Capítulo 5: Al borde de la locura

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Dame uno de esos besos que no se borran ni en otros labios, ni en otras noches, ni en otras vidas...



Victoria se sentía envuelta en un sueño. Podía sentir la brisa del mar acariciarle el cabello, podía ver las aves volar en el cielo rosado por la puesta del sol, los barcos perderse en el horizonte, Camila desmayarse en el suelo...

¿Camila desmayarse en el suelo?

Se separó bruscamente de César y observó mejor, sí, había visto bien, Camila yacía en el piso.

-¡Camila! - corrió hacia ella con el alma en un hilo - Amiga ¡despierta!

-Está respirando - confirmó César - ¿Pero por qué se desmayó?

-¡Por el shock! - dijo Vicky sin poder creerlo.

-¿Cuál shock?

-No le gustó mi peinado - dijo seria y César la miró sorprendido - ¡El shock de ver a la suegra besándose con su yerno!

César quiso cargar en brazos a Camila para llevarla a algún cuarto, pero Victoria lo detuvo.

-No, no podemos, ¿cómo vamos a explicar esto? ¡Alguien más tiene que encontrarla en el piso!

-¿Quién?

-No sé, ¡lo arreglaré yo! ¡Tú ve a tu cuarto!

-¿Estás segura?

-Te dije que te vayas, ¡rápido!

Y Victoria puso en marcha el plan que había inventado en pocos segundos. Corrió a la cocina y abrió la puerta, pero se llevó una pequeña sorpresa al hacerlo.

-¿Qué hacen ustedes aquí? - viendo a Alba y María del Carmen comiendo en la mesa de la cocina, mientras Antonieta lavaba trastes.

-No comimos, ¿te acuerdas? - le lanzó la indirecta su hija.

-Yo les preparé una omeleta - explicó Antonieta.

-¿Pero cuándo bajaron? - frunció las cejas Victoria, quien creía que las dos estaban en sus cuartos. Se preguntó si habían visto cualquier cosa al bajar, pero rechazó esa idea. Si hubieran sabido algo no estarían comiendo su omeleta, si no a ella misma.

-Hace un rato - respondió su hija concentrada en su comida - ¿César dónde está?

-No sé, ¿por qué no vas a buscarlo?

-No ahora, me da pereza.

-Pero él también puede tener hambre, ve a llamarlo.

-Si tiene hambre va a bajar solito.

Victoria maldijo entre dientes, tenía que inventar un plan B.

-Pues yo sí voy a comer - sirviéndose omeleta - Ay no, chicas, se me olvidaron mis gafas en la sala.

-Mamma, yo no te las puedo traer, ¡me da flojera! Además, tengo que ir a una marcha para el lycaon pictus - declaró con pomposidad.

-¿Para quién? - abrió los ojos asustada su madre.

-El perro salvaje africano - explicó - está en peligro de extinción.

-Bueno - sin haber entendido bien - ¿Antonieta? - se dirijo Victoria a la rubia, ya que con su hija había fracasado.

-Pero no ves que estoy lavando trastes, ¿para qué quieres tus gafas ahora?

-¡Porque me las comeré! - respondió sarcástica.

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