SAKURA:

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II

Kakashi había concluido la misión exitosamente, sin errores y a tiempo, como el Sandaime lo había ordenado. La mayoría del tiempo, cuando recibía órdenes del Hokage, recordaba a su sensei, Minato, él debía ser el Hokage, debía estar a cargo de la Aldea como siempre deseó hacerlo, sin duda sería un completo ejemplo para todos, en especial para las nuevas generaciones. Minato realmente amaba la Hoja, se enorgullecía de haber sido nombrado Hokage, aunque no durara mucho tiempo a cargo... Habría sido bueno tenerlo al frente de la Aldea, para ser sinceros, habría sido bueno que alguien de su equipo siguiera vivo, pero sólo quedaba él, quizá el que menos se lo merecía. No obstante, el destino tenía sus propios planes.

Kakashi no podía quejarse de su vida, era reconocido y respetado, las misiones, aunque peligrosas, no eran un problema para él, y también estaba Shion, cualquiera pensaría que no le faltaba nada. Sin embargo, la verdad era que se sentía tremendamente incompleto, su vida era insípida, los días pasaban y él apenas y lo notaba, lo más emocionante eran las misiones y eso era decepcionante y amargo. Le faltaba pasión a su vida, a su rutina, hacer algo que verdaderamente le complaciera, que le brindara aunque fuera un poco de placer, que acelerara el ritmo en su tranquilo corazón. La mayoría del tiempo envidiaba a Guy, ese hombre estaba completamente satisfecho enseñando a otros, buscando transmitir sus habilidades a las nuevas generaciones, no había otra cosa que lo hiciera más feliz que enseñar, y Kakashi quería sentir algo así, pero no estaba hecho para instruir.

Sin desearlo, su mente recordó a la pequeña de ojos jade, ¿cómo olvidas una mirada así?, era imposible, y así como la recordaba, no olvidaba lo difícil que sería volver a verla, era casi imposible. Debía quedarse con aquellos dos encuentros y sobrevivir con eso. Podrían llamarle resignación, y quizá así era, pero su vida había estado impregnada de ese sentimiento y ya era tarde para cambiar las cosas. Se mantenía a flote en la vida, dejándose guiar por la rutina y en su predecible vida, no había lugar para una pequeña de ojos peculiares.

Con esos mismos pensamientos se internó en el bosque, era lo mejor que podía hacer: entrenar, además, terminaba tan exhausto que no le quedaba fuerza para seguir pensando. Se suponía que debía entrenar con el equipo, pero prefería calentar antes de encontrarse con ellos, si estaba cansado, las batallas solían ser más justas. Se adentró tanto como pudo, hasta que estuvo seguro de que nadie lo interrumpiría o lo descubriría, y estaba a punto de comenzar cuando el sonido de un llanto, que se escuchaba a la distancia, comenzó a acercarse y momentos después apareció la pequeña de cabello rosado, tenía el rostro cubierto con ambas manos, pero algunas de sus lágrimas se escapaban y resbalaban por sus mejillas. La niña se detuvo en seco, bajo un gran árbol lleno de flores, y se sentó en el suelo a seguir llorando.

Kakashi observó la escena, había pasado totalmente inadvertido y fácilmente podría irse, la pequeña jamás se enteraría de que estuvo allí. Se sentía tremendamente incómodo, no tenía ninguna clase de experiencias en una situación así, no sabría qué decir o cómo actuar, nunca se había enfrentado a una situación así y aunque sonaba absurdo, lo ponía nervioso. No esperaba volver a verla, no esperaba que fuera a solas, ni que estuviera llorando, lo tomó con la guardia baja. Él nada podía hacer, debía seguir entrenando, y en todo caso, era el menos indicado para consolar a una niña. Se dio la vuelta dispuesto a marcharse, pero el llanto se intensificó, y eso lo detuvo. Se dio la vuelta, se ajustó bien la máscara, tragó saliva, esperó estar haciendo lo correcto y se dirigió hasta la pequeña.

-¿Estás bien? – su voz sonaba raro bajo la máscara.

La niña detuvo por completo sus lastimeros sollozos y por fin se descubrió el rostro enrojecido. Sus ojos jade habían perdido gran parte de su brillo, algunas lágrimas terminaban de resbalarse, aun así, era evidente lo sorprendida que estaba por tenerlo frente a ella.

ANTES DEL SIETEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora