[Chapter 2]

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La cuidad despertó con total normalidad ante el desconcierto de los que aún seguían refugiados en sus casas, el sol brillaba con toda intensidad, no obstante, no desprendía el calor característico. Su luz era enceguecedora y fría.

La tormenta había pasado, pero las secuelas del desorden y el terror aún estaban presentes. En el sótano de una  casa de tres plantas, un chico continuaba durmiendo como si nada hubiera pasado el día anterior.

Chad se despertó como lo hacía habitualmente, el frío se calaba entre sus huesos y este se estremeció al darse cuenta que todo lo del día anterior no habían sido simples alucinaciones. Seguía allí, en el sótano de su casa, envuelto entre todas las mantas qué había encontrado en su afán por sobrevivir.

Encendió el televisor, pero este no dio imagen, una pantalla gris y llena de rayas apareció y Chad se sintió acorralado. Así jamás podría saber que había pasado con el resto del mundo. Subió a la primera estancia y se asomó por la ventana, todo estaba blanco, la nieve había cubierto todo, no se veía absolutamente nada alla afuera, solo un mar blanco y brillante debido a la luz del sol.

Recorrió de nuevo su casa y sintió deseos de vomitar al ver los cuerpos de sus padres. Continuaban allí, congelados e inmóviles, sin vida, o eso pensaba.

—Es mejor esto a un apocalipsis zombie— soltó con descaro sin saber que aquellas palabras serían su perdición.

Una nueva tormenta de nieve empezó a arreciar y esta traía más terror que la anterior. Chad, consternado, bajó rápidamente al sótano y se encerró allí, la energía eléctrica aún seguía funcionando y eso le dio un poco de alivio. Por ahora no necesitaba pensar en nada más, tenía que mantener su mente ocupada en otras cosas y evitar pensar en lo que estaba ocurriendo. No podía permitirse caer en la locura, debía aceptar que ahora se encontraba solo y cualquier movimiento que hiciera de ahora en adelante, tendría que haber sido muy bien planeado.

Por primera vez en su vida se encontraba ante una situación bastante embarazosa en la cuál él era su propio jefe y solo de él dependía si seguía con vida o la perdía de manera estúpida. Su madre y su padre ya no estaban y no podían decidir por él, eso estaba claro.

Chad sonrió con amargura mientras se cubría hasta la cabeza con todas aquellas mantas y se quedaba dormido.

Despertó varias horas después, ya la noche estaba en todo su esplendor, el cielo bastante oscuro y cubierto de pequeños puntos brillantes. Una escena de película romántica, aunque en este caso, no había nada de romance, solo terror y desolación. Pronto la luna inicio su ascenso y dejó caer su débil luz sobre el enorme océano de nieve.

Subió nuevamente a la sala y ya los cuerpos de sus padres no se hallaban allí. La puerta estaba hecha trizas y llena de sangre coagulada.

—¡Mierda, no puede ser cierto!— Chad bufó y pensó lo peor, ¿también habían zombies? No, no era posible, en las películas se mostraba que la transformación era en cuestión de minutos y sus padres llevaban más de 12 horas muertos. Además, estaban congelados, era prácticamente imposible. Aunque, esto no era una película.

—¿Sorprendido?— alguien habló a sus espaldas y Chad giró bruscamente en busca de quien le hablaba.

De pie al lado de la entrada a sótano, un hombre de más o menos 27 años. Sostenía una pistola en una mano y un bate de béisbol ensangrentado en la otra.

—=¿Quién eres?!— preguntó el chico alarmado casi temblando de miedo.

—Nadie demasiado relevante, no es mi deber responder tu pregunta— sonrió de manera casi diabólica y Chad se imaginó la escena de alguna de las películas de terror qué veía los viernes junto a sus padres.

E.P.I.C.N.EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora