CADEN II- PLATO ESPECIAL

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—¿Crees que las cosas se van a resolver así, pendejo?

—Ya lo dije, no volveré a acercarme a ella. No tengo ningún interés en tu novia, yo tengo la mía.

—¡Ya déjalo, Daniel! ¡Ya basta con esto, por favor! Casi lo matas, ¿qué no ves?

—Estás en tu día de suerte, imbécil. Si te vuelvo a ver cerca de mi novia, para la próxima no voy a detenerme.

No doy vuelta atrás, solo sigo caminando hasta llegar a mi casa. Subo directamente a la habitación y busco una mochila. Noah me mira asustada y se sienta como puede en la cama.

—Ahora no puedo explicar nada. Iré por nuestra comida. Hoy cenaremos un poco tarde, espero no te moleste— le aviso.

Recojo todo lo que puede servirme para darle una visita a domicilio y me baño para cambiarme de ropa. Luego me encamino a la casa de Daniel. Por lo menos de algo sirvió la fiesta basura esa. Me quedo en vigilia por largas horas un poco distante, pues en la casa no se ve ningún movimiento. Cuando llega, me aseguro de que no salga de nuevo. Ya es de noche, eso facilita las cosas. El vecindario es muy silencioso a estas horas, no puedo hacer nada de ruido. Trepo la reja, aun con dolor en todas partes. Me asomo por varias ventanas, pero no lo veo. Todas las ventanas están cerradas, entonces debo ir por la puerta principal. Toco el timbre, me mantengo justo al lado de la puerta y cargo el cuchillo escondido en mi espalda.

—¿Qué haces tú aquí? ¿Viniste a buscar otra paliza? — se cruza de brazos y ríe.

No permito que continúe hablando, cuando sin encomendarme a nadie, entierro el cuchillo en su hombro. Retrocede presionando su hombro e intenta correr, pero me le voy detrás. Según lo alcanzo, entierro el cuchillo en su muslo derecho, por el simple hecho de que necesito que deje de correr. Cae por fin al suelo, justo como quería y grita. No me da opción, más que poner mi pierna en su pecho y presionarlo. Veo su cuello tan cerca que deslizo un poco la pierna hasta llegar a su cuello y ejerzo algo de fuerza.

—¿Quién es la gallina ahora? — llevo el filo del cuchillo a mi boca y lamo la sangre que se escurre de el—. Lo único bueno que tienes es esto. Si vuelves a gritar, te cortaré el cuello y los huevos también— rio.

Lucha arduamente por tener algo de aire. Aprieta mi pierna entre sus manos, pero no es mucho lo que puede hacer, puesto a que va perdiendo las fuerzas.

—Vas a acompañarme a un lugar y serás un niño bueno. Demuéstrame cuán macho eres, ahora que no están tus amiguitos contigo— quito mi pierna y retrocedo, hasta oírlo toser y ver su rostro enrojecido—. Arrodíllate y pon tus manos en la espalda.

Luego de unos instantes lo hace y pongo el cuchillo en mi pantalón, mientras busco las cintas en la mochila. Mientras lo hago, se lanza sobre mí y caigo al suelo. Trata de golpearme, pero logro sacar el cuchillo a tiempo de mi pantalón y lo entierro en su otro muslo. No quiero matarlo todavía. Lo arranco abruptamente y lo empujo a un lado, aprovecho lo vulnerable y débil que está por la pérdida de sangre. Debo silenciarlo antes de que vayan a escucharlo.

—Ya me cansaste, maldito— cojo la lámpara más cercana y le pego con ella.

No está muerto, pero si aturdido. Amarro sus manos hacia la espalda y le pongo cinta adhesiva en la boca. Busco por toda la casa y no hay nadie, por lo que busco los detergentes y limpio la sangre que hay esparcida en el suelo. No tengo mucho tiempo como para hacer una limpieza profunda. Cojo las llaves de su auto y primero salgo solo, abro el portón y la puerta del auto, tras no ver movimiento alguno de ningún vecino, lo saco a las corridas y lo tiro dentro en el asiento trasero. Mientras manejo le da varios golpes a mi asiento y hace ruidos muy divertidos.

—Tienes un buen auto, creo que me lo quedaré.

Tan pronto llego a la casa, meto el auto en el garaje, no quiero que nadie más lo vea. Lo obligo a base de empujones a caminar dentro de la casa. Lo guío directamente al sótano, lo tiro dentro como una bolsa y bajo las escaleras pausadamente, divirtiéndome con la forma tan patética en que se arrastra.

—¿Te gusta tu nuevo hogar? No es igual de grande que tú casa, pero es muy acogedor. Es la primera vez que un extraño entra a mi casa. Debes sentirte afortunado— lo arrastro, hasta llevarlo a una esquina del sótano—. Muy bien, ahora podemos comenzar— busco lo necesario para hacerle un torniquete y el cuchillo de la cocina, el indicado para cortar carne—. Hoy tengo muchas ganas de comer. ¿Qué debería cortar primero? — medito por unos instantes y sonrío—. ¿Tus manos? No, tus piernas, así me aseguro de que no salgas de aquí.

Abre sus ojos asustado, mientras lágrimas se deslizan por sus mejillas.

—Esta será tu lección por meterte con la persona equivocada. Voy a preparar una deliciosa cena para mi mujer y tú serás parte de nuestro platillo especial, ¿no estás feliz? — rio.

Parte Dos: Caden ✓ [PRONTO SERÁ RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora