Capítulo 9: Jesse, príncipe de los lobos

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—Quiero que empaquen. La guardia los escoltara al castillo. Avisale a la manada. 

—¿Vendrás antes de que nos vayamos?

—Claro. Nuestro vuelo saldrá en unas horas. —Suspiré.

—Te amo. Nos vemos. 

—Nos vemos. 

Pasé mi mano por mi cara mientras cortaba la llamada. Me acerque a los demás. 

—Las sirenas emergieron. —Nos informó Alaia. 

—¿Disculpa?—Pregunté impactada. 

—Algunas tribus. Atacaron a otras especies. Están muertos. 

—Lo siento. —Forzó una sonrisa. 

—Deberíamos… —Suspiré. —No sé ustedes, pero yo quiero volver a casa y poner a mi familia a salvo. 

—Sí, yo también. —Acordó Kate. Los demás asintieron. 

—La próxima pista es en el Himalaya. Les enviaré el aeropuerto más cercano y nos encontramos ahí en tres días. ¿Les parece? —Todos asintieron. Di una pequeña sonrisa. 

(...)

—¿Esos son tus hijos? —Le pregunté a Genevieve sentandome a su lado, señalado la fotografía en su mano. Me sonrió.

—Sí. Son mellizos. Abbigail y Samuel. —Observé a ambos niños. Ambos eran rubios. La niña tenía ojos verdes y los del niños eran grises. 

—Son hermosos. —Me sonrió. 

—¿Tienes una foto de los tuyos? 

—Claro. —Saque mi celular y lo desbloquee mostrando mi foto de pantalla. Era una foto de Isaac y los niños un día que habíamos ido al parque. —Este es mi esposo, Isaac. Y estos son Jesse, Rebecca, Ryan, Rex y Cyrus. 

—Muchas "r". —Susurró. Reí por lo bajo. 

—Sí, muchas. —Le sonreí.

(...)

—Iré esta vez. —Dijo Jesse. 

—¿Que? No. Olvídalo. —Le contesté inflexible.

—Sí. Vamos, Bree. Tengo que ir. —Insistió.

—No. No irás, Jesse. 

—¡Bree! —Me reclamo. 

—Es peligroso. —Me controlé para no gritarle. 

—Y por eso debo ir. No puedes ir sola.

—Sé cuidarme. 

—Y yo también. Soy parte de la guardia real, por dios. —Gritó enojado. —No soy un niño, Bree. No más. 

—Escucha. Esto no es una discusión. No vas a ir y punto. 

—Voy a ir. 

—No. No lo harás. No es una negociación. Yo soy la madre. Tu eres el hijo. —Grité señalandome y luego a él. —Vas a escucharme. Irás al castillo y estarás a salvo, detrás de los muros. No me importa si te gusta o no. No me importa si tengo que llevarte esposado, hipnotizado o tengo que entrar en tu mente para que lo hagas. Soy tu madre y me obedecerás. —Las palabras pasaron por su mente, pero incluso enojado sabía que no podía herirme de esa manera. De todas formas, al estar conectados pude escucharlas fuertes y claras. "Tu no eres mi madre". Dí un pequeño respingo. —Ahora ve a hacer tus maletas. —Se quedó en su lugar viendome desafiante. —Bien. No empaques. Le diré a Isaac que te compre ropa en la ciudadela. Pero créeme que no es muy buena, así que deberías llevar la tuya. —Dije cortante. Hizo una mueca molesta. 

—Como lo desee, su majestad. —Dijo con un tono irónico, para luego irse enojado. Un pequeño gruñido salió de mí garganta inconscientemente. 

(...)

—Ya se le pasará. —Me dijo Matt pasando su mano por mí espalda. 

—Lo sé. Es solo un adolescente… aún es un niño. 

—Ya casi tiene la edad que tú tenías cuando te convertiste en reina. Tiene solo cuatro años menos que yo. No es nada—Suspiré. 

—Aún es un niño. —Sonrió comprensivo. 

—Y… ¿A dónde vamos a ir ahora?

—¿Disculpa? Tu no irás y no me hagas una escena sobre eso. —Dije cansada. 

—Oh. No, solo… oh. 

—Quieres discutirlo, ¿verdad? —Suspiró. 

—Obvio que quiero. Pero no lo haré. Porque como pinta la cosa vas a gruñirme. —Sonreí. 

—Sí, probablemente. —Sonrió. —Prometiste que los cuidarias. Y sí confío en alguien para que los mantenga a salvo, eres tú. —Asintió lentamente. 

—¿Sabes que te amo y que te seguiría al fin del mundo? —Le sonreí. Apoye mi frente con la suya. Ambos cerramos nuestros ojos.

—Lo sé. Pero necesito que los sigas a ellos. Que los proteges a ellos. Te necesito con ellos. —Asintió despacio. 

—Los cuidaré con mi vida. Lo prometo. 

—Lo sé. —Le dí un beso en la frente. 

(...)

—¿Terminaron de empacar? —Grité. 

—Sí. Ayudame con las maletas. —Me devolvió el grito Isaac desde arriba. Subí corriendo. Extendí mis brazos frente a él. Empezó a apilar las valijas sobre ellos. Hice dos viajes con tres valijas. Los demás bajaron. Jesse evitó el contacto visual. Suspiré. 

—Ok, niños, recuerdan cuando acompañaron a mamá al trabajo. Y fueron a ese gran castillo como en las películas. —Los cuatro asintieron entusiasmados. —Bien. Ahora papi los llevará allí, ¿Sí, niños? —Volvieron a asentir. 

—¿Tu no irás, mami?—Suspire y forcé una sonrisa.

—Lo haré. Pero antes mami debe resolver algunas cosas. —Asintieron una vez más. Les dí un beso en la cabeza a cada uno. Me dirigí a Isaac. —Te amo. 

—También te amo. Cuidate. —Me abrazó y luego nos besamos. Puse mis manos en mis bolsillos traseros mientras me acercaba a Jesse. Presione mis labios. Suspiró. 

—Eres mi madre. —Sonreí un poco. Sabía que se sentía mal de pensarlo aunque no lo hubiera dicho. 

—Lo sé. 

—Lo siento. Solo… solo promete que no te pasará nada. Jura que volverás conmigo. —Suspiré y lo abracé al ver sus ojos aguados. Me devolvió el abrazo. 

—Oh, bebé. Te juro, que yo siempre, siempre, volveré a ti. Siempre. No importa los ríos o mares que tenga que cruzar. La distancia que tenga que recorrer. O las personas sobre las que tenga que pasar. Siempre volveré a ti. —Le di varios besos en la frente. Nos separamos. —Estaremos bien. —Forzó una sonrisa. 

—Sí. —Suspiré. 

—Vallan. —Asintieron y salieron de la casa. 

—Disculpa, Bree. —Me llamo Katherine entrando a la casa. —Me preguntaba a quién llevarías contigo. —Negué con la cabeza. 

—A nadie. Yo me encargaré. —Me miró sorprendida. 

—¿Le parece pertinente no llevar a nadie? —La mire con mis cejas alzadas. 

—Creo que deberías revaluar a quién le estás hablando. 

—Por supuesto. Tiene razón. —Hizo una pequeña inclinación y salió de la casa. 

Larga vida a la reina U.C.A#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora