Capítulo 12

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Tu pecho y abdomen estaban cubiertos de moretones similares al que tenías en la cara, pero más grandes, más enrojecidos

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Tu pecho y abdomen estaban cubiertos de moretones similares al que tenías en la cara, pero más grandes, más enrojecidos. Parecían causados por patadas. Incluso había rastros de sangre que me hicieron suponer que no recibiste una paliza sino varias, y la última era reciente, quizá de ese mismo día. Vi la piel comprimirse al ritmo de tu acelerada respiración, lo que volvía más notorios los raspones, las pequeñas cortadas junto a los hematomas.

Sabía que no debía presionarte con demasiadas preguntas sobre quién te agredió, pero al mismo tiempo debía encontrar una forma de animarte a hablar del tema para denunciar al agresor, especialmente si alguien cercano a ti estaba involucrado en ello. No quería malpensar, sin embargo, si tú estabas tan reticente a volver a tu casa, no podía suponer menos y darle un rostro al principal sospechoso: tu padre.

—Entiendo que estés confundido y asustado —te dije guardando la distancia mientras modulaba mi tono de voz—, pero si me dices quién te hizo esto puedo apoyarte en buscar ayuda y salir de esta situación.

—No puedo decirte —respondiste en seco. Diste un paso para acercarte a mí y me quitaste los hielos de la mano para ponerlos sobre los golpes en tu abdomen, formaste un gesto de incomodidad al hacerlo—. Además esto ya no tiene marcha atrás, ahora solo me queda resistir unos años. Estudiaré la universidad lejos de él, y no será más que un recuerdo.

Aceptar tu decisión de silencio y arriesgarme a que las cosas empeoraran o insistir en que me dieras el nombre del agresor y arriesgarme a aumentar la sensación de ser violentado, esas eran mis opciones. No estaba seguro de qué camino debía tomar a partir de ahí, de cuál era la opción correcta. Incluso ahora me pregunto si había un tercer camino que se me escapó.

—Está bien, no te obligaré a decirme. Pero si algún día quieres hablar de ello o decides buscar ayuda, sabes que estoy aquí para ti —accedí, luego me humedecí los labios para proseguir—. Hace un rato, en el salón —continué—, dijiste que los rumores salían de la escuela. Quien te agredió lo hizo por lo que se dice de nosotros, ¿verdad?

Te quitaste los hielos del cuerpo y miraste hacia el suelo con expresión seria, como si buscaras las palabras adecuadas para decirme algo. Abriste la boca y al instante la cerraste. Yo estaba expectante a oírte, aunque sabía que esa respuesta afirmativa que era obvia me sacaría de mis cabales. Apreté los dientes tan fuerte que me dolió la cabeza. Al final no respondiste nada, solo asentiste despacio. Tuve que respirar hondo para mantener la calma.

—Entiendo —dije. Mostrarme furioso frente a ti podía traer de regreso la agresión a tu cabeza, hacerte sentir inseguro a mi lado. Eso era lo que menos estaba buscando—. Bueno, ¿qué te parece si hago que los rumores se detengan de una vez por todas? ¿Eso mejorará la situación?

—No, eso no cambiará nada, Christian —respondiste—. Estoy encerrado en una enorme jaula.

—¿A qué te refieres?

Como ave cantando [Magnet #1] (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora