Capítulo 3: James, rey de los vampiros

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—¿se puede? —Dije entrando a la habitación de los niños que estaban siendo cuidados con Matt. Él se encontraba arrodillado frente a Becca quién se reía junto a sus hermanos.

—Oh, que suerte. Estaba a punto de casarme con tu hija. Ibas a ser mi suegra. —Dijo riendo. Se levantó y en el camino tomó a Becca haciéndola girar en el aire y luego dejándola en el suelo. Se paró frente a mí con una sonrisa.

—Serías un buen yerno. —Nos reímos. —Escuchá… —Dije tirando de su brazo, sacándolo de la habitación y cerrando la puerta. —Tengo que irme unos días. —Extendí mi audición para asegurarme de que Jesse no estuviera en casa. —No quiero que Jesse vaya…

—No vas a decirle.

—Es peligroso. —Asintió.

—Pero no demasiado, ¿Verdad?—Sonreí

—He estado en peores, estaré bien. —Asintió algo indeciso.

—Voy a prepararles la merienda antes de irme. —Asintió. Bajé a la cocina. Puse pan en la bandeja de horno. Empecé a preparar las cuatro chocolatadas. —Matt, ¿Quieres merendar? —Grité.

—Claro.

Saqué otra taza y le preparé chocolatada.

—Hey, Katherine nos dió llave. —Dijo James, rey de los vampiros, entrando a la cocina.

—Sí, lo sé. Yo le dije que lo hiciera.

—¿No te parece riesgoso?

—No lo… —Becca llegó corriendo.

—Mami, tengo hambre.

—Bueno, cariño. Ya casi está.

—Pero tengo hambre. —Dijo empezando a cambiar sus ojos y a gruñir. Imite su acción y le gruñí más fuerte. De reojo miré a James quién sonreía. Le hice un movimiento de cabeza. Gruñó mostrando sus colmillos. Eran bastante distintos a los míos. Los de él eran los delanteros superiores más grandes que los míos, pero no tenía otros superiores o grandes colmillos inferiores, como yo. Becca rió.

—Voy a esperar. —Se fue sonriendo.

—Se pueden cuidar. Aparte confío en las personas a las que les doy llave. —Dije mientras sacaba las tostadas del horno y las ponía en dos platos. Me miró de arriba a abajo.

—¿Confías en mí?

—Confío en que tienes dos hijos. Y no te arriesgarías a algo a que les pasará algo o comenzar una guerra de una forma tan estúpida. —Asintió lentamente.

—Entonces… ¿Cuando nos vamos?

—¿Vamos?

—Kate y Genevieve no pueden sobrevivir a eso. Tu y yo tenemos mejor suerte. Al menos que quieras que vaya solo yo…

—Niños. —Grité. Los escuche bajar corriendo. Les di un beso a cada uno en la frente.

—Cuídate. —Me dijo Matt para después darme un beso en la frente y abrazarme.

—Lo haré.

Me despedí y tomé mi mochila. James y yo salimos de la casa. Levante el asiento de mi moto y guarde mi mochila.

—¿Él es tu esposo? —Me reí despacio.

—No. Es mi mejor amigo.

—¿Y él lo sabe? —Suspiré.

—Súbete. —Dije pasando una pierna por sobre mi moto, tirando uno de los cascos a James y poniéndome el otro.

—¿Vamos a ir en moto? —Dijo poniéndose el casco con un poco de miedo.

—Eres inmortal, no seas bebé. —Le dije. Suspiró y se subió detrás de mí. Brazo mi cintura. —Tranquilo. Será rápido.

(...)

—¿Quieres comer algo? —Me preguntó James antes de entrar a nuestras respectivas habitaciones.

—Seguro. En 30 minutos aquí. —Asintió. Dejé mi mochila sobre la cama y tomé las toallas que el hotel dejaba en ella. Me bañé en 5 minutos. Salí me puse la única muda de ropa. Un jean y una básica blanca. Salí del hotel solo con mi billetera. Me metí al local de ropa que estaba al lado de este. Me compré un traje y un conjunto de ropa deportiva. Lo pagué con mi tarjeta de débito.

Volví a mi habitación. Con mis poderes me sequé el cabello y puse el traje. Me delinee los ojos y salí al pasillo a esperar. Unos minutos después James salió de su habitación. Vestía un pantalón de vestir negro y una camisa color rosa pálido.

—Estas de verdad arreglada.

—Bueno, tengo una reputación en el mundo humano. Y los viajes que estuve haciendo llamaron la atención. No me gustaría que me agarren desprevenida. —Asintió. Caminamos hacia el elevador. —¿Vamos al restaurante de la esquina? Lo ví cuando veníamos.

—Claro.

Nos mantuvimos en silencio hasta que estuvimos en la calle. Prendí un cigarrillo.

—No sabías que fumabas.

—A Isaac no le gusta. Solo lo hago cuando estoy muy nerviosa. Es mejor que arrancarle la cabeza a alguien. —Se rió.

—Sí… conozco el sentimiento. —Sonreí. Llegamos a la esquina. Aún no terminaba de fumar así que le dije a él que entre. A los pocos minutos, cuando estaba apagando mi cigarrillo, él volvió a salir. —Malas noticias. Al parecer es un lugar muy bueno y se necesitan reservaciones anticipadas.

—Déjame. —Dije dirigiéndome hacia adentro. —Hola. —Le dije al recepcionista.

—Oh, señorita White. —Dijo sorprendido. —No ví su nombre en una reservación.

—Es que no la tengo. Pensé que quizás… quizás podrían conseguirme una mesa. —El hombre pareció dudar unos segundos.

—Por supuesto. Su mesa estará lista enseguida. ¿Para dos?—Asentí con una sonrisa. Se retiró. A los pocos segundos volvió y nos guió a una mesa. Nos sentamos y nos dejaron un menú. Agradecimos.

—Eso fue increíble.

—Gracias. Te dije que tengo una reputación importante. Además estaba dispuesta a usar la carta de la hipnosis.

—¿Ustedes también tienen hipnosis?

—Solo las lobas. Pero… ¿Tú también?

—Claro. Todos los vampiros. Solo no me gusta hacerlo. —Asentí.

—Es raro. No sé mucho de las otras especies. Excepto cazadores, claro. Es muy tabú. Algo de lo que no debemos hablar.

—Solo como matarlos.

—Exacto. Deberíamos cambiar eso. —Asintió.

—Deberíamos. —Dijo bajando su mirada al menú.

Larga vida a la reina U.C.A#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora