Capítulo 8

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Hay unas normas básicas que te enseñan en la academia de policía, normas que son fundamentales para la seguridad propia y de otros, normas que debes memorizar y llevar siempre a cabo, son los pilares fundamentales de un buen policía, estas normas son:

1. Tu arma reglamentaria debe estar siempre limpia y en perfectas condiciones, el mal mantenimiento de tu arma puede hacer que se encasquille en cualquier momento y suponer la muerte tuya o de otra persona.

2. Llevar siempre el chaleco antibalas, puede salvarte la vida.

3. En caso de haber un peligro llevar siempre refuerzos, ir con un compañero hace que tengas refuerzos y podáis cubriros entre ambos.

4. Nunca entrar en un establecimiento directamente, nunca sabes que puede haber en el interior.

5. Sigue tu instinto, un policía con buen instinto puede salvar muchas vidas.

Kristen llevaba años en el cuerpo, respetaba las normas, creía en ellas, era disciplinada, le gustaban los protocolos y nunca había ido contra ellos hasta hace apenas unos días, que se los había saltado siguiendo la quinta regla, seguir su instinto, y su instinto le decía que si se lo contaba a alguien Katja moriría.

Nunca fallaba en la primera regla, llevar su arma adecuadamente mantenida, había visto demasiadas muertes de jóvenes cadetes porque descuidaban esa parte tan esencial.

Pero ese día, incumplió varias de las normas, cuando escuchó que Katja estaba en peligro, su instinto le gritaba que avisase a alguien, pero no llegó a pedir refuerzos, salió tan corriendo que no le dio tiempo a coger el chaleco antibalas y el miedo de entrar y encontrar a Katja y Hans muertos hizo que no mirase si había alguien tras la puerta y la golpeasen.

Era una de las mejores en su campo, una inspectora muy capaz y con galardones, alguien en quien confiar tu vida, porque sabes que no falla, pero ese día no, ese día Kristen se había comportado impulsivamente como una novata.

Ahora se encontraba en el suelo, con un golpe en la cabeza, escuchando a Katja gritar, sintiendo como alguien le pateaba las costillas.

—¡La vais a matar! –gritó Hans.

—Mata al chico –escuchó Kristen.

—Así que sois vosotros –Kristen rodó en el suelo pegando una patada a aquel que la golpeaba, haciéndolo caer al suelo—. ¿Cómo habéis podido?

—No deberías estar aquí inspectora Ackermann –dijo el que apuntaba con su pistola a Katja

—¿Cómo lo supo? –preguntó Kristen.

—No –dijo el hombre de la pistola al ver que el otro hombre se levantaba y estaba a punto de disparar a Kristen—. Aún puede sernos útil. Nos lo dijo usted inspectora Ackermann, no directamente claro, pero en la comisaría todos hablan, tienes fama de no rendirte, de no darte por vencida, pero desde que te retiraron el caso no has protestado, te has tomado un par de días por primera vez en toda tu carrera, muy sospechoso, solo tuvimos que vigilar, más comida de la cuenta, movimiento cuando se supone que no hay nadie, discutir con su compañera de piso, ¿la agente Rosales verdad? Sobre sus molestos invitados en la comisaría, mensajes en su móvil nombrando a Katja y Hans; la verdad, la creíamos más lista, ¿cuánto tiempo creía que la iba a poder retener aquí sin que nadie sospechase? Y ahora viene sin refuerzos, me decepciona.

—¿Por qué matarla? –Kristen se movió, se paró al ver que el otro tipo se ponía nervioso y apretaba levemente el gatillo—. ¿Qué ganan con esto?

—No queremos matarla, no de golpe –dijo el que apuntaba a Kristen—, primero nos divertiremos con ella.

—¿Todo esto para violarla? –preguntó incrédula Kristen.

Víctimas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora