—Por cierto, estoy bien— sonríe.
—Caden— dos de mis compañeros se acercan y ponen sus manos en mis hombros—. ¿Cuándo planeas salir con nosotros? Te hemos invitado varias veces y nunca aceptas.
—No puedo, lo siento.
—Cualquiera diría que tú mamá no te deja salir de la casa, ¿o acaso es que tienes mujer?
—¿Mi mamá? — la pregunta me trajo un sinnúmero de malos recuerdos.
—¿Dimos en el clavo? — ambos ríen—. No sabíamos que eras un niño de mami.
—Mi madre está muerta, ¿eso les responde la pregunta? — curvo una ceja, mientras ambos palidecen.
—Lo sentimos mucho, no lo sabíamos. Es que siempre te invitamos y no vienes, creímos que quizás esa era la razón.
—Pues se equivocan. Iré a trabajar— sigo en lo mío, me alejo a propósito tras sentirme irritado.
A veces son muy irritantes y más cuando se les ocurre la brillante idea de salir los fines de semanas. Se pasan insistiendo y fastidiando, pero debo calmarme, no es para tanto.
—Hijo, ¿me puedes ayudar?
—Claro. Dígame, señora.
—En la carnicería no hay nadie y necesito encargar unas cosas. ¿Podrías ayudarme, hijo?
—Sí, pase por aquí.
La guío a la carnicería y, aunque no estoy autorizado, entro a buscar a mis demás compañeros, pero no los veo por ninguna parte.
—Tengo algo de prisa, hijo— insiste.
Me coloco los guantes para tomar su orden. No tengo que usar la maquina de cortar, puesto a que la carne que ha ordenado viene ya picada. Las gotas de la carne caen de mis guantes al suelo y, por alguna razón, el hambre aparece. Hace una semana no nos alimentamos de carne y muchas veces me hace falta, es como si la comida de la casa no pudiese satisfacerme del todo. Le hago entrega a la señora y tras verla alejarse del área, observo de nuevo la sangre. La sangre es mucho más clara. Me pregunto si existe alguna diferencia. No hay ningún cliente cerca, por lo que me arrodillo frente a la caja registradora y lamo mi dedo. El sabor no es para nada agradable y mucho menos el olor.
—¿Estás bien, Caden? ¿Qué haces aquí?
Me levanto de prisa tras escuchar la voz de Suzy detrás de mí.
—Nada, quiero decir, estaba atendiendo a una señora que necesitaba carne, pero no encontré a nadie para que lo hiciera, así que me tomé el atrevimiento y se la di.
—Ah, entiendo. No le diré nada a nuestro supervisor, no quiero que tengas problemas.
—Gracias— sonrío.
Sigo con mi trabajo, pero ese asqueroso sabor y olor me persigue. Da la hora del almuerzo y por más que trato de buscarle sabor a la comida, percibo todavía ese asqueroso sabor en mi paladar.
—¿Te encuentras bien, Caden?
Esta mujer está en todas partes. ¿Será que me vio haciendo algo extraño?
—Sí, estoy bien.
—Te he notado muy nervioso toda la mañana.
—No para nada, es solo que quiero salir ya.
—¿Te puedo acompañar?
—Claro.
Se sienta en la mesa conmigo y nos quedamos en silencio, el ambiente es sumamente incómodo. Normalmente habla mucho y hoy está muy callada.
—¿Cómo ha sido tu día?
—Muy bueno— responde automáticamente, como si hubiera sabido lo que iba a preguntar.
—Me alegro— miro mi teléfono—. Ya debo entrar. Buen provecho— me levanto de la mesa y se me queda viendo.
Creo que estoy viendo cosas donde no las hay, debo calmarme.
La tarde pasa rápido y por fortuna no me crucé con ella. Según es la hora de salida, me voy en dirección a la casa, cuando veo a una pareja discutiendo en plena calle. Me detengo y me les quedo viendo por el escándalo que tienen, en especial porque están cruzados en medio de la acera. El hombre golpea a la chica y sin intenciones de interferir, busco la manera de cruzar, pero alguien me agarra el brazo. Es el mismo hombre. ¿Acaso hoy es mi día de suerte?
—¿Tú quién eres?
—¿Por qué te interesa saber? — pregunto indiferente.
—¿Qué hacías escuchando discusiones ajenas, idiota?
—No estaba escuchando sus discusiones, en realidad, no me interesan.
Me empuja por el mismo centro del pecho y no lo pierdo de vista.
—¿Tú quién te crees que eres para hablarme así?
—¿No es eso lo que debería preguntar yo? No hagas escenas pendejas en medio de la calle y, quizás así nadie te mira.
—¿Qué dijiste, imbécil? — me encara, mientras sujeta el cuello de mi camisa.
—¿Siempre tiene la mala costumbre de hablarle a la gente así de cerca? Te aconsejo de buena manera que dejes de hacerlo. Tu mal aliento me causa nauseas. Quiero irme casa. ¿Ya terminaste con tu teatro?
El puñetazo me hace retroceder y tocar mi nariz. La yema de mis dedos tiene sangre, no es mucho, aun así, la presiono un poco.
—¡Basta, Jonas! — le dice la chica asustada.
Mis tripas duelen, tengo mucha hambre. Necesito llegar a la casa. En el intento de marcharme, vuelve a cruzarse en mi camino.
—¿A dónde crees que vas, idiota? ¡Eres un cobarde!
Limpio la sangre de mi nariz con mi antebrazo y percibo el sabor metálico de mi propia sangre en mis labios, por lo que no pienso desperdiciarla.
—Tengo hambre y me estás interrumpiendo. Eso me pone de muy mal humor.
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Parte Dos: Caden ✓ [PRONTO SERÁ RETIRADA]
HorrorLuego de haber pasado tanto en su niñez y en su desarrollo, Caden busca la manera de cambiar ciertos aspectos de su vida en un esfuerzo de unirse al resto de la sociedad. El ser humano posee innatamente el instinto de querer progresar y ser feliz en...