Capítulo 26

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Stephen

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Stephen.

Hans se ha comportado evasivo conmigo desde hace días y no entiendo el motivo. Ya ni siquiera estoy tan seguro de que asistir juntos a este campamento fuera buena idea. Conseguimos estar en la misma cabaña y eso me tenía muy ilusionado, pero ahora cada vez que entro en la cabaña él se sale. Hoy incluso se quedó a dormir con Víctor, quien por cierto tampoco me dice lo que está sucediendo con Hans.

Maldita confidencialidad la suya...

Justo ahora estoy recostado en la cama de Hans. No pasó mucho tiempo aquí desde que llegamos y aun así el aroma de su perfume se quedó impregnado en la almohada. Ese mismo olor que detecté hace dos años cubriendo el pañuelo que, si bien en ese momento no deduje que era suyo, me hizo soñarlo.

Tal vez no debería seguir aquí más tiempo, su olor me aumenta las ganas de llorar. Lo extraño demasiado. Desearía saber qué mierda fue lo que le hice, porque si de algo estoy seguro, es que aún sin saber lo que pasó, es culpa mía. Él siempre ha sido un pedacito de nube conmigo, desde que tuve mi crisis hormonal hasta el día en que Christian se marchó y Hans y yo salimos del aeropuerto.

Descubrir que Christian tenía a alguien más me destrozó, sentí que el mundo se me había venido abajo, así que, una vez afuera del aeropuerto, me eché a correr. Todo mi cuerpo temblaba y no podía ver bien el camino a causa de mis lágrimas. Yo solamente quería irme, desaparecer para siempre de la faz de la tierra, pero Hans me tomó del brazo e intentó detenerme. Me solté de su agarré en un arrebato brusco, él me persiguió y me sujetó de nuevo, ésta vez con más fuerza, aunque sin hacerme daño.

—¡Suéltame, maldita sea! —le grité—. ¡Me quiero ir de aquí! ¡Me quiero ir!

Intenté escaparme una vez más, incluso sujeté su mano con la mía y la apreté tratando de soltarme. Creo que lo lastimé porque al hacerlo oí que emitió un quejido, pero estaba tan fuera de mis cabales que no me importó. Sin embargo, Hans tiró de mi brazo y esta vez con tanta fuerza que terminé pegado a su cuerpo, algo que aprovechó para abrazarme. Todo mi ser se había descompuesto. Yo mismo me desconocía.

—Tranquilízate, mi vida, por favor. —Me dijo al oído.

En ese momento estaba tan alterado que no reaccioné en la forma en que se había dirigido a mí, tan solo me abracé de él y dejé que todo mi llanto aflorara. Su calidez me ayudó a que todos esos sentimientos negativos fluyeran y no me asfixiaran, a su lado siempre me sentía sano y salvo. Me le acurruqué en el pecho, sus manos acariciaron mi cabello, luego me besó en la frente y me limpió las lágrimas con ambas manos. Entre mis gimoteos, me tomó el rostro y se inclinó para mirarme a los ojos.

—¿Te puedo invitar a tomar algo? —Me susurró—. Te ayudará a calmarte.

Asentí en silencio. Sin soltarme me acompañó hasta su auto, tras subirnos nos marchamos hacia un lugar incierto. Al principio pensé que me llevaría a algún bar para ahogar en alcohol mis penas, que tal vez tendría identificaciones falsas que nos permitirían beber o algo por el estilo, pero no. Me llevó a un restaurante japonés que tenía pequeñas habitaciones privadas, y en cada una había un karaoke. Entramos y pidió un par de bebidas calientes.

Como ave cantando [Magnet #1] (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora