Capítulo 20

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Uno se da cuenta de cuando las cosas están por terminar. Lo sientes en el fondo del pecho, en el estómago. Aunque no es imposible que un final te tome por sorpresa, este yo lo vi venir desde antes; y no, no solo hablo de ti y de mí, sino de cuando salí de la escuela de música y la forma en que lo hice. Sentirlo en el fondo me dio el valor de tomar una decisión.

¿Sabes? Ahora que lo pienso, no sé qué diablos esperaba de esa situación. Todo fue tan apresurado y abrupto que, ahora pienso, estaba condenado al fracaso. Desde que te confesara que me atraías en tan pocos días cuando no era más que eso, una simple atracción física —sin importar el shock que eso trajo en mí ante la revelación de mi sexualidad—, hasta haber aceptado ponerme en las manos de Adriana para que me ayudara a conseguir la beca.

Cuando volví a entrar al salón, y con el trascurso de los minutos, llamó mi atención que ni Francis ni Brenda se habían presentado a clases, mas estaba tan atrapado en mi jaula emocional que le resté importancia. Luego de que cada uno cantara frente al piano, nos diste tus observaciones y terminó la clase.

Me sentía ansioso de salir de ahí lo más rápido posible y no volver a ponerle un pie a esa escuela nunca jamás por el resto de mi vida. De repente me sentía agotado, parecía tener años sumergido en esa serie de problemas tratando de aceptarme, y al mismo tiempo, de ocultar lo que soy y lo que siento de todo el mundo por miedo a su reacción.

Sé que fui grosero al limitarme a tomar la mochila y salir del salón de clases sin darte una verdadera despedida, como las de siempre, sin embargo necesitaba huir de ahí. Mi refugio se estaba derrumbando también, y lo odiaba. Odiaba el mundo entero. Llegué a casa sintiéndome un amargado de lo peor, me tiré en mi cama y cubrí mi cabeza con la almohada. Me dormí no sé en qué momento. Si no volvía a despertar, hubiese estado bien para mí.

Me despertó la voz de papá llamándome desde la puerta. Estaba asomando la mitad del cuerpo para respetar mi espacio personal. Da un poco de pena decírtelo, pero grité de emoción al verlo. Me levanté de la cama y corrí a sus brazos cual niño pequeño. No puedo creer la falta que me hizo. Mi papá y mi mamá —esté donde esté— son lo que más amo.

—No vuelvas a irte así —le pedí.

—No lo haré, pequeño —respondió. Me envolvió en sus brazos antes de besar mi frente.

En voz baja lo escuché pronunciar una palabra que solo utiliza cuando siente que la enfermedad es más fuerte que él. Temí lo que ocurriría a continuación, sin embargo volvió a besarme. Entendí que todo iba a estar bien. Se quedaría a mi lado. No tenía que soportar a Juan ni una noche más.

Te sonará exagerado —de nuevo—, pero fue la mejor cena que habíamos tenido en años. Papá cocinó para mí hamburguesas gourmet con papas A La Francesa; son fritas como las de McDonald's, pero "A La Francesa" con todo y mayúsculas parece más fino.

Como ave cantando [Magnet #1] (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora