despose a cualquiera-

A pesar de las palabras hirientes la sonrisa del portugués no decayó, simplemente consiguió hacerse más grande, estaba confiado de que su pequeño era ideal y perfecto para los estándares del virreinato.

-Te aseguro buen amigo, que mi pequeño es todo lo que tú pides y mucho más- El orgullo en las palabras de Portugal era tan notorio que simplemente era opacado por su brillante dentadura al sonreír -Venha meu filho, não seja tímido-

La gran capa que portaba Portugal comenzó a sacudirse de manera sutil hasta que de la fina tela aterciopelada apareció un pequeño, niño de piel verdosa y con una mirada desconfiada, que se abrazaba con fuerza a la pierna de su padre y se escondía tras de esta buscando protección -Este España, es mi hijo, Brasil Colonial- El niño hizo una pequeña reverencia al escuchar su nombre, estaba claro que él no hablaba español por lo que no dijo nada, a pesar de ser pequeño sabía que verse torpe o estupido era algo que no debía hacer si no quería ser castigado.

-Se ve que es fuerte- España mordisqueó su pulgar mientras sonreía con satisfacción, aunque solo duró unos segundos antes de volver a abrir su boca para hablar -¿Es bueno con la espada?-

-Podría vencer a tu mejor hombre ahora mismo, podría apostarte mi carruaje personal a eso- La respuesta del otro imperio no se hizo esperar, no iba a permitir que subestimaran a su pequeño, mucho menos si era España, él solo era un bastardo engreído ante sus ojos.

-Nunca me haz dado razones para desconfiar de ti compañero, y no comenzaré ahora, te creo- Finalizó España antes de ponerse de pie, con la misma elegancia que lo caracterizaba, y bajar los escalones hasta quedar frente a su invitado y futuro aliado -Ahora, estoy seguro que mueres de éxtasis por ver de nuevo a mi hermoso Nueva España ¿No es así?-

-Oh España, tan arrogante como siempre- Las palabras de ambos imperios eran calmas, pero eran pronunciadas con tal mordacia que parecía veneno en el aire -Quisiera ver cómo haz deformado a tu imagen a esa pobre criatura, estoy seguro que no se parece en lo absoluto al alegre chiquillo que encontraste pescando en aquel lago-

Un pesado silencio se asentó en la sala del trono, era un silencio incomodo y aterrador que se extendió a lo largo de interminables minutos en los que ambos imperios no dejaban de mirarse con odio y rivalidad, cortados solo por el sonido de la gran puerta de madera abriéndose y suaves sonidos de pisadas que se acercaban a ellos.

-¿Me llamaba padre?- Portugal se giró sin demora cuando la melodiosa e infantil voz llegó hasta sus oídos; a pesar de su encanto esta ya no poseía esa alegría característica que él recordaba en el menor, ya no era como el suave cantar de un cenzontle sino más bien como el triste piar de un canario enjaulado que añoraba libertad.

-Oh! Hijo mío, que bueno que llegaste, estoy seguro de que recuerdas al señor Portugal ¿No es así?-  La máscara de felicidad volvió a caer sobre el rostro español, cubriendo su fachada nauseabunda y malévola con una sonrisa inocente que podía engañar a casi todos.

-Si padre- Respondió el chiquillo con el mismo tono apagado con el que llegó y seguramente con el que se iría -Es un gusto verlo de nuevo señor, espero que esté disfrutando se su estadía en nuestras tierras-

Portugal pudo sentir como su corazón se estrujaba en su pecho, el niño frente a él no era nada parecido a como lo recordaba, los ojos esperanzados se habían transformado en perlas opacas y sin vida, su regordete cuerpo se había secado hasta ser sólo un pequeño hueso andante, su sonrisa iluminadora ya no era más que una mueca falsa y horrible de felicidad, pero lo que sin duda le dolió en el alma fue ver su espalda vacía, tan plana y normal como el de cualquiera de ellos, sus hermosas alas habían desaparecido, siendo cambiadas por una horrible equis roja en su rostro.

¿Que le había hecho España al pobre niño?

Los puños de Portugal se apretaron con furia, su garganta se había secado pero se forzó a tragar saliva para hablar, lastimosamente, no había nada que pudiese hacer por el niño, solo rezarle a su Dios para que lo ayudase a salir de esa situación.

-Nuestra estadía ha sido más que agradable Nueva España, y el gusto es mío, haz crecido mucho desde la última vez que nos vimos- Hizo falta todo en el interior del portugués para no soltar el sarcasmo que tenía preparado, debía recordar que no estaban en sus tierras y debía ser lo más cortés posible -De igual manera, Nueva España, me gustaría presentarte a mi hijo, Brasil Colonial-

Portugal hubiese seguido con su plática de no ser por que un brazo carmesí rodeo sus hombros "amistosamente" cortando sus palabras amables con una divertidas y malévolas.

-Él es tu futuro esposo hijo mío, ahora están comprometidos-

Tied To You [ChinaMex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora