Capítulo 15

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Los siguientes días no importó cuántas veces te llamé, jamás respondiste el teléfono

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Los siguientes días no importó cuántas veces te llamé, jamás respondiste el teléfono. Entendía que estuvieras muy enojado conmigo por lo que dije, pero me dolía y no sabía cómo remediarlo. Quería disculparme, pero pensé que si esperabas que me retractara diciéndote que tú y yo podíamos tener una hermosa historia de amor, sería mejor que siguieras enfurecido. Eso pondría distancia entre los dos, después de todo.

Me quedaba un solo día para regresar, volver a verte, y todavía no sabía cómo afrontar la situación. Sentado en el sillón de la sala de mis padres agaché la cabeza recargándome en el respaldo del sillón luego de emitir un fuerte suspiro. No te imaginas cómo deseé que mi corazón dejara de sentir; aun ahora lo deseo.

Tuve un fuerte dolor de cabeza que me hizo cerrar los ojos unos minutos, terminando por quedarme dormido. El sueño de ese día lo recuerdo con luminosidad escalofriante. Me encontraba de pie frente a dos caminos: uno cubierto de espinas, el otro de rosas. Cuando presté más atención al final de ambos senderos distinguí dos siluetas en cada uno. No sé quiénes eran esas personas, mas tuve la impresión de que en ambos casos, eran pareja.

Sin tener la capacidad de elegir anduve por el pasaje de espinas bastante ausente; descubrí, luego de un rato, que en realidad no eran espinas sino picos de basura que me rozaban la piel haciéndome sangrar. Me sorprendió darme cuenta de que no me provocaban ningún tipo de dolor.

Una vez que levanté la vista de mis heridas, me encontré llegando al final del camino. Era bastante largo y difícil de andar. Ahí, abriendo grandes los ojos por el asombro, me topé de frente con que la pareja éramos tú y yo. Miré con mayor detenimiento tu rostro, tu altura, tu expresión facial; luego me observé a mí. Habíamos crecido, de hecho puedo decir sin temor a equivocarme que tú superabas los veinte años de edad.

El pecho me palpitó ante la idea. No serías un niño para siempre, indiscutiblemente ibas a convertirte en un adulto y cuando eso sucediera nada nos impediría estar juntos, ¿no? No tendría nada de malo. No me gustabas por ser tan joven, me gustas por ser tú. De pronto la imagen de nosotros se desvaneció y la persona que te acompañaba se convirtió en un joven de cabello negro al cual no reconocí. Me giré de inmediato con una inquietante angustia desgarrando mi interior, sin embargo al mirar una vez más el camino, este se veía cubierto de flores con pétalos de sangre. Intenté tocar una, me cortó la mano y sentí el dolor más horrible que jamás había experimentado. Entonces desperté.

Ese sueño se me quedó grabado en la cabeza como un tatuaje; cada segundo, cada sentimiento, cada pensamiento. ¿Estaríamos dispuestos a esperar? ¿Podía lo que sentimos superar el tiempo? Escuché que mi despertador sonó provocándome un sobresalto, de modo que miré la hora en mi reloj. Eran las tres con treinta de la mañana.

Me levanté del sillón, caminé hasta mi habitación y me tiré sobre la cama, agotado. El resto de la noche fuertes nauseas amenazaban con hacerme devolver el estómago en la cama. No supe en qué momento volví a quedarme dormido, solo recuerdo haberlo hecho deseando no vomitar y morir por broncoaspiración.

Por la mañana mi cuerpo se sentía extraño. Estaba agotado por la pésima noche, y al mismo tiempo me sentía con el ánimo suficiente como para hacer todo tipo de quehaceres sin descanso, cosa que terminé haciendo. La mañana y gran parte de la tarde me pasé el tiempo aseando y atendiendo a mi madre. Mi tía había salido muy temprano y no volvió hasta después de mediodía, por desgracia, con malas noticias.

El hospital podía ofrecernos enfermeras de cuidado post-quirúrgico para mi madre y yo hasta la recuperación de alguno de los dos, pero cuidar de ella pre-operatorio resultaba imposible, conseguirlo requería dinero extra que no teníamos. Vi a mi tía soltarse a llorar de pie en el umbral de la puerta; con mis abuelos ya fallecidos, el miedo y la ansiedad de ver a su única hermana convaleciente en cama atrapada en un laberinto que parecía no tener salida, la estaba enloqueciendo. La entendía.

No estoy seguro de considerarme un hombre impulsivo, pero ese día lo fui. Sí, tal vez fue el peso de la situación, la impotencia de pensar que podía hacer más de lo que estaba haciendo, mas no me arrepiento de mi decisión. Con todo y las adversidades que trajo, tú incluido, me enorgullezco de mí, porque gracias a eso salimos adelante.

—Yo iba a mudarme aquí en agosto, pero puedo hacerlo antes para cuidar a mamá —dije con seguridad y firmeza—. Solo necesito que me den un mes para hablar con la directora y que pueda conseguirme un reemplazo. Mientras tanto contraten a una enfermera temporal y le pagamos con lo que me den de finiquito por el tiempo que llevo laborando en la academia de música. Eso menguará el problema.

—Hijo, no tienes que... —intentó decir mi madre, mas yo la interrumpí de inmediato.

—Quiero hacerlo —concluí con una sonrisa.

Después me di la media vuelta para retirarme de la habitación, dejé en claro que no aceptaría ningún tipo de negativa al respecto. Volví a mi habitación en silencio, recogí todas mis cosas de los muebles que había usado de forma temporal, pasé el cierre de mi maleta y me senté sobre la cama.

No sabía cómo iba a afrontar la situación que estaba por venir. Solo tenía un mes para definir mis sentimientos por ti y lo que haría con ellos, debía pensar rápido, porque de eso dependería todo lo demás. Me sorprendió descubrir que me sentía impávido. Era tiempo de tomar el toro por los cuernos.

—¿Preparado para volver, Christian?—me pregunté a mí mismo todavía con las palabras de mi madre abriéndose paso en mi interior. Asentí con la cabeza.

«Lo que más necesitas ahora es entender que amar a alguien no está mal, lo que está mal es lo que haces con ese amor».

Al día siguiente mi tía y yo regresamos a la ciudad cerca de las diez de la noche. Estaba exhausto pero de alguna manera me invadía un sentimiento de paz. Estaba confiado en que mi madre estaría en buenas manos hasta mi regreso definitivo y la consecuente cirugía. Me recosté sobre mi cama apenas me puse el pijama y cerré los ojos. La baja de adrenalina y la sensación relajante me hicieron caer dormido en pocos minutos.

Si soñé algo no puedo recordarlo, aunque desperté recostado bocabajo con una de mis almohadas entre los brazos. Cuando intenté moverme el horror me atacó de forma tan brusca que estuve a poco de gritar. Me retiré las sábanas de un tirón, después recogí las rodillas y las abracé contra mi pecho. Había mojado la cama.  

Como ave cantando [Magnet #1] (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora