13▪︎Bad Guy

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Río de Plata se inclinó hacia adelante, haciendo una pequeña reverencia de agradecimiento a su acompañante cuando la música paró, ofreciéndole una pequeña sonrisa sarcástica antes de alejarse con elegancia hacia la fila en la que sus hermanos lo esatan observando, la mayoría con terror, excepción de Nueva España, quien le dedicaba una mirada de disgusto.

Oh bueno, no era su deber complacer a aquel hombre ¿O si?

Si, si lo era...

-Mis más sinceras disculpas amigo mío- España se levantó alarmado, dejando su guitarra de lado para ayudar a su mareado invitado a mantenerse de pie; su hijo lo había hecho girar demasiado rápido.

Ese pequeño mocoso insolente.

-No os preocupéis, estoy bien- China ofreció una pequeña sonrisa, acomodando su ropa, a pesar de que esta no estaba en lo absoluto fuera de su lugar, se veía tan impecable como siempre -Creo que no fue buena idea poner a un bailarín experto con alguien como yo, las danzas del nuevo mundo no son lo mío-

China rió, mirando a las colonias mientras hablaba con una sonrisa, haciendo que su acento se notara aún más; su español era tan malo como desde el primer día en el que había llegado.

Nueva España devolvió la sonrisa, inclinando un poco su cabeza sin molestarse en revisar si sus hermanos hacían lo mismo, tal vez creía que su espeso acento era lindo, y solo tal vez, sus mejillas se pintaron un poco de rojo.

-Ni hablar, mi hijo fue demasiado lejos, en verdad me disculpo- Espala lucía apenado, claro que, sus hijos podían notar perfectamente como el fuego de la ira brillaba en sus ojos, y como sus dientes de apretaban con fuerza, controlando su tono de voz.

Una perra perfecta entrenada para fingir si que era.

-Hermano ¿Por qué no lo llevas a tomar un trago? Estoy seguro de que el mareo se pasará con una buena copa de borbón-
Portugal sonrió ante la idea de su hermano, asintiendo suavemente y sacando al extranjero de la sala con bastante calma, ya sabiendo lo que sucedería después de que se alejaran lo suficiente.

La puerta se cerró con el agudo chirrido de las bisagras sonando antes de el golpear entre las maderas; después pequeños pasos que se hacían cada vez más suaves hasta que desaparecieron entre los pasillos.

España dio la media vuelta, encarando a sus hijos quienes con la mirada baja esperaban el regaño de su padre por algo que ellos no habían hecho.

Todos menos uno.

-Rio de Plata- La ceja del mayor se levantó, su espalda se posó de manera recta, luciendo más alto e imponente de lo que en realidad era.

-Padre- Sonrió satisfecho sin encorbar su espalda; a diferencia de sus otros hermanos, él se negaba a doblegarse; no ante él, no ante ese hombre que tanto los había hecho sufrir; se negaba a ser débil.

No sería como Nueva España.

Si Nueva España no podía ser el pilar que sostuviera la débil voluntad de sus hermanos; él lo sería. No necesitaba ser el mayor pra demostrar fuerza.

No necesitaba de nadie.

-¡¿Acaso estáis loco crío de mierda?!- La mano del mayor se levantó con fuerza a la misma altura que su cabeza, antes de estrellarse con fuerza contra la mejilla de su hijo.

Aunque a pesar de la fuerza, solo logró hacer quitar su cabeza un poco, a pesar de haber dejado una horrible marca roja en el costado de su cara. El muchacho se negaba a caer.

Un mocoso malcriado si que era.

-¡¿Tenéis una idea de todo lo que me costó hacer que ese maldito chino trajera su trasero hacia acá?! ¡Si ese asqueroso hijo de puta se marcha debido a vuestro absurdo conportamiento te aseguro que vais a arrepentirte te haber venido a este maldito mundo!- Tomó a su hijo con fuerza el cuello de su camisa de holanes, acercando sus rostros para hacerle ver toda la ira que había en su ser, toda la molestia que le había causado. Aunque su hijo no parecía importarle en lo absoluto.

-Stavo solo facendo quello che volevi¹- Su sonrisa solo se hizo más grande cuando el rostro de su padre se pintó rojo por la ira.

-¡Silencio!- Otro nuevo golpe se estampó en la mejilla del menor, tan fuerte que lo hizo tambalear hasta casi caer, pero se mantuvo firme en su lugar, negándose a verse sumiso ante aquel horrible hombre -¡Sabéis perfectamente que odio que uses ese horrible idioma en mi presencia! ¡Y va para todos vosotros críos!-

Río de la Plata nunca había sido un hijo ejemplar, ni lo más cercano a ello; siempre estaba causando problemas, desafiando las más simples órdenes con el único fin de hacer molestar a su padre, todos estaban más que consientes de eso, pero realmente nadie decía nada al respecto, lo único bueno que salía de todas sus pataletas, era que el único lastimado por todas sus acciones, al final del dia era él mismo.

Se parecía demasiado a su madre; para desgracia de España. Su único hijo biológico no era más que la copia barata de su inútil hermana.

Cuanta decepción.

Al meno, le conseguía más excusas para usar su nuevo látigo.

-A mi despacho, ahora...- El ceño del imperio se frunció tanto que su rostro se deformó en una mueca de odio y molestia pura, dedicada solamente a uno de sus hijos -Voy a daros el castigo que merece por insolente maldito crío-

Pero Río de la Plata solo sonrió y se inclinó hacia adelante, haciendo una muy exagerada reverencia antes de retirarse de la habitación con toda la elegancia y buen porte que siempre lo habían caracterizado. Era un caballero después de todo, uno perfecto y educado; pero con el peor carácter que alguien pudiese tener.

Sus hermanos se quedaron boquiabiertos en su lugar, a pesar de que ese tipo de escenas no eran inusuales; siempre era una sorpresa ver como Río de La Plata encontraba nuevas formas de hacer explotar la paciencia de su padre.

Aunque, sin duda, tratar de esa manera aún invitado era algo nuevo.

No es que Río de la Plata fuese malo, a pesar de lo que la mayoría de sus familiares y conocidos dijeran de él; no era malo, en lo absoluto; pero no le gustaban las ordenes, ningún tipo de ordenes, mucho menos le gustaban aquellos que se dejaban pisotear facilmente, los detestaba, le saqueaban de muchas maneras; si no tenían fuerza para levantarse, entonces no tenían derecho de siquiera venir al mundo.

Nadie siquiera se esforzaba en comprenderlo, ni siquiera su padre; y su madre, estaba a cientos de kilómetros lejos de él, intentando levantar una nueva nación de las cenizas que le dejó su abuelo. Italia era tan obstinada y terca como él.

La única que lo comprendía era ella; claro que, nunca lo salvaría de un castigo, pero sabía que, si estuviesen juntos, ella no dudaría en curar sus heridas y besar sus mejillas mojadas por el llanto.

Era una mujer comprensiva y amable; todo lo contrario del imperio que caminaba atrás de él, apretando sus puños lo más que pudo para no soltarle un puñetazo a mitad del pasillo y tumbarle algunos buenos dientes.

Oh, como odiaba a ese tipo.

España se había encargado de arruinar cada aspecto de su vida, sin excepción; lo había alejado de su madre, lo había humillado, maltratado, golpeado, había comprometido a su hermano con la persona que amaba, y ahora, lo estaba ofreciendo a un extraño como si fuese un maldito postre barato.

Como si no estuviese vivo.

¿Como alguien podría tratar así a un hijo?

Lo peor de todo era que su hermano adoptivo recibía mejores tratos por ser una perra sumisa, alguien débil y sin voluntad ¿No se suponía que él debía tener prioridad por ser sangre de su sangre?

Al parecer no.

Y no lo entendía; no era justo en lo absoluto; por alguna razón siempre terminaba opacado por los demás por intentar obtener algo de aprobación ¿Era demasiado pedir un "bien hecho" o una simple sonrisa?

Porque parecía que lo era...

No era justo.

Tied To You [ChinaMex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora