El tiempo no había mentido, pocas veces se equivocaba, tal y como había predicho, esa mañana había amanecido nevando en Estocolmo, helaba y era imposible salir sin un buen abrigo y guantes. Por lo menos la cafetería estaba bien climatizada, permitiendo que el lugar fuese un refugio para los transeúntes que deseaban alejarse de las frías calles y remediarlo con un buen café.
Ese era el caso de Kristen, que ya llevaba un buen rato en el local, como cada mañana le gustaba ir y tomarse el café sentada, mirando por la ventana del local, evadiéndose del mundo y solo concentrándose en el aroma del café, la nieve y sus pensamientos. A pesar de que en el local se estaba bien, ella llevaba su abrigo puesto, y un gorro de lana gris estaba colocado sobre su pelo castaño, que como cada día estaba recogido en una coleta.
La visión que tenía era de una pequeña plaza, donde las personas ahora andaban rápidamente de camino a su trabajo, pero sobre todo se veía el impresionante edificio de empresas de cristal, era difícil no verlo, era majestuosamente enorme, allí donde mirases se veían sus enormes cristaleras.
—¿Te has enterado? —Nicky, la dueña de la cafetería, una joven de veintiún años con el pelo corto rubio y las puntas pintadas en rosa, se acercó rellenando el café de Kristen—. Han vuelto a abrir la empresa.
—Había oído rumores, pero llevan años diciéndolo —volvió la mirada hacia el impresionante edificio—. Nadie ha conseguido sacarlo adelante desde que desbancaron a los anteriores dueños.
—Han pasado años, pero aún cuesta, ¿verdad? —negó con la cabeza—. Cuánto mal puede haber en un solo apellido.
—Nadie que trabaje ahí puede ser de fiar, ese lugar está maldito —intervino uno de los clientes habituales.
—¿Maldito? —Nicky lo miró con suspicacia—. No creí que creyeras en historias de fantasmas, Walther.
Walther era un hombre negro que rondaba los cincuenta años, iba cada mañana a la cafetería, todos lo conocían, era amable, muy hablador con los clientes veteranos, aunque con quién más hablaba era con Nicky, a la que quería como a una hija. Desde que Kristten lo conocía iba en su silla de ruedas a todas partes, aunque a veces le costaba imaginarse cómo iba todas las mañanas a la cafetería con las calles llenas de nieve.
—Tú ríete niña —dijo el hombre mayor sin llegar a molestarse—. Pero tú no has mirado a los ojos al mal.
—Es hora de irse —Kristense levantó rellenando su taza de café una vez más—. Estaba delicioso como siempre, me ayudará a pasar el día.
Al abrir la puerta de la cafetería el frío aire del exterior le golpeó de lleno, se encogió apretando más el abrigo contra su cuerpo, agradeciendo el calor que desprendía la taza de plástico de café, a pesar de llevar guantes se notaba el calor. Su lugar de trabajo no estaba lejos de allí, solo a un par de manzanas, pero no pudo evitar mirar nuevamente la torre de cristal que era las oficinas de trabajo, se preguntó quién habría comprado el lugar después de tantos años. Bajó las escaleras de la plaza, mirando a ambos lados para prepararse a cruzar la calle cuando sintió que la golpeaban. No fue un fuerte golpe, pero lo inesperado del choque había producido que el café que llevaba encima se le derramase encima, soltando una maldición, agradeció que el abrigo impidiese que el líquido la quemase.
—Podrías mirar por dónde vas —se quejó Kristen, girándose para ver a una elegante mujer, llevaba un traje que estaba segura que había sido hecho a medida, sujetaba un móvil y la miraba con cara de espanto.
—Lo siento —se apresuró a decir la mujer—, iba distraída y no la había visto. Su abrigo, siento mucho haber derramado su café. Yo...
—No pasa nada —suspiró la joven, era evidente que la mujer se encontraba verdaderamente arrepentida—. Sólo tenga cuidado...
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Víctimas del pasado
Mystery / ThrillerKristen lleva años intentando dejar atrás su pasado, ha construido una nueva vida de la que se siente orgullosa. Pero su pasado parece encontrarla, la empresa Müller que durante años ha creado el terror, ha abierto sus puertas una vez más. La ciudad...